UNA VOCACIÓN, UNA CULTURA Y UN PACTO: MENSAJE DEL PAPA A LOS PARTICIPANTES EN EL EVENTO “ECONOMÍA DE FRANCISCO” (02/21/2021)

Este 2 de octubre se celebra en Asís, Italia, de manera online, un encuentro internacional promovido por el movimiento Economía de Francisco que reúne a jóvenes economistas y empresarios de todo el mundo en un compromiso común con la economía. Este evento se realiza en preparación del evento convocado por el Santo Padre para el otoño de 2022. Con tal motivo, el Papa Francisco les dirigió un mensaje en video, originalmente en italiano, cuyo texto traducido al español, compartimos a continuación:

Queridos jóvenes:

Los saludo con afecto, contento de encontrarles —aunque sea virtualmente— en este su segundo evento. En estos meses, me han llegado muchas noticias sobre las experiencias e iniciativas que han construido juntos y quiero agradecerles el entusiasmo con el que llevan adelante esta misión de dar un alma nueva a la economía.

La pandemia del COVID-19 no sólo nos ha revelado las profundas desigualdades que infectan nuestras sociedades: también las ha amplificado. Desde la aparición de un virus proveniente del mundo animal, nuestras comunidades han sufrido el gran aumento del desempleo, la pobreza, las desigualdades, el hambre y la exclusión de la atención de salud necesaria. No olvidemos que unos pocos han aprovechado la pandemia para enriquecerse y encerrarse en su propia realidad. Todos estos sufrimientos recaen de forma desproporcionada en nuestros hermanos y hermanas más pobres.

En estos dos años, nos hemos enfrentado a todos nuestros fracasos en el cuidado de nuestra casa y familia común. A menudo nos olvidamos de la importancia de la cooperación humana y la solidaridad global; frecuentemente olvidamos también que la existencia de una relación de reciprocidad responsable entre nosotros y la naturaleza. La Tierra nos precede y nos ha sido dada, y este es un elemento clave en nuestra relación con los bienes de la Tierra y, por tanto, premisa fundamental para nuestros sistemas económicos. Somos administradores de los bienes, no dueños. A pesar de ello, la economía enferma que mata, nace de la suposición de que somos propietarios de la creación, capaces de explotarla para nuestros intereses y crecimiento. La pandemia nos ha recordado este profundo vínculo de reciprocidad; nos recuerda que hemos sido llamados a custodiar los bienes que la creación regala a todos; nos recuerda nuestro deber de trabajar y distribuir estos bienes para que nadie sea excluido. Por último, nos recuerda también que, inmersos en un mar común, debemos acoger la exigencia de una nueva fraternidad. Este es un tiempo favorable para volver a sentir que necesitamos los unos de los otros, que tenemos una responsabilidad hacia los demás y hacia el mundo.

La calidad del desarrollo de los pueblos y de la Tierra depende sobre todo de los bienes comunes. Por eso debemos buscar nuevos caminos para regenerar la economía en la era post-COVID-19 para que sea más justa, sustentable y solidaria, es decir, más común. Necesitamos procesos más circulares, para producir y no desperdiciar los recursos de nuestra Tierra, formas más equitativas de vender y distribuir los bienes, y comportamientos más responsables cuando consumimos. También es necesario un nuevo paradigma integral, capaz de formar a las nuevas generaciones de economistas y empresarios, en el respeto de nuestra interconexión con la Tierra. Ustedes, en la “Economía de Francisco” como en tantos otros grupos de jóvenes, están trabajando con el mismo propósito. Ustedes pueden brindar esta nueva mirada y este ejemplo de una nueva economía.

Hoy nuestra madre Tierra gime y nos advierte que nos acercamos a umbrales peligrosos. Ustedes son quizá la última generación que puede salvarnos, no exagero. A la luz de esta emergencia, su creatividad y su resiliencia implican una gran responsabilidad. Espero que puedan utilizar esos dones para corregir los errores del pasado y dirigirnos hacia una nueva economía más solidaria, sustentable e inclusiva.

Esta misión de la economía, sin embargo, incluye la regeneración de todos nuestros sistemas sociales: inculcando los valores de la fraternidad, de la solidaridad, del cuidado de nuestra Tierra y de los bienes comunes en todas nuestras estructuras podremos afrontar los retos más grandes de nuestro tiempo, desde el hambre y la malnutrición hasta la distribución equitativa de las vacunas contra el COVID-19. Debemos trabajar juntos y soñar en grande. Con la mirada fija en Jesús, encontraremos la inspiración para idear un nuevo mundo y el valor para caminar juntos hacia un futuro mejor.

A ustedes, jóvenes, renuevo la tarea de volver a poner la fraternidad en el centro de la economía. Nunca como en este tiempo sentimos la necesidad de jóvenes que sepan, mediante el estudio y la práctica, demostrar que una economía diferente existe. No se desanimen: déjense guiar por el amor del Evangelio, que es la fuente de todo cambio y que nos exhorta a entrar en las heridas de la historia y a resurgir. Déjense impulsar con creatividad en la construcción de tiempos nuevos, sensibles a la voz de los pobres y comprométanse a incluirles en la construcción de nuestro futuro común. Nuestro tiempo, por la importancia y la urgencia que tiene la economía, necesita una nueva generación de economistas que vivan el Evangelio en las empresas, las escuelas, las fábricas, los bancos, dentro de los mercados. Sigan el testimonio de aquellos nuevos mercaderes a los que Jesús no echa del templo, porque son sus amigos y aliados de su Reino.

Queridos jóvenes, hagan surgir sus ideas, sus sueños y, a través de ellos lleven al mundo, a la Iglesia y a otros jóvenes. la profecía y la belleza de las que son capaces. Ustedes no son el futuro, son el presente. Otro presente. El mundo necesita vuestro valor. Ahora. ¡Gracias!

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