ANTEPONER EL ENFERMO A LA ENFERMEDAD, SEGÚN LA VISIÓN CRISTIANA: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE LA “BIOMEDICAL UNIVERSITY FOUNDATION” (18/10/2021)

Después del mediodía de este 18 de octubre, el Papa Francisco recibió en audiencia, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a cincuenta miembros de la “Biomedical University Foundation” de la Universidad Campus Biomédico. Al saludar a los presentes el Pontífice se dirigió de modo especial al Prof. Paolo Arullani, Presidente de la Fundación, a quien agradeció las palabras que le dirigió en nombre de los presentes y manifestó su satisfacción por este encuentro que se lleva a cabo en el día en que se celebra a San Lucas, a quien el Apóstol Pablo llama “el querido médico”. El Papa les recordó que “el amor al hombre, especialmente en su condición de fragilidad, en el que se transparenta viva la imagen de Jesús Crucificado, es específico de una realidad cristiana y no debe perderse nunca”. Compartimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Les doy la bienvenida y les agradezco su presencia y el regalo. Agradezco al Prof. Paolo Arullani, Presidente de la Fundación, por las palabras que me ha dirigido en su nombre. Es un placer conocerlos en persona en el día en que festejamos a San Lucas, a quien el Apóstol Pablo llama «el querido médico» (Col 4, 14).

He aceptado con gusto la propuesta de encontrarlos por lo que conozco del Campus Bio-Médico de Roma. Sé lo difícil que es hoy en día llevar a cabo un trabajo en el ámbito de la salud, especialmente cuando, como sucede en su Policlínico, se apuesta no sólo por la asistencia, sino también por la investigación para proporcionar a los enfermos las terapias más idóneas, y sobre se hace con amor a la persona. Anteponer al enfermo a la enfermedad: es esencial en todos los campos de la medicina; es fundamental para que el tratamiento sea verdaderamente eso, sea verdaderamente integral, verdaderamente humano. El enfermo antes que la enfermedad. A esto los animó el Beato Álvaro del Portillo: a ponerse cada día al servicio de la persona humana en su integralidad. Les agradezco por esto, es muy agradable a Dios.

La centralidad de la persona, que está en la base de su compromiso en la asistencia, pero también con la didáctica y la investigación, los ayuda a reforzar una visión unitaria, sinérgica. Una visión que no pone en primer lugar ideas, técnicas y proyectos, sino al hombre concreto, al paciente, al que hay que cuidar sabiendo su historia, conociendo su experiencia, estableciendo relaciones amistosas, que sanan el corazón. El amor al hombre, sobre todo en su condición de fragilidad, en que se transparenta viva la imagen de Jesús Crucificado, es específico de una realidad cristiana y no debe perderse nunca.

La Fundación y el Campus Bio-Médico, y los servicios de salud católicos en general, están llamados a testimoniar con hechos que no existen vidas indignas o que descartar porque no responden al criterio de la utilidad o a las exigencias del beneficio. Estamos viviendo una verdadera cultura del descarte; es, un poco, el aire que se respira y debemos reaccionar contra esta cultura del descarte. Toda estructura de salud, en particular los de inspiración cristiana, debería ser el lugar donde se practica el cuidado de la persona y del que se pueda decir: “Aquí no se ven sólo médicos y enfermos, sino personas que se acogen y se ayudan: aquí se toca con la mano la terapia de la dignidad humana”. Y ésta nunca puede negociarse, debe ser siempre defendida.

Poner al centro el cuidado de la persona entonces, sin olvidar la importancia de la ciencia y la investigación. Porque el cuidado sin ciencia es vano, como la ciencia sin cuidado es estéril. Los dos van juntos, y sólo juntos hacen de la medicina un arte, un arte que involucra cabeza y corazón, que conjuga conocimiento y compasión, profesionalismo y piedad, competencia y empatía.

Queridos amigos, gracias porque favorecen un desarrollo humano de la investigación. Desgraciadamente, a menudo, se persiguen los caminos redituables de las utilidades, olvidando que antes de las oportunidades de ganancia están las necesidades de los enfermos. Éstas evolucionan continuamente y es necesario por ello estar prepararse para hacer frente a patologías y afecciones siempre nuevas. Tengo en mente, entre otras, las de muchos ancianos y las relacionadas con las muchas enfermedades raras, que no se sabe qué son, todavía no hay investigaciones para entenderlas bien… Además de promover la investigación, ayudan a quienes no tienen medios económicos para sostener los gastos universitarios y enfrentan costos considerables que el presupuesto ordinario no puede sostener. Pienso, en particular, en el esfuerzo que ya enfrentado para el Centro COVID, la sala de urgencias y el reciente proyecto del Hospice.

Todo esto es muy bueno, es hermoso hacer frente a mayores emergencias con aperturas cada vez más grandes. Y es importante hacerlo juntos. Subrayo esta palabra sencilla y al mismo tiempo difícil de vivir: juntos. La pandemia nos ha mostrado la importancia de conectarnos, de colaborar, de enfrentar unidos los problemas comunes. Las instituciones de salud, en particular las católicas, necesitan y necesitarán cada vez más esto, estar en red, que es una forma de expresar el conjunto. Ya no es tiempo de seguir de forma aislada el propio carisma. La caridad exige el don: el saber se comparte, la competencia se intercambia, la ciencia se pone en común.

La ciencia —digo—, no sólo los productos de la ciencia que, si se ofrecen solos, se quedan como vendoletes capaces de taponar el mal, pero no de curarlo en profundidad. Esto es válido por ejemplo para las vacunas: es urgente ayudar a los países que tienen menos, pero hay que hacerlo con planes de largo alcance, no sólo motivados por la prisa de las naciones ricas por estar más seguras. Los medicamentos deben distribuirse con dignidad, no como limosnas piadosas. Para hacer el bien de verdad, es necesario promover la ciencia y su aplicación integral: entender los contextos, enraizar los tratamientos, fomentar la cultura de la salud. No es fácil, es una verdadera misión, y espero que las instituciones de salud católicas sean en este sentido cada vez más activas, como expresión de una Iglesia extrovertida, de una Iglesia en salida.

Los animo a seguir en esta dirección, acogiendo su trabajo como un servicio a las inspiraciones y sorpresas del Espíritu, que a lo largo del camino los hace encontrar tantas situaciones necesitadas de cercanía y compasión. Hago oración por ustedes, renuevo mi gratitud y les doy la Bendición. Y les pido, por favor, que sigan orando por mí. Gracias.

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