REACCIONAR CONTRA EL INDIVIDUALISMO Y ABRIRSE A LOS DEMÁS: PALABRAS DEL PAPA A LOS JÓVENES DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA (29/10/2022)

La experiencia parroquial ya no es como en otros tiempos, era un contexto social y eclesial diferente, cuando la parroquia – con su párroco – eran un punto de referencia central para la vida de las personas, sin embargo, para los más de 2,000 jóvenes líderes parroquiales de la Acción Católica que fueron recibidos por el Papa Francisco, la mañana de este 29 de octubre, en el Aula Pablo VI del Vaticano, esa realidad es un hecho. Y a pesar de que la situación sociocultural actual es muy diferente y que el individualismo, la cerrazón y la mundanidad tienden a sobreponerse, para el Papa esos jóvenes son la “levadura” de la Iglesia de hoy y viven la parroquia como él lo hizo. Compartimos a continuación, el texto del mensaje pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Queridos jóvenes de la Acción Católica, buenos días y bienvenidos... Al menos saben hacer ruido, ya es algo, ¡adelante!

Agradezco al Presidente nacional por sus palabras.

Les digo rápidamente que aprecio mucho el hecho de que para ustedes sea importante la parroquia. ¡También para mí lo es! La parroquia. Hay movimientos, hay cosas que rotan... La parroquia: la raíz está en la parroquia. Pero yo soy de otra generación. Nací y crecí en un contexto social y eclesial distinto, cuando la parroquia – con su párroco – era un punto de referencia central para la vida de la gente: la Misa dominical, la catequesis, los sacramentos... La realidad sociocultural en que ustedes viven ha cambiado mucho, lo sabemos; y ya desde hace tiempo – primero en otros países, después también en Italia – la misión de la Iglesia ha sido repensada, en particular la parroquia. Pero, en todo esto, permanece algo esencial: para nosotros, para mí y para ustedes, para nuestro camino de fe y crecimiento, la experiencia parroquial ha sido y es importante, insustituible. Es el ambiente “normal” donde hemos aprendido a escuchar el Evangelio, a conocer al señor Jesús, a ofrecer un servicio con gratuidad, a orar en comunidad, a compartir proyectos e iniciativas, a sentirnos parte del pueblo santo de Dios...

Todo eso ustedes lo han vivido también a través de la Acción Católica, es decir una experiencia asociativa que está, por así decirlo, “entrelazada” con la de la comunidad parroquial. Algunos de ustedes imagino que formaron parte de un grupo ACR, la Acción Católica de los Muchachos (N. del T. Ragazzi, en italiano); y ahí ya se aprende mucho de qué significa formar parte de una comunidad cristiana: participar, compartir, colaborar y orar juntos...

Eso es muy importante: aprender a través de la experiencia de que en la Iglesia todos somos hermanos por el Bautismo; que todos somos protagonistas y responsables; que tenemos dones distintos y todos para el bien de la comunidad; que la vida es vocación, seguir a Jesús; que la fe es un don para entregar, un don para dar testimonio. Y después, aún más: que el Cristiano se interesa en la realidad social y da su propia contribución; que nuestro lema no es “me vale”, sino “¡me interesa!”. Tengan cuidado, tengan cuidado ustedes, que es más peligrosa que un cáncer la enfermedad del “me vale” en los jóvenes. ¡Por favor, tengan cuidado! Hemos aprendido que la miseria humana no es un destino que toca a algunos desafortunados, sino casi siempre es el fruto de injusticias que hay que extirpar. Y así, hemos aprendido todas estas cosas. Estas realidades de vida se aprenden a menudo en la parroquia y en la Acción Católica. ¡ ¡Cuántos jóvenes se han formado en esta escuela! Cuántos han dado su testimonio tanto en la iglesia como en la sociedad, en las distintas vocaciones y sobre todo como fieles laicos, que han llevado adelante como adultos y ancianos el estilo de vida madurado como jóvenes, en la parroquia.

Entonces, queridos jóvenes, somos de generaciones distintas, pero tenemos en común el amor por la Iglesia y la pasión por la parroquia, que es la Iglesia en medio de las casas, en medio del pueblo. Y con base en esta pasión quisiera compartir con ustedes algunos aspectos, buscando sintonizarme con su camino y su compromiso.

Ante todo, ustedes quieren contribuir a hacer crecer a la Iglesia en la fraternidad. ¡Se los agradezco! En esto estamos perfectamente sintonizados. Sí, ¿pero cómo hacerlo? Primero que nada, no se asusten si – como han notado –en la comunidad ven que es un poco débil la dimensión comunitaria. Es algo muy importante, pero no se espanten, porque se trata de un dato social, que se ha agravado con la pandemia. Hoy, especialmente los jóvenes, son extremadamente distintos con respecto a los de hace 50 años: ya no existe el deseo de hacer reuniones, debates, asambleas... Por un lado, es algo bueno, también para ustedes: ¡la Acción Católica no debe ser una “Sesión” Católica!, ¡y la iglesia no avanza con reuniones! Pero, por otro lado, el individualismo, la cerrazón en lo privado o en pequeños grupitos, la tendencia a relacionarse “a distancia” contagian incluso a las comunidades cristianas. Si nos damos cuenta, todos estamos un poco influenciados por esta cultura egoísta. Entonces es necesario reaccionar y también ustedes pueden hacerlo comenzando con un trabajo sobre ustedes mismos.

Y digo un “trabajo” porque es un camino exigente y requiere constancia. La fraternidad no se improvisa y no se construye solo con emociones, lemas, eventos... No, la fraternidad es un trabajo que cada uno hace sobre sí mismo con el Señor, con el Espíritu Santo, que crea la armonía entre las diferencias. Les aconsejo releer esa parte de la Exhortación Christus vivit titulada “Caminos de fraternidad”. Son pocos números: del 163 al 167. Christus vivit, Caminos de fraternidad. Se los recomiendo, léanla. El punto de partida es salir de sí mismos para abrirse a los demás e ir a su encuentro (cf. n. 163). El Espíritu de Jesús Resucitado obra esto: nos hace salir de nosotros mismos, nos abre al encuentro. ¡Cuidado! No es alienación, no, es relación, en la cual nos reconocemos y crecemos juntos. La realidad fundamental para nosotros es que en la iglesia este movimiento lo vivimos en Cristo, a través de la Eucaristía: Él sale de sí mismo y viene dentro de nosotros para que nosotros salgamos de nosotros mismos y nos unamos a Él y en Él nos reencontramos en una comunión nueva, libre, gratuita, oblativa. La fraternidad en la Iglesia está fundada en Cristo, en su presencia en nosotros y entre nosotros. Gracias a Él nos acogemos, nos soportamos – el amor cristiano se edifica en el soportarse – y nos perdonamos. Me detengo aquí. Ustedes me entienden bien, son realidades que viven, son su alegría, ¡nuestra alegría!

Y aquí me detengo sobre un punto que para mí es como la enfermedad más grave en una comunidad parroquial: el chisme. El chisme que siempre se hace como instrumento de arribismo, de promoción, de autopromoción: ensuciar al otro para que yo vaya más adelante. Por favor, el chisme no es cristiano, es diabólico porque divide. Cuidado, ustedes jóvenes, por favor. Dejemos eso para las solteronas... Nunca hablar mal de otro. Y si tienes algo contra otro, ve y díselo a la cara; seas hombre, seas mujer: a la cara, siempre. A veces recibirás un puñetazo, pero has dicho la verdad, la dijiste a la cara con caridad fraterna. Por favor, las críticas ocultas son cosas del diablo. Si quieren criticar, todos juntos, critiquen se entre ustedes, pero no fuera, entre ustedes.

Y con estas cosas que dije se comprende en qué sentido los cristianos se convierten en “levadura” en la sociedad: si un cristiano está en Cristo, si un hermano está en el Señor, si está animado por el Espíritu, no puede ser más que levadura donde vive: levadura de humanidad, porque Jesucristo es el Hombre perfecto y su Evangelio es fuerza humanizadora. Me gusta mucho una expresión que ustedes usan: “estar mezclados en este mundo”. Es el principio de Encarnación, el camino de Jesús: traer la vida nueva desde el interior, no desde fuera, no, desde dentro. Pero con una condición, sin embargo, que parecería obvia pero no lo es: que la levadura sea levadura, que la sal sea sal, que la luz sea luz. Pero si la levadura es otra cosa, no sirve; si la sal es otra cosa, no sirve; si la luz es obscuridad, no sirve. De otro modo, si, estando en el mundo, nos mundanizamos, perdemos la novedad de Cristo y ya no tenemos nada que decir o dar. Y aquí es cuando es buena su otra expresión que me ha llamado la atención: “ser jóvenes creyentes responsables creíbles”. Es lo que dice Jesús cuando, por un lado afirma: «Ustedes son la sal de la tierra», y después inmediatamente advierte: ¡cuidado con no perder el sabor! (cf. Mt 5, 13). “Este, cuando era muchacho, cuando era muchacha, era muy bueno, muy buena, de la Acción Católica, iba adelante, por todos lados... Ahora es un tibio, una tibia, es alguien que no se hace sentir, una persona que espiritualmente aburre y está aburrida, que no tiene fuerza de llevar adelante el Evangelio”. Tengan cuidado: ¡que la sal siga siendo sal, que la levadura siga siendo levadura, que la luz siga siendo luz!

Jóvenes creyentes, responsables y creíbles: eso les deseo. Podría incluso convertirse esta en una fórmula, una “manera de decir”. Pero no es así, porque estas palabras se encarnaron en los santos, ¡en los jóvenes santos! La Madre Iglesia nos propone a muchos, pensemos – limitándonos solo a algunos italianos – en Francisco y Clara de Asís, Rosa de Viterbo, Gabriel de la Dolorosa, Domingo Savio, Gemma Galgani, María Goretti, Pier Giorgio Frassati, Clara Badano, Carlo Acutis. Ellos nos enseñan qué quiere decir ser levadura, estar en el mundo, no ser del mundo. Pier Giorgio Frassati fue un miembro activo y entusiasta de la Acción Católica Italiana, en particular de la FUCI, y demuestra cómo se puede ser jóvenes creyentes responsables creíbles, creyentes felices, sonrientes. Ay de los jóvenes con cara de velorio: han perdido todo.

Queridos amigos y amigas, Habría tantas cosas que podríamos compartir sobre la vida en la parroquia y el testimonio en la sociedad. Pero no tenemos el tiempo – ¡ni tenemos la paciencia para continuar hablando! –. Quisiera agregar solo una sugerencia, que se me ocurre también por el hecho de que octubre es el mes del Rosario: aprendan de la Virgen María a cuidar y meditar en su corazón la vida de Jesús, los misterios de Jesús. Refléjense cada día en los eventos gozosos, luminosos, dolorosos, gloriosos de su vida, y ellos les permitirán vivir lo ordinario de manera extraordinaria, es decir con la novedad del Espíritu, con la novedad del Evangelio.

¡Gracias por haber venido y gracias por su testimonio! Sigan adelante con alegría y valentía. De corazón los bendigo a ustedes y a todos los jóvenes de la Acción Católica. ¡Buen camino en sus parroquias y mézclense como levadura en el mundo! Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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