EL ESPÍRITU NOS PROTEGE DEL ENVEJECIMIENTO INTERIOR, NOS HACE VALIENTES: PALABRAS DEL PAPA A CATÓLICOS FRANCÓFONOS (14/10/2022)

La mañana de este 14 de octubre, el Santo Padre recibió en audiencia, en la Sala del Consistorio del Palacio Vaticano, a los participantes en las Jornadas Pastorales de las Comunidades católicas francófonas en el mundo. “Los animo a seguir caminando juntos cada día, todos unidos, bajo la guía del Espíritu Santo, para ser Iglesia en salida, que no tiene miedo de ir al extraño, al hermano que espera que le llevemos la Buena Noticia del amor misericordioso de Dios hacia todo hombre”, dijo el Papa Francisco en su alocución que transcribimos a continuación, traducida del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco a Mons. Denis Jachiet por sus palabras. Me alegra recibirlos a ustedes, miembros de las comunidades católicas francófonas del mundo, acompañados por los hermanos Obispos, a quienes de corazón saludo y agradezco. Juntos organizaron este encuentro, en ocasión de sus Jornadas Pastorales. Sus comunidades unen a los francófonos que, viviendo en el extranjero, buscan compartir la fraternidad para vivir juntos la alegría del Evangelio. Les agradezco por haber venido y extiendo mi saludo a todos los francófonos que pertenecen a sus comunidades.

Estas Jornadas de formación pastoral que se realizan en Roma, reflexionando juntos sobre el proceso sinodal de la Iglesia, son un signo de comunión: comunión de sus comunidades locales con las Diócesis en que se encuentran; comunión con la Iglesia en Francia; y comunión con el Papa y la Iglesia universal. Quisiera compartir con ustedes alguna inspiración tomada de la palabra de Dios y dirigida a su profundización sobre la sinodalidad en la Iglesia.

Lo primero que anoto es que los discípulos de Jesús, después de su Ascensión, comenzaron a reunirse en el Cenáculo. Están todos unidos “con un solo corazón” (cf. Hch 1, 14). También nosotros estamos llamados a encontrarnos y a permanecer unidos y a dirigirnos hacia los demás, para dejarnos interpelar por las preguntas de nuestros hermanos, para ayudarnos mutuamente y enriquecernos en la diversidad de los carismas, las vocaciones y los ministerios. Fortalecidos por nuestras diversidades culturales, por las diferencias de enfoque de la fe, nos volvemos a expertos en el arte del encuentro. Y eso es muy importante: el arte del encuentro. Ustedes tienen la gran oportunidad de poder vivirla en los países en que se encuentran. Con los cristianos del lugar están llamados a formar un solo corazón, hacer una comunidad no cerrada en sí misma en un aislamiento estéril, sino como parte activa de la Iglesia local. Encontrar los rostros, cruzar las miradas, compartir la historia de cada uno: esa es la cercanía de Jesús que estamos llamados a vivir. Un encuentro puede cambiar una vida. Y el Evangelio está lleno de estos encuentros con Jesús que levantan y sanan. El encuentro requiere apertura, valentía, disponibilidad o dejarse interpelar por la historia del otro. El encuentro nos transforma y nos abre siempre nuevos caminos que no habíamos imaginado. ¡Eso se descubre muy rápido cuando se vive en el extranjero!

En el relato de los Hechos de los Apóstoles, es importante también notar que los discípulos se reúnen para orar asiduamente: la oración, que nosotros olvidamos muy a menudo y que es necesaria para escuchar lo que el Espíritu quiere decir a la Iglesia. El Sínodo es un camino de discernimiento espiritual, de discernimiento eclesial, que se realiza sobre todo en la adoración, en la oración, en el contacto con la Palabra de Dios y no a partir de nuestra voluntad, de nuestras ideas o nuestros proyectos. La sinodalidad presupone la escucha: debemos desarrollar la escucha en la Iglesia. Es así que Dios nos muestra el camino a seguir, haciéndonos salir de nuestras costumbres, llamándonos a emprender nuevos caminos como Abraham. Necesitamos escuchar a Dios que nos habla y no sólo escucharlo de manera distraída. Porque la Palabra de Dios es «viva, eficaz y más cortante que una espada de doble filo» (Hb 4, 12). Es la escucha de su palabra la que nos abre al discernimiento y nos ilumina. Si ella no está en el corazón y en la base de la sinodalidad, corremos el riesgo de reducir este tiempo de gracia a una enésima reunión eclesial o a un coloquio de estudio, o a una especie de parlamento.

El Sínodo no es un parlamento, que quede claro, es otra cosa. ¿Por qué no es un parlamento? Porque el personaje más importante en el Sínodo es el Espíritu Santo. Nosotros hablamos, pero no es un parlamento. El Sínodo es un momento de gracia, un proceso guiado por el Espíritu que hace nuevas todas las cosas, que nos libera de la mundanidad, de nuestras razones, de nuestros esquemas pastorales repetitivos y del miedo. Nos llama a interrogarnos sobre lo que Dios quiere decirnos en este tiempo, hoy, y sobre la dirección en la que desea conducirnos. ¿Hoy, Dios, qué me dice? Hoy, no ayer, hoy. No ser “regresionistas”: regresar al ayer. No, hoy, mirando al futuro.

Finalmente – dice el relato – «mientras se cumplía el día de Pentecostés [...] todos fueron colmados del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, en la forma en que el Espíritu les daba el poder de expresarse» (Hch 2, 1.4). La acción del Espíritu libera a los discípulos paralizados por el miedo. Vence sus resistencias humanas. Ensancha y abre sus corazones. Es este cambio de corazones el que nos permitirá cambiar el mundo, renovar el rostro de la Iglesia. El Espíritu, que habita en nosotros, protege del envejecimiento interior, nos hace valientes para llevar el Evangelio a todos, de manera siempre nueva. Nosotros los cristianos no podemos contentarnos con ser iluminados e inflamados por el Espíritu, enriquecidos por sus dones, sin sentirnos llamados a comunicar este fuego, a dar testimonio de las «maravillas de Dios» (Hch 2, 11) en nuestra vida, con la calidad de nuestros encuentros, de nuestra escucha y nuestro amor fraterno. Esto hicieron los apóstoles el día de Pentecostés: era un desorden total, nadie entendía nada, era todo un desorden... ¿Pero quién fue el autor del desorden? El Espíritu. Para después traer la armonía desde el desorden. Es curioso: la armonía del Espíritu no es una lógica, no, hace lo que hizo el día de Pentecostés, nadie entendía nada. Y después se fueron todos en esta nueva armonía.

Queridos amigos, les agradezco por haber venido y los animo a seguir caminando juntos cada día, todos unidos, bajo la guía del Espíritu Santo, para ser Iglesia en salida, que no tiene miedo de ir hacia el extranjero, hacia el hermano que espera que le llevemos la buena noticia del amor misericordioso de Dios por todo hombre: el mensaje de Dios. Y todos ustedes, aquí presentes, aprovechen lo que se les ha concedido vivir en contacto con otras culturas, con otros hermanos de distintas partes del mundo. Su experiencia y sus encuentros enriquecerán el movimiento sinodal de toda la Iglesia. Encomiendo a todos ustedes a la intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, para que ella nos conduzca cada vez más al encuentro con Cristo y nos mantenga unidos en la iglesia bajo su manto materno; pidámosle a ella, Madre de todos, que guíe nuestro camino. Los bendigo a todos de corazón. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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