LA COP 26 ESTÁ LLAMADA A OFRECER RESPUESTAS EFICACES: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO “FE Y CIENCIA” (04/10/2021)

La mañana de este 4 de octubre, el Papa Francisco reunió en la Sala de las Bendiciones del Vaticano, a expertos y líderes religiosos en el encuentro “Fe y Ciencia”, durante el cual se firmó un Llamado conjunto con vistas a la próxima COP26 en Glasgow. El Pontífice no leyó, sino que entregó a los participantes su discurso escrito, en el que ofreció a los asistentes “tres conceptos para reflexionar sobre esta colaboración: la mirada de la interdependencia y del compartir, el motor del amor y la vocación al respeto”. Transcribimos a continuación, el texto completo de su discurso escrito, traducido del italiano:

Jefes y representantes religiosos, Excelencias, queridos amigos.

Gracias a todos por estar aquí reunidos, mostrando el deseo de un diálogo profundo entre nosotros y con los expertos de la ciencia. Me permito ofrecerles tres conceptos para reflexionar sobre esta colaboración: la mirada de la interdependencia y del compartir, el motor del amor y la vocación al respeto.

1. Todo está conectado, en el mundo todo está íntimamente unido. No sólo la ciencia, sino también nuestros credos y nuestras tradiciones espirituales sacan a la luz esta conexión que existe entre todos nosotros y el resto de la creación. Reconocemos los signos de la armonía divina presente en el mundo natural: ninguna criatura se basta a sí misma; cada una existe sólo en dependencia de otras, para complementarse mutuamente, al servicio una de otra. [1] Casi podríamos decir que cada una fue donada por el Creador a las demás, para que en la relación de amor y de respeto puedan crecer y realizarse en plenitud. Plantas, aguas, seres animados son guiados por una ley impresa por Dios en ellos para el bien de toda la creación.

Reconocer que el mundo está interconectado significa no sólo comprender las consecuencias dañinas de nuestras acciones, sino también identificar comportamientos y soluciones que deben adoptarse con mirada abierta a la interdependencia y al compartir. No se puede actuar solos, es fundamental el compromiso de cada uno por el cuidado de los demás y del ambiente, el compromiso que lleve a un cambio de ruta tan urgente y que se alimenta también de la propia fe y espiritualidad. Para los cristianos, la mirada de la interdependencia surge del misterio mismo del Dios Trino: «La persona humana más crece, más madura y más se santifica en la medida que más entra en relación, cuando sale de sí misma para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario que Dios ha impreso en ella desde su creación». [2]

El encuentro de hoy, que une a muchas culturas y espiritualidades en un espíritu de fraternidad, no hace más que reforzar la conciencia de que somos miembros de una única familia humana: tenemos cada uno nuestra propia fe y tradición espiritual, pero no hay fronteras y barreras culturales, políticas o sociales que permitan aislarnos. Para iluminar esta mirada queremos comprometernos con un futuro modelado por la interdependencia y la corresponsabilidad.

2. Este compromiso se debe solicitar continuamente al motor del amor: «Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando hace salir a la persona de sí misma hacia el otro». [3] Sin embargo, la fuerza propulsora del amor no se “pone en movimiento” una vez y para siempre, sino que se reaviva día a día; esta es una de las grandes contribuciones que nuestros credos y tradiciones espirituales pueden ofrecer para facilitar este cambio de ruta que tanto necesitamos.

El amor es espejo de una vida espiritual vivida intensamente. Un amor que se extiende a todos, más allá de las fronteras culturales, políticas y sociales; un amor que integra, también y sobre todo en beneficio de los últimos, quienes a menudo son los que nos enseñan a superar las barreras del egoísmo y a romper las paredes del yo.

Es este un desafío que nos pone frente a la necesidad de contrastar esa cultura del descarte, que parece prevalecer en nuestra sociedad y que se sedimenta sobre aquellas que nuestro Llamado conjunto llama las “semillas de conflicto: avidez, indiferencia, ignorancia, miedo, injusticia, inseguridad y violencia”. Son estas mismas semillas de conflicto las que provocan las graves heridas que infringimos al ambiente como los cambios climáticos, la desertificación, la contaminación, la pérdida de biodiversidad, llevando a la rotura de «esa alianza entre ser humano y ambiente que debe ser espejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual estamos en camino». [4]

Tal desafío a favor de una cultura del cuidado de nuestra casa común y también de nosotros mismos tiene el sabor de la esperanza, porque no hay duda que la humanidad nunca ha tenido tantos medios para alcanzar tal objetivo como los que tiene hoy. Este mismo desafío se puede afrontar sobre varios ámbitos; en particular quisiera subrayar dos: el del ejemplo y la acción, y el de la educación. En ambos ámbitos, nosotros, inspirados por nuestros credos y tradiciones espirituales, podemos ofrecer importantes contribuciones. Son muchas las posibilidades que surgen, como por otra parte pone en evidencia el Llamado conjunto, en el que se ilustran también varios recorridos educativos y formativos que podemos desarrollar a favor del cuidado de nuestra casa común.

3. Este cuidado es también una vocación al respeto. Respeto por la creación, respeto por el prójimo, respeto por sí mismos y respeto ante el Creador. Pero también respeto reciproco entre fe y ciencia, para «entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de una red de respeto y de fraternidad». [5]

Un respeto que no es mero reconocimiento abstracto y pasivo del otro, sino vivido de manera empática y activa, con el deseo de conocer al otro y entrar en diálogo con él para caminar juntos en este viaje común, sabiendo bien que, como también está indicado en el Llamado: «lo que podemos obtener depende no sólo de las oportunidades y de los recursos, sino también de la esperanza, de la valentía y de la buena voluntad».

La mirada de la interdependencia y del compartir, el motor del amor y la vocación al respeto. He aquí tres claves de lectura que me parece iluminan nuestro trabajo para el cuidado de la casa común. La COP26 de Glasgow está llamada, urgentemente, a ofrecer respuestas eficaces a la crisis ecológica sin precedentes y a la crisis de valores que vivimos, y así ofrecer una esperanza concreta a las generaciones futuras: deseamos acompañarla con nuestro compromiso y nuestra cercanía espiritual.


[1] cf. Carta Enc. Laudato si’, 86.

[2] ibíd., 240.

[3] Carta Enc. Fratelli tutti, 88.

[4] Benedicto XVI, Carta Enc. Caritas in veritate, 50.

[5] Carta Enc. Laudato si’, 201.

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