AMEN SIEMPRE A LA IGLESIA: PALABRAS DEL PAPA AL MOVIMIENTO “COMUNIÓN Y LIBERACIÓN” (16/10/2022)

El Santo Padre Francisco presidió este 15 de octubre un encuentro en la Plaza de San Pedro, con los miembros de “Comunión y Liberación” que efectuaron una peregrinación a la casa de Pedro para conmemorar el centenario del nacimiento del fundador de la institución, Don Luigi Giussani. El Pontífice destacó tres aspectos de Giussani: su carisma, su vocación de educador y su amor a la Iglesia, y les dirigió una serie de llamamientos para seguir adelante en su misión. Compartimos a continuación las palabras del Santo Padre, traducidas del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Han venido en gran número, desde Italia y muchos países. Su movimiento no pierde su capacidad de reunir y movilizar. Les agradezco por haber querido manifestar su comunión con la Sede Apostólica y su afecto por el Papa. Agradezco al Presidente de la Fraternidad, Prof. Davide Prosperi, como también a Hassina y Rose, que compartieron sus experiencias. Saludo al Card. Prefecto, el Card. Farrell y a los Cardenales y Obispos presentes.

Estamos reunidos para conmemorar el centenario del nacimiento de Mons. Luigi Giussani. Y lo hacemos con gratitud en el ánimo, como escuchamos de Rose y Hassina. Yo expreso mi persona la gratitud por el bien que me ha hecho, como sacerdote, meditar algunos libros de Don Giussani – como sacerdote joven –; y luego también como Pastor universal por todo lo que él supo sembrar e irradiar por todos lados para el bien de la Iglesia. ¿Y cómo podrían no recordarlo con gratitud conmovida aquellos que fueron sus amigos, sus hijos y discípulos? Gracias a su paternidad sacerdotal apasionada en comunicar a Cristo, ellos crecieron en la fe como don que da sentido, amplitud humana y esperanza en la vida. Don Giussani fue padre y maestro, fue servidor de todas las inquietudes y situaciones humanas que iba encontrando en su pasión educativa y misionera. La Iglesia reconoce su genialidad pedagógica y teológica, desplegada a partir de un carisma que le fue dado por el Espíritu Santo para la “utilidad común”. No es una mera nostalgia lo que nos lleva a celebrar este centenario, sino la memoria agradecida por su presencia: no solo en nuestras biografías y nuestros corazones, sino en la comunión de los santos, desde donde intercede por todos los suyos.

Sé, queridos amigos, hermanos y hermanas, que no son para nada fáciles los periodos de transición, cuando el padre fundador ya no está físicamente presente. Lo experimentaron muchas fundaciones católicas en el curso de la historia. Es necesario agradecer al padre Julián Carrón por su servicio en la guía del movimiento durante este periodo por haber mantenido firme el timón de la comunión con el pontificado. Sin embargo, no han faltado serios problemas, divisiones y es verdad, también un empobrecimiento en la presencia de un movimiento eclesial tan importante como Comunión y Liberación, del cual la Iglesia y yo mismo, espera más, mucho más. Los tiempos de crisis son tiempos de recapitulación de su extraordinaria historia de caridad, de cultura y misión; son tiempos de discernimiento crítico de lo que ha limitado la potencialidad fecunda del carisma de don Giussani; son tiempos de renovación y relanzamiento misionero a la luz del actual momento eclesial, como también de las necesidades, los sufrimientos y esperanzas de la humanidad contemporánea. La crisis hace crecer. No debe reducirse al conflicto, que anula. La crisis hace crecer.

Seguramente don Giussani está orando por la unidad en todas las articulaciones de su movimiento; seguro. Ustedes saben bien que unidad no quiere decir uniformidad. No tengan miedo de las distintas sensibilidades y de la confrontación en el camino del movimiento. No puede ser diferente en un movimiento en el que todos sus adeptos están llamados a vivir personalmente y a compartir corresponsablemente el carisma recibido. Todos lo viven originalmente y también en comunidad. Eso sí es importante: que la unidad sea más fuerte que las fuerzas dispersoras o de arrastrar viejas contraposiciones. Una unidad con quien y con cuántos guían el movimiento, unidad con los Pastores, unidad en el seguir con atención las indicaciones del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y unidad con el Papa, que es el servidor de la comunión en la verdad y la caridad.

No pierdan su tiempo valioso en habladurías, diferencias y contraposiciones. ¡Por favor! ¡No pierdan el tiempo!

Ahora quisiera recordar algunos aspectos de la rica personalidad de don Giussani: su carisma, su vocación de educador, su amor a la Iglesia.

1. Don Giussani hombre carismático. Fue ciertamente un hombre de gran carisma personal, capaz de atraer a miles de jóvenes y de tocar su corazón. Podemos preguntarnos: ¿de dónde venía su carisma? Provenía de algo que había vivido en primera persona: de joven, con solo quince años, fue deslumbrado por el descubrimiento del misterio de Cristo. Intuyó – no solo con la mente sino con el corazón – que Cristo es el centro unificador de toda la realidad y la respuesta a todas las preguntas humanas, es la realización de todo deseo de felicidad, de bien, de amor, de eternidad presente en el corazón humano. El asombro y la fascinación de este primer encuentro con Cristo nunca lo abandonaron. Como dijo en sus exequias el entonces Cardenal Ratzinger: «Siempre don Giussani tuvo fija la mirada de su vida y de su corazón hacia Cristo. Entendió de esta manera que el cristianismo no es un sistema intelectual, un paquete de dogmas, un moralismo, sino que el cristianismo es un encuentro; una historia de amor; es un acontecimiento». Aquí está la raíz de su carisma. Don Giussani atraía, convencía, convertía los corazones porque transmitía a los demás lo que llevaba dentro después de su experiencia fundamental: la pasión por el hombre y la pasión por Cristo como cumplimiento del hombre. Muchos jóvenes lo siguieron porque los jóvenes tienen un gran olfato. Lo que decía venía de su vivencia y de su corazón, por ello inspiraba confianza, simpatía e interés.

El Presidente dijo que se esfuerzan para que el carisma entregado a don Giussani para el bien de toda la Iglesia produzca siempre nuevos frutos. Ésa es la custodia sabia del don transmitido a ustedes, una custodia que no solo es conservadora del pasado sino que, vivificada por el Espíritu Santo, sabe reconocer y acoger los nuevos brotes de este árbol que es su movimiento, que vive en la tierra buena de la comunión eclesial.

A este respecto se preguntarán: ¿cómo podemos responder a las exigencias de cambio del tiempo presente custodiando el carisma? Ante todo, es importante recordar que no es el carisma el que debe cambiar: este debe ser siempre acogido nuevamente y hecho fructificar en el hoy. Los carismas crecen como crecen las verdades del dogma, de la moral: crecen en plenitud. Son las formas de vivirlo las que pueden constituir un obstáculo o incluso una traición al fin por el cual el carisma fue suscitado por el Espíritu Santo. Reconocer y corregir las modalidades engañosas, ahí donde sea necesario, no es posible si no es con una actitud humilde y bajo la guía sabia de la Iglesia. Y esta actitud de humildad lo resumiría con dos verbos: recordar, es decir traer de nuevo al corazón, recordar el encuentro con el misterio que nos ha conducido hasta aquí; y generar, mirando hacia adelante con confianza, escuchando los gemidos que el Espíritu hoy nuevamente expresa. «El hombre humilde, la mujer humilde considera importante también el futuro, no solo el pasado, porque sabe mirar hacia adelante, sabe mirar los brotes, con la mirada cargada de gratitud. El humilde genera, el humilde invita e impulsa hacia lo que no se conoce. En cambio el soberbio repite, se hace rígido [...], va hacia atrás y se encierra en su repetición, se siente seguro de lo que conoce y teme, siempre teme a lo nuevo porque no puede controlarlo, ahí se siente desestabilizado... ¿por qué? Porque ha perdido la memoria» [1]. Cuiden la memoria del fundador.

Muy queridos, consideran importante el don precioso de su carisma y la Fraternidad que lo custodia, porque ello puede hacer “florecer” aún muchas vidas, como dieron testimonio Hassina y Rose. La potencialidad de su carisma está todavía en gran parte por descubrirse, aún hay una gran parte por descubrir; los invito por ello a huir de todo re-plegamiento sobre ustedes mismos, del miedo – el miedo nunca te llevará a buen puerto – y del cansancio espiritual, que te lleva a la pereza espiritual. Los animo a buscar las formas y lenguajes adecuados para que el carisma que don Giussani les entregó llegue a nuevas personas y nuevos ambientes, para que sepa hablar al mundo de hoy, que ha cambiado con respecto a los inicios de su movimiento. ¡Hay muchos hombres y mujeres que aún no han tenido ese encuentro con el Señor que cambio y ha hecho hermosa su vida!

2. Segundo aspecto: don Giussani educador. Desde los primeros años de su ministerio sacerdotal, Ante el desconcierto y la ignorancia religiosa de muchos jóvenes, don Giussani sintió la urgencia de comunicarles el encuentro con la persona de Jesús que él mismo había experimentado. Don Luigi tenía una capacidad única para activar la búsqueda sincera del sentido de la vida en el corazón de los jóvenes, de despertar su deseo de verdad. Como verdadero apóstol, cuando veía que en los jóvenes se había encendido esta sed, no tenía miedo de presentarles la fe cristiana. Pero sin nunca imponer nada. Su acercamiento dio origen a muchas personas libres, que se adhirieron al cristianismo con convicción y pasión; no por costumbre, no por conformismo, sino de manera personal y creativa. Don Giussani tenía una gran sensibilidad para respetar el carácter de cada uno, su temperamento, sus dones. No quería personas iguales y no quería mucho menos que todos lo imitaran, que cada uno fuera original, como Dios lo hizo. Y de hecho esos jóvenes, creciendo, se convirtieron, cada uno según su propia inclinación, en presencias significativas en distintos campos, ya sea en el periodismo, en la escuela, en las obras caritativas y de promoción social.

Esa, amigos, es una gran herencia espiritual que les dejó don Giussani. Los exhorto a alimentar en ustedes su pasión educativa, su amor por los jóvenes, su amor por la libertad y la responsabilidad personal de cada uno ante su propio destino, su respeto por la unicidad irrepetible de cada hombre y cada mujer.

3. Y tercero: Giussani hijo de la Iglesia. Don Giussani fue un sacerdote que amó mucho a la Iglesia. Incluso en tiempos de desconcierto y de fuerte contestación de las instituciones, siempre mantuvo con firmeza su fidelidad a la iglesia, por la cual alimentaba un gran afecto – ¡amor! –, casi una ternura y al mismo tiempo una gran reverencia, porque creía que ella es la continuación de Cristo en la historia. Decía: «Tú encontraste esta compañía: esta es la forma en que el misterio de Jesús [...] tocó a la puerta de tu casa» [2]. Usaba esta hermosa expresión: la “compañía”. Los grupos del movimiento eran para él una “compañía” de personas que habían encontrado a Cristo. Y, en definitiva, la Iglesia misma es la “compañía” de los bautizados que tienen todo en común, de la cual todo trae vida y que nos mantiene en el camino correcto.

Don Giussani enseñó a tener respeto y amor filial por la Iglesia y, con gran equilibrio, supo siempre tener juntos el carisma y la autoridad, que son complementarios, ambos necesarios. Ustedes cantan a menudo en sus encuentros el canto “El camino”. Giussani, precisamente usando la metáfora del camino decía: « la autoridad asegura el camino correcto, el carisma hace bello el camino» [3]. Sin autoridad se corre el riesgo de salirse del camino, de ir en una dirección equivocada. Pero sin el carisma el camino corre el riesgo de volverse aburrido, ya no atractivo para la gente de ese particular momento histórico.

También entre ustedes, algunos son encargados de una tarea de autoridad y gobierno, para servir a todos los demás e indicar el camino correcto. Esto consiste, en concreto, en guiar y representar al movimiento, en favorecer su desarrollo, en llevar adelante proyectos apostólicos específicos, en asegurar la fidelidad al carisma, en tutelar a los miembros del movimiento, en promover su camino Cristiano y su formación humana y espiritual. Pero junto al servicio de la autoridad es fundamental que, en todos los miembros de la Fraternidad, permanezca vivo el carisma, para que la vida cristiana conserve siempre la fascinación del primer encuentro. nunca se olviden de esa primera Galilea del llamado, de esa primera Galilea del encuentro. Siempre volver ahí, a esa primera Galilea que cada uno de nosotros ha vivido. Eso nos dará fuerza para caminar siempre en obediencia en la Iglesia. Eso es lo que “hace bello el camino”. Así los movimientos eclesiales contribuyen, con sus carismas, a mostrar el carácter atrayente y de novedad del cristianismo; Y a la autoridad de la Iglesia le corresponde señalar con sabiduría y prudencia sobre qué camino deben andar los movimientos, para permanecer fieles a sí mismos y a la misión que Dios les ha encomendado. Con palabras de don Giussani podemos afirmar que «es una exigencia irrenunciable de la encarnación este continuo intercambio entre institución y carisma. De ninguna manera esta relación entre gracia y libertad puede ser pensada en alternativa dialéctica, de manera que la institución no sea el carisma y que el carisma no necesite de la institución. Un carisma debe institucionalizarse. Y una institución debe mantener la dimensión carismática. Ellas son finalmente la única realidad de la Iglesia. ¿Se podría quizá pensar en el organismo humano sin el esqueleto que lo sostiene? De igual forma no es pensable que la Iglesia viva sin institución» [4].

Ustedes saben que el descubrimiento de un carisma pasa siempre a través del encuentro con personas concretas. Estas personas son testigos que nos permiten acercarnos a una realidad más grande, que es la comunidad cristiana, la Iglesia. Es en la Iglesia que el encuentro con Cristo permanece vivo. Es la Iglesia el lugar en que todos los carismas son custodiados, alimentados y profundizados. Pensemos, en los Hechos de los Apóstoles, en el episodio de Felipe y el eunuco, funcionario de la reina de Etiopía. Felipe fue determinante para su conversión, él fue el mediador del encuentro con Cristo para aquel hombre en busca de la verdad. Y bien, ¿cómo termina este episodio? Felipe bautiza al eunuco y el texto dice: «Cuando salieron del agua, El Espíritu del Señor tomó a Felipe y el eunuco no lo vio más» (Hch 8, 39). “¡No lo vio más!” ¡Después de haberlo conducido a Cristo, Felipe desaparece de la vida del eunuco! Pero la alegría del encuentro con Cristo permanece, – ¡esa alegría del encuentro permanece siempre! –de hecho el relato agrega: «Y lleno de alegría, continuaba su camino». Todos estamos llamados a esto: ser mediadores para los demás del encuentro con Cristo y después dejar que ellos recorran su camino, sin ligarlos a nosotros.

Y, para concluir, quisiera pedirles una ayuda concreta para hoy, para este tiempo. Los invito a acompañarme en la profecía por la paz – ¡Cristo, Señor de la paz! El mundo cada vez más violento y guerrero en verdad me asusta, lo digo de verdad: me asusta –; en la profecía que indica la presencia de Dios en los pobres, en cuantos están abandonados y vulnerables, condenados o hechos a un lado en la construcción social; en la profecía que anuncia la presencia de Dios en toda nación y cultura, yendo al encuentro de las aspiraciones de amor y verdad, de justicia y felicidad que pertenecen al corazón humano y que palpitan en la vida de los pueblos. Que arda en sus corazones esta santa inquietud profética y misionera. No se queden quietos.

Muy queridos, amen siempre a la Iglesia. Amen y preserven la unidad de su “compañía”. No dejen que su Fraternidad sea herida por divisiones y contraposiciones, que le hacen el juegos al maligno; es su oficio: dividir, siempre. Incluso en los momentos difíciles pueden ser momentos de gracia y pueden ser momentos de renacimiento. Comunión y Liberación nació precisamente en un tiempo de crisis como fue el ‘68. Y después don Giussani no se asustó de los momentos de paso y crecimiento de la Fraternidad, sino que los enfrentó con valentía evangélica, encomendándose a Cristo y en comunión con la madre Iglesia.

Agradezcamos juntos al señor hoy por el don de don Giussani. Invoquemos al Espíritu Santo y la intercesión de la Virgen María, para que todos ustedes puedan continuar, unidos y alegres, en el camino que él nos mostró con libertad, creatividad y valentía. De corazón los bendigo. Y por favor, les pido orar por mí. Gracias.


[1] Discurso al Colegio Cardenalicio y a la Curia Romana, 23 de diciembre 2021.

[2] L. Giussani, Del temperamento a un método. Los libros del espíritu Cristiano: casi Tischreden, 6, Milán 2002, p. 7.

[3] id., Un acontecimiento en la vida del hombre, Milán 2020, p. 49.

[4] id., Suplemento de Litterae Communionis-LC, n. 11/1985.

Comentarios