ÁNGELUS DEL PAPA: PUTIN DETENGA LA GUERRA. ZELENSKY ÁBRASE A SERIAS PROPUESTAS DE PAZ (02/10/2022)

Un llamado directo del Papa Francisco al presidente de Rusia, Vladimir Putin, para que detenga la guerra, uno al presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, para abrirse a propuestas serias de paz, un profundo dolor por la sangre derramada y una firme condena al riesgo de una escalada nuclear de consecuencias catastróficas. La alocución del Santo Padre antes del Ángelus de este 2 de octubre no fue dedicada como de costumbre a una reflexión sobre el Evangelio del día, sino a un consistente y amplio llamado para poner fin a la guerra, la de Ucrania, “una herida terrible e inconcebible” que amenaza con la destrucción total, “un error y un horror”. Compartimos a continuación el texto de la alocución del Papa, traducido del italiano:

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El avance de la guerra en Ucrania se ha vuelto tan grave, devastador y amenazador que suscita gran preocupación. Por eso hoy quisiera dedicarle toda la reflexión antes del Ángelus. De hecho, esta terrible e inconcebible herida de la humanidad, en vez de cicatrizarse, sigue sangrando cada vez más, con el riesgo de agrandarse.

Me afligen los ríos de sangre y lágrimas derramados en estos meses. Me duelen las miles de víctimas, particularmente entre los niños, y las muchas destrucciones, que han dejado sin casa a muchas personas y familias y amenazan con el frío y el hambre a vastos territorios. ¡Ciertas acciones nunca pueden ser justificadas, nunca! Es angustiante que el mundo esté aprendiendo la geografía de Ucrania a través de nombres como Bucha, Irpín, Mariúpol, Izium, Zaporiyia y otras localidades, que se han convertido en lugares de sufrimiento y miedo indescriptibles. ¿Y qué decir del hecho de que la humanidad se encuentra una vez más ante la amenaza atómica? Es absurdo.

¿Qué más tiene que pasar? ¿Cuánta sangre debe correr aún para que entendamos que la guerra nunca es una solución, sino solo destrucción? En nombre de Dios y en nombre del sentido de humanidad que habita en cada corazón, renuevo mi llamado para que se llegue inmediatamente a un cese al fuego. Que callen las armas y se busquen las condiciones para iniciar negociaciones capaces de conducir a soluciones no impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables. Y serán tales si se fundan en el respeto del sacrosanto valor de la vida humana, así como de la soberanía e integridad territorial de cada país, como también de los derechos de las minorías y de sus legítimas preocupaciones.

Deploro vivamente la grave situación que se ha creado en los últimos días, con nuevas acciones contrarias a los principios del derecho internacional. Ésta, de hecho, aumenta el riesgo de una escalada nuclear, hasta el punto en que hacen temer consecuencias incontrolables y catastróficas a nivel mundial.

Mi llamado se dirige ante todo al Presidente de la Federación Rusa, suplicándole que detenga, también por amor a su pueblo, esta espiral de violencia y muerte. Por otro lado, entristecido por el inmenso sufrimiento de la población ucraniana tras la agresión sufrida, dirijo un llamado igualmente confiado al Presidente de Ucrania a estar abierto a serias propuestas de paz. A todos los protagonistas de la vida internacional y a los responsables políticos de las naciones, les pido con insistencia que hagan todo lo que esté en sus posibilidades para poner fin a la guerra en curso, sin dejarse arrastrar en peligrosas escaladas, y para promover y apoyar iniciativas de diálogo. ¡Por favor, hagamos respirar a las jóvenes generaciones el aire sano de la paz, no el aire contaminado de la guerra, que es una locura!

Después de siete meses de hostilidades, que se recurra a todos los instrumentos diplomáticos, incluso aquellos que hasta ahora no se han utilizado, para hacer terminar esta terrible tragedia. ¡La guerra en sí misma es un error y un horror!

Confiamos en la misericordia de Dios, que puede cambiar los corazones y en la maternal intercesión de la Reina de la Paz, en el momento en que se eleva la Súplica a la Virgen del Rosario de Pompeya, espiritualmente unidos a los fieles reunidos en su Santuario y en muchas partes del mundo.

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