MIRADA HUMILDE PARA VER EN EL OTRO A MI HERMANO: PALABRAS DEL PAPA A LA FUNDACIÓN CENTESIMUS ANNUS (08/10/2022)

Con una mirada humilde que ve al otro como hermano y respeta su dignidad es como se podrá luchar contra los males de la especulación actual que alimentan los vientos de guerra, dijo este 8 de octubre el Papa Francisco a la Fundación Centesimus Annus, al recibirlos en la Sala Clementina del Palacio Vaticano. El Santo Padre recordó que la pobreza no se combate con el asistencialismo. Dar dinero a los pobres es resolver un problema temporal, para afrontar emergencias, pero para que tengan una vida digna, sólo lo lograrán con un trabajo. Debemos comprometernos todos, afirmó, a aumentar las políticas laborales para los más frágiles, de lo contrario, fomentamos una cultura mundial del despilfarro. Reproducimos a continuación el texto completo de su intervención, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Le agradezco por sus palabras de introducción. Y agradezco a todos ustedes por el trabajo que llevan adelante. Su contribución con respecto a la doctrina social de la Iglesia lo considero muy importante, ante todo en el plano de la recepción, porque contribuyen a hacerla conocer y comprender; diría sin embargo también en el plano de la profundización, porque ustedes la leen “desde dentro” del complejo mundo económico y social y por tanto pueden y continuamente confrontar tal doctrina con la realidad, una realidad siempre en movimiento, que cambia continuamente.

El tema de su Congreso de estos días ha sido “crecimiento inclusivo para erradicar la pobreza y promover el desarrollo sustentable para la paz”. Me parece que la expresión clave es la inicial: “crecimiento inclusivo”. Hace pensar en la Populorum progressio de San Pablo VI, ahí donde afirma: «El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico desarrollo, debe ser integral, lo que quiere decir dirigido a la promoción de todo hombre y de todo el hombre» (n. 14). Por tanto, el desarrollo o es inclusivo o no es desarrollo. Y entonces, esa es nuestra tarea, en particular la suya como fieles laicos: hacer “elevar” la realidad económica en sentido ético, el crecimiento en el sentido del desarrollo. Y ustedes buscan hacerlo, a partir de la visión del Evangelio. Porque todo nace de cómo se mira la realidad.

En una de sus novelas, un narrador americano contemporáneo habla del tiempo que precedió la caída de la bolsa y escribió: «Dentro de los distintos estados la Depresión ya se hacía sentir y los agricultores y los braceros por todos lados estaban en estado de alarma. Encontramos un montón de desesperados por el camino y el Maestro Yehudi me enseñó a nunca mirar a nadie desde arriba y hacia abajo» (Paul Auster, Mr. Vertigo, Turín 2015, 126).

Todo nace de cómo se mira y desde dónde se mira. Mirar a otro desde arriba hacia abajo, es lícito hacerlo solo en una situación: para ayudarlo a levantarse. Nada más. Ese es el único momento lícito para mirar desde arriba hacia abajo. La mirada de Jesús sabía ver en la pobre gente que ponía dos moneditas en la caja de las ofrendas en el templo un gesto de entrega total (cf. Mc 12, 41-44). La mirada de Jesús partía de la misericordia y la compasión por los pobres y los excluidos. ¿De dónde parte mi mirada? Una pregunta que nos ayudará siempre.

El crecimiento inclusivo encuentra su punto de partida en una mirada no replegada sobre sí misma, libre de la búsqueda de la maximización de las ganancias. La pobreza no se combate con el asistencialismo, no, así se le “anestesia” pero no se le combate. Como ya decía en la Laudato si’, «ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre un remedio provisional para hacer frente a las emergencias. El verdadero objetivo debería ser permitirles una vida digna mediante el trabajo» (n. 128). La puerta es el trabajo: la puerta de la dignidad de un hombre es el trabajo.

Sin un esfuerzo de todos por hacer crecer políticas laborales para los más frágiles, se favorece una cultura mundial del descarte. Traté de explicar esta convicción también en el primer capítulo de la Encíclica Fratelli tutti, donde, entre otras cosas, se recuerda que «ha aumentado la riqueza, pero sin equidad, y así sucede que nacen nuevas pobrezas» (n. 21). Crece la riqueza y nacen nuevas pobrezas.

He aquí porque el futuro invoca una nueva mirada y cada uno en lo pequeño está llamado a hacerse promotor de esta forma diferente de mirar el mundo, a partir de las personas y de las situaciones que vive en lo cotidiano. El Maestro, en la novela que cité, enseña a su alumno a «nunca mirar a nadie desde arriba hacia abajo»; pienso que eso puede ser una buena indicación para todos. Que todos somos hermanos y hermanas y si yo soy el propietario de un negocio esto no me legitima para mirar a mis empleados con aire de suficiencia. Si soy el Director de un banco, no debo olvidar que cada persona debe ser tratada con respeto y cuidado.

La Fundación Centesimus Annus puede hacer llegar las importantes reflexiones conducidas en estos días, a través de la conversión de la mirada de cada uno. La humilde mirada de quien ve en cada hombre y mujer que encuentra a un hermano y una hermana que hay que respetar en su dignidad, antes que, eventualmente, un cliente con quien hacer negocios. Es un hermano, una hermana, una persona; puede ser un cliente. Solo con esta mirada podremos luchar contra los males de la especulación actual que alimenta los vientos de guerra. Nunca mirar a nadie desde arriba hacia abajo es el estilo de todo trabajador por la paz. Es lícito hacerlo solo para ayudar a levantarse.

Queridos amigos, les agradezco por haber venido y sobre todo por el esfuerzo que cada uno de ustedes hace, ahí donde vive y trabaja, con el fin de promover un crecimiento inclusivo y, más en general, el conocimiento de la doctrina social de la Iglesia. De corazón los bendigo a todos ustedes y a sus familias. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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