CARISMAS AL SERVICIO DE LOS PERSEGUIDOS: PALABRAS DE LEÓN XIV A PARTICIPANTES EN CAPÍTULOS GENERALES (20/06/2025)
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
¡La paz esté con ustedes!
Bienvenidos, queridos hermanos y hermanas. Saludo en particular a los Superiores Generales – ambos han sido confirmados – a los consejeros y capitulares de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y a los de la Orden de la Santísima Trinidad y los Esclavos, así como a los delegados de las Terceras Órdenes y los grupos laicales.
Poder recibir juntos a los Franciscanos y los Trinitarios me recordó una pintura que se encuentra en el ábside de la basílica de San Juan de Letrán, que representa una audiencia de la cual esta podría ser una hermosa evocación. De hecho, la imagen muestra al Papa Inocencio III que recibe a San Francisco y a San Juan de Mata juntos, para honrar su gran aportación a la reforma de la vida religiosa.
Es interesante notar que San Francisco está representado de rodillas con un enorme libro abierto, casi como si estuviera por decirle al Pontífice: “Santidad, sólo le pido vivir la regla del Santo Evangelio sine glossa” (cf. Test 14-15). San Juan de Mata, en cambio, está de pie y tiene en la mano la Regla que redactó junto con el Pontífice. Si San Francisco muestra su docilidad a la Iglesia, presentando su proyecto no como propio sino como don divino, San Juan de Mata muestra el texto aprobado, después del estudio y el discernimiento, como la culminación de un trabajo absolutamente necesario para realizar el propósito que Dios ha inspirado. Las dos actitudes, lejos de estar en contraste entre ellas, se iluminan mutuamente y son una línea guía para el servicio que la Santa Sede ha desarrollado desde entonces a favor de todos los carismas.
Dios inspiró a estos dos santos no sólo un camino espiritual de servicio, sino también el deseo de encontrarse con el sucesor de Pedro acerca del don recibido por el Espíritu para ponerlo a disposición de la Iglesia. San Francisco expone al Papa la necesidad de seguir a Jesús sin reservas, sin otros fines, sin ambigüedades o artificios. San Juan de Mata expresó esta verdad con palabras que se revelarán posteriormente como fundamentales y que San Francisco hará suyas. Un hermoso ejemplo es aquel de vivir “sin nada propio”, sin nada “oculto en la habitación del bolsillo o del corazón”, como subrayó el Papa Francisco (cf. Discurso a las Canónigas de la Orden del Espíritu Santo, 5 de diciembre 2024). Otro de estos términos se expresa la necesidad de que dicha dedicación se transforme en servicio, que el superior sea percibido como un ministro, es decir como aquel que se hace más pequeño, para ser el siervo de todos. Es interesante notar cómo el versículo de San Mateo (cf. 20, 27) ha influenciado el vocabulario de toda la vida religiosa, porque llamar prior, maestro, magister o ministro moldea toda la concepción de la autoridad como servicio.
Para actualizar este don, ustedes los Trinitarios han querido centrarse en el propósito de su Instituto: llevar consolación a aquellos que no pueden vivir la fe en libertad. Durante estos meses han hecho oración este deseo, siguiendo las palabras de San Pablo: «Perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados» (2 Cor 4, 9), que inspiran el lema de su Capítulo. Me uno a esta oración y pido también a Dios Trinidad que éste sea uno de los frutos de su asamblea, que no dejen de recordar en su oración y en su esfuerzo cotidiano a los perseguidos por causa de su fe. Esa parte, la tercera – referente a los perseguidos –, según el magisterio de San Agustín, es la parte de Dios y la que marca la vocación del libertador de su Pueblo (cf. Cuestiones sobre el Heptateuco, lib. II, 15). Además, esa tensión hacia los miembros de la Iglesia que más sufren, atraerá la mirada de las vocaciones, de los fieles y de los hombres de buena voluntad a esta realidad y a ustedes los mantendrán disponibles a los servicios de frontera que desarrollan en la Península Arábica, Medio Oriente, África y el subcontinente indio.
Otro elemento esencial del propósito de ustedes, los hermanos menores conventuales, ha sido, en este Capítulo, el de realizar un discernimiento sobre los reglamentos de los Capítulos Generales y Provinciales, para que en ellos “se hable de las cosas de Dios”. No es nuestro interés personal el que debe movernos, sino el de Cristo; es su Espíritu al que debemos escuchar ante todo, para “escribir el futuro en el presente” – como dice el lema de su Capítulo. Escucharlo en la voz del hermano, en el discernimiento la comunidad, en la atención a los signos de los tiempos, en los llamados del Magisterio. Queridos hijos de San Francisco de Asís, en el octavo centenario de la composición del Cántico de las Criaturas o del Hermano Sol, los exhorto a ser, cada uno de forma personal y en cada una de sus fraternidades, vivo recuerdo de la primacía de la alabanza a Dios en la vida cristiana. Y no quiero olvidar que ustedes los Conventuales celebran el aniversario de su renovada presencia en el extremo Oriente.
Muy queridos todos, quisiera concluir este encuentro con las Alabanzas a Dios altísimo, el trisagio escrito por San Francisco: «Tú eres Santo, Señor, solo Dios, que realizas cosas maravillosas. Tú eres fuerte, Tú eres grande, Tú eres altísimo, Tú eres rey omnipotente, Tú, Padre Santo, rey del cielo y de la tierra» (Fuentes Franciscanas,261).
Gracias a todos ustedes y que Dios los bendiga.
Comentarios