CATEQUESIS DE LEÓN XIV: ANTE TUS HERIDAS DEL CORAZÓN, JESÚS SE DETIENE, ESCUCHA Y SANA (11/06/2025)

Este 11 de junio por la mañana, el Papa León XIV continuó sus catequesis sobre la vida de Jesús y en esta ocasión habló de las curaciones que Jesús hizo. En este contexto, el Papa invitó a que cada uno de nosotros presentemos ante el Corazón de Cristo nuestras partes más dolorosas o frágiles, “aquellos lugares de nuestras vidas en los que nos sentimos paralizados y bloqueados”. Compartimos a continuación, el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de Jesús. Las parábolas. 9. Bartimeo. «¡Ánimo, levántate! ¡Él te llama!» (Mc 10, 49)

Queridos hermanos y hermanas:

Con esta catequesis quisiera llevar nuestra mirada a otro aspecto esencial de la vida de Jesús, es decir, a sus curaciones. Por eso, los invito a poner ante el Corazón de Cristo sus partes más dolorosas o frágiles, aquellos lugares de su vida en los que se sienten paralizados y bloqueados. ¡Pidamos al Señor con confianza que escuche nuestro grito y nos cure!

El personaje que nos acompaña en esta reflexión nos ayuda a comprender que nunca hay que abandonar la esperanza, incluso cuando nos sentimos perdidos. Se trata de Bartimeo, un hombre ciego y mendigo, que Jesús encontró en Jericó (cf. Mc 10, 40-52). El lugar es significativo: Jesús va camino a Jerusalén, pero comienza su viaje, por así decirlo, desde los “infiernos” de Jericó, ciudad que se encuentra por bajo del nivel del mar. Jesús, de hecho, con su muerte, fue a recuperar a ese Adán que cayó y que nos representa a cada uno de nosotros.

Bartimeo significa “hijo de Timeo”: describe a ese hombre a través de una relación; sin embargo, él está dramáticamente solo. Este nombre, sin embargo, también podría significar “hijo del honor” o “de la admiración”, exactamente lo contrario de la situación en la que se encuentra [1]. Y ya que el nombre es tan importante en la cultura judía, quiere decir que Bartimeo no logra vivir lo que está llamado a ser.

A diferencia, además, del gran movimiento de gente que camina detrás de Jesús, Bartimeo está inmóvil. El Evangelista dice que está sentado al borde del camino, por lo que necesita que alguien lo vuelva a poner de pie y lo ayude a retomar el camino.

¿Qué podemos hacer cuando nos encontramos en una situación que parece sin salida? Bartimeo nos enseña a apelar a los recursos que llevamos dentro y que forman parte de nosotros. Él es un mendigo, sabe pedir, es más, ¡puede gritar! Si realmente deseas algo, haz todo lo posible para poder conseguirlo, incluso cuando los demás te reprenden, te humillan y te dicen que lo dejes. Si realmente lo deseas, ¡sigue gritando!

El grito de Bartimeo, relatado en el Evangelio de Marcos – «¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!» (v. 47) – se ha convertido en una oración muy conocida en la tradición oriental, que también nosotros podemos utilizar: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador».

Bartimeo es ciego, ¡pero paradójicamente ve mejor que los demás y reconoce quién es Jesús! Ante su grito, Jesús se detiene y lo hace llamar (cf. v. 49), porque no hay ningún grito que Dios no escuche, incluso cuando no somos conscientes de dirigirnos a Él (cf. Ex 2, 23). Parece extraño que, ante un hombre ciego, Jesús no vaya inmediatamente con él; pero, si lo pensamos bien, es la forma de reactivar la vida de Bartimeo: lo empuja a levantarse, confía en su posibilidad de caminar. Ese hombre puede ponerse de pie, puede resucitar de sus situaciones de muerte. Pero para hacer esto debe realizar un gesto muy significativo: ¡debe arrojar su manto! (cf. v. 50).

Para un mendigo, el manto lo es todo: es la seguridad, es la casa, es la defensa que lo protege. Incluso la ley protegía el manto del mendigo e imponía restituirlo por la tarde, si había sido tomado en prenda (cf. Ex 22, 25). Sin embargo, muchas veces, lo que nos bloquea son precisamente nuestras aparentes seguridades, lo que nos hemos puesto para defendernos y que, en cambio, nos está impidiendo caminar. Para ir con Jesús y dejarse curar, Bartimeo debe exponerse a Él en toda su vulnerabilidad. Este es el paso fundamental para todo camino de curación.

Incluso la pregunta que Jesús le plantea parece extraña: «¿Qué quieres que haga por ti?» (v. 51). Pero, en realidad, no es obvio que queramos curarnos de nuestras enfermedades; a veces preferimos quedarnos quietos para no asumir responsabilidades. La respuesta de Bartimeo es profunda: utiliza el verbo anablepein, que puede significar “ver de nuevo”, pero que también podríamos traducir como “levantar la mirada”. Bartimeo, de hecho, no solo quiere volver a ver, ¡quiere recuperar también su dignidad! Para mirar hacia arriba, hay que levantar la cabeza. A veces las personas se bloquean porque la vida las ha humillado y sólo desean recuperar su propio valor.

Lo que salva a Bartimeo, y a cada uno de nosotros, es la fe. Jesús nos cura para que podamos ser libres. Él no invita a Bartimeo a seguirlo, sino le dice que se vaya, que se ponga en camino (cf. v. 52). Marcos, sin embargo, concluye el relato refiriendo que Bartimeo se puso a seguir a Jesús: ¡ha elegido libremente seguir a Aquel que es el Camino!

Queridos hermanos y hermanas, llevemos con confianza ante Jesús nuestras enfermedades, y también las de nuestros seres queridos, llevemos el dolor de quienes se sienten perdidos y sin salida. Gritemos también por ellos, y estemos seguros de que el Señor nos escuchará y se detendrá.


[1] Es la interpretación que da también Agustín en El consenso de los evangelistas, 2, 65, 125: PL 34, 1138.

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