CATEQUESIS DE LEÓN XIV: NO ESPEREN, RESPONDAN CON ENTUSIASMO A LA LLAMADA DEL SEÑOR (04/06/2025)

En la Audiencia General de este 4 de junio, el Papa León XIV continuó el ciclo de catequesis titulado “Jesucristo nuestra esperanza”, dedicado a la vida de Jesús y sus parábolas. Dirigiéndose a unos 35 mil fieles, romanos y peregrinos llegados a la Plaza de San Pedro, el Santo Padre hizo notar que, de hecho, a veces, “tenemos la impresión de que no encontramos sentido a nuestra vida” y como los obreros que esperan en la plaza del mercado a que alguien los contrate para trabajar, “nos sentimos inútiles, inadecuados”. Compartimos a continuación el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de Jesús. Las parábolas 8. Los obreros en la viña. «Y les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña”» (Mt 20, 4)

Queridos hermanos y hermanas,

Deseo detenerme una vez más en una parábola de Jesús. También en este caso se trata de un relato que alimenta nuestra esperanza. A veces, de hecho, tenemos la impresión de no lograr encontrar sentido a nuestra vida: nos sentimos inútiles, inadecuados, precisamente como los obreros que esperan en la plaza del mercado, en espera de que alguien los lleve para trabajar. Pero a veces el tiempo pasa, la vida transcurre y no nos sentimos reconocidos ni apreciados. Quizás no hemos llegado a tiempo, otros se han presentado antes que nosotros, o las preocupaciones nos han retenido en otro lugar.

La metáfora de la plaza del mercado es muy adecuada también para nuestros tiempos, porque el mercado es el lugar de los negocios, donde, lamentablemente, se compra y se vende incluso el afecto y la dignidad, tratando de ganarnos algo. Y cuando no nos sentimos apreciados, reconocidos, se corre el riesgo de venderse al mejor postor. El Señor nos recuerda, en cambio, que nuestra vida vale, y su deseo es ayudarnos a descubrirlo.

También en la parábola que comentamos hoy, hay unos obreros en espera de que alguien los contrate para ese día. Estamos en el capítulo 20 del Evangelio de Mateo y también aquí encontramos un personaje que tiene un comportamiento insólito, que asombra e interroga. Es el dueño de una viña, que sale personalmente para ir a buscar a sus obreros. Evidentemente quiere establecer con ellos una relación personal.

Como decía, se trata de una parábola que da esperanza, porque nos dice que este amo sale varias veces a buscar a quien espera dar sentido a su vida. El amo sale justo al amanecer y luego, cada tres horas, vuelve a buscar obreros para enviarlos a su viña. Siguiendo este ritmo, después de haber salido a las tres de la tarde, ya no habría razón para salir de nuevo, porque la jornada laboral terminaba a las seis.

Este amo incansable, que quiere a toda costa dar valor a la vida de cada uno de nosotros, en cambio sale también a las cinco. Los obreros que se habían quedado en la plaza del mercado probablemente habían perdido toda esperanza. Ese día había sido en vano. En cambio alguien siguió creyendo en ellos. ¿Qué sentido tiene contratar obreros sólo para la última hora de la jornada de trabajo? ¿Qué sentido tiene ir a trabajar sólo por una hora? Sin embargo, incluso cuando nos parece que podemos hacer poco en la vida, siempre vale la pena. Siempre existe la posibilidad de encontrar un sentido, porque Dios ama nuestra vida. 

Y aquí es donde la originalidad de este amo se percibe también al final del día, al momento de la paga. Con los primeros obreros, los que van a la viña al amanecer, el amo había acordado un denario, que era el costo típico de una jornada de trabajo. A los demás les dice que les dará lo que es justo. Y es precisamente aquí donde la parábola vuelve a provocarnos: ¿qué es justo? Para el dueño de la viña, es decir, para Dios, es justo que cada uno tenga lo necesario para vivir. Él ha llamado a los trabajadores personalmente, conoce su dignidad y, con base en ella, quiere pagarles. Y da a todos un denario.

El relato dice que los obreros de la primera hora quedan decepcionados: no logran ver la belleza del gesto del amo, que no ha sido injusto, sino simplemente generoso, no ha mirado solo el mérito, sino también la necesidad. Dios quiere dar a todos su Reino, es decir, la vida plena, eterna y feliz. Y así hace Jesús con nosotros: no hace clasificaciones, a quien le abre su corazón se entrega totalmente.

A la luz de esta parábola, el cristiano de hoy podría verse tentado a pensar: «¿Por qué empezar a trabajar enseguida? Si la remuneración es la misma, ¿por qué trabajar más?». A estas dudas San Agustín respondía así: «¿Por qué tardas entonces en seguir a quien te llama, mientras estás seguro de la recompensa, pero incierto del día? Cuida de no privarte, por tu dilación, de lo que Él te dará según su promesa». [1]

Quisiera decir, especialmente a los jóvenes, que no esperen, sino que respondan con entusiasmo al Señor que nos llama a trabajar en su viña. ¡No lo pospongas, arremángate, porque el Señor es generoso y no te decepcionará! Trabajando en su viña, encontrarás una respuesta a esa pregunta profunda que llevas dentro de ti: ¿qué sentido tiene mi vida?

Queridos hermanos y hermanas, ¡no nos desanimemos! Incluso en los momentos oscuros de la vida, cuando el tiempo pasa sin darnos las respuestas que buscamos, pidamos al Señor que salga de nuevo y nos alcance allí donde lo estamos esperando. ¡El Señor es generoso y vendrá pronto!


[1] Sermón 87, 6, 8.

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