EL AMOR DE DIOS NUNCA ES ESTÁTICO: MENSAJE DEL PAPA A LA 49ª. SEMANA SOCIAL DE LOS CATÓLICOS ITALIANOS (21/10/2021)

Se hizo público este 21 de octubre, el mensaje del Santo Padre Francisco dirigido a los participantes en la 49ª Semana Social de los Católicos Italianos que se celebra en la ciudad de Taranto del 21 al 24 de este mes, cuyo título es: “El planeta que esperamos. Medio ambiente, trabajo, futuro. Todo está conectado”. En el mensaje, firmado en San Juan de Letrán el pasado día 4, Fiesta de San Francisco de Asís, el Santo Padre recuerda que “la pandemia ha puesto al descubierto la ilusión de nuestro tiempo de creernos omnipotentes, pisoteando los territorios que habitamos y el entorno en el que vivimos”. Y añade que “para recuperarnos, debemos convertirnos a Dios y aprender a hacer buen uso de sus dones, en primer lugar, del de la creación”. Compartimos a continuación, el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo cordialmente a todos ustedes que participan en la 49ª Semana Social de los Católicos Italianos, convocada en Taranto. Dirijo mi saludo fraterno al Card. Gualtiero Bassetti, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, al Arzobispo Filippo Santoro y a los Obispos presentes, a los miembros del Comité Científico y Organizador, a los delegados de las diócesis italianas, a los representantes de los movimientos y asociaciones, a todos los invitados y a cuantos siguen el evento a distancia.

Esta cita tiene un sabor especial. Se advierte la necesidad de encontrarse y de verse las caras, de sonreír y planear, de orar y soñar juntos. Esto es aún más necesario en el contexto de la crisis generada por el COVID, una crisis tanto de salud como social. Para salir de esta crisis, se requiere un poco más de valentía también de los católicos italianos. No podemos resignarnos y quedarnos en la ventana mirando, no podemos quedarnos indiferentes o apáticos sin asumir la responsabilidad por los demás y hacia la sociedad. Estamos llamados a ser levadura que hace fermentar la masa (cf. Mt 13, 33).

La pandemia ha puesto al descubierto la ilusión de nuestro tiempo de creernos omnipotentes, pisoteando los territorios que habitamos y el ambiente en el que vivimos. Para volvernos a levantar, debemos convertirnos a Dios y aprender a hacer buen uso de sus dones, en primer lugar, de la creación. Que no falte la valentía de la conversión ecológica, pero que no falte sobre todo el ardor de la conversión comunitaria. Por eso, espero que la Semana Social represente una experiencia sinodal, un intercambio pleno de vocaciones y talentos que el Espíritu ha suscitado en Italia. Para que esto ocurra, es necesario también escuchar el sufrimiento de los pobres, de los últimos, de los desesperados, de las familias cansadas de vivir en lugares contaminados, explotados, quemados, devastados por la corrupción y la degradación.

Necesitamos esperanza. Es significativo el título elegido para esta Semana Social en Taranto, ciudad símbolo de las esperanzas y contradicciones de nuestro tiempo: «El planeta que esperamos. Medio ambiente, trabajo, futuro. Todo está conectado». Hay un deseo de vida, una sed de justicia, un anhelo de plenitud que brota de las comunidades afectadas por la pandemia. Escuchémoslo. Es en este sentido que me gustaría ofrecerles algunas reflexiones que puedan ayudarlos a caminar con audacia por el camino de la esperanza, que podemos imaginar señalada por tres “letreros”.

El primero es la atención a los cruces. Demasiadas personas cruzan nuestras existencias mientras se encuentran en la desesperación: jóvenes obligados a dejar sus países de origen para emigrar a otros lugares, sin trabajo o explotados en una infinita precariedad; mujeres que han perdido el trabajo en el período de pandemia o que son obligadas a elegir entre la maternidad y la profesión; trabajadores que se quedan en casa sin oportunidades; pobres y migrantes que no son acogidos ni integrados; ancianos abandonados a su soledad; familias víctimas de la usura, del juego de azar y la corrupción; empresarios en dificultades y sujetos a los abusos de las mafias; comunidades destruidas por los incendios... Pero también hay muchas personas enfermas, adultos y niños, trabajadores obligados a trabajos extenuantes o inmorales, a menudo en condiciones de seguridad precarias. Son rostros e historias que nos interpelan: no podemos permanecer en la indiferencia. Estos hermanos y hermanas nuestros son crucificados que esperan la resurrección. Que la fantasía del Espíritu nos ayude a no dejar nada por hacer para que sus legítimas esperanzas se hagan realidad.

Un segundo letrero indica que está prohibido estacionarse. Cuando asistimos a Diócesis, parroquias, comunidades, asociaciones, movimientos, grupos eclesiales cansados y desanimados, a veces resignados ante situaciones complejas, vemos un Evangelio que tiende a desvanecerse. Por el contrario, el amor de Dios nunca es estático ni renuncia, «todo lo cree, todo lo espera» (1 Cor 13, 7): nos impulsa y nos prohíbe detenernos. Nos pone en movimiento como creyentes y discípulos de Jesús en camino por las sendas del mundo, siguiendo el ejemplo de Aquel que es el camino (cf. Jn 14, 6) y ha recorrido nuestros senderos. No nos quedemos, pues, en las sacristías, no formemos grupos elitistas que se aíslan y se cierran. La esperanza está siempre en camino y pasa también por las comunidades cristianas, hijas de la resurrección, que salen, anuncian, comparten, soportan y luchan por construir el Reino de Dios. Qué hermoso sería que, en los territorios más marcadas por la contaminación y la degradación, los cristianos no se limitaran a denunciar, sino que asumieran la responsabilidad de crear redes de rescate. Como escribía en la Encíclica Laudato sì': «no basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la conservación del ambiente con el progreso. Sobre este tema los términos medios son sólo un pequeño retraso del desastre. Se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso» (n. 194). A veces, prevalecen el miedo y el silencio, que terminan por favorecer el actuar de los lobos de los negocios sucios y el interés individual. No tengamos miedo de denunciar y oponernos a la ilegalidad, pero no tengamos temor sobre todo de sembrar el bien.

Un tercer cartel de tráfico es la obligación de dar vuelta. Lo invocan el grito de los pobres y el de la Tierra. «La esperanza nos invita a reconocer que siempre podemos cambiar de ruta, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas» (n. 61). El Obispo Tonino Bello, profeta en la tierra de Puglia, amaba repetir: «No podemos limitarnos a esperar. ¡Debemos organizar la esperanza!». Nos espera una conversión profunda que toque, incluso antes que la ecología ambiental, la humana, la ecología del corazón. El cambio vendrá solamente si sabremos formar las conciencias para que no busquen soluciones fáciles que protejan a los que ya están seguros, sino para que propongan procesos de cambio duraderos, en beneficio de las jóvenes generaciones. Tal conversión, orientada a una ecología social, puede alimentar este tiempo que se ha definido “de transición ecológica”, donde las decisiones que se tomen no pueden ser sólo el fruto de nuevos descubrimientos tecnológicos, sino también de modelos sociales renovados. El cambio de época que estamos atravesando exige un cambio de rumbo. Miremos, en este sentido, tantos signos de esperanza, a muchas personas a las que deseo agradecer porque, a menudo en silencio laborioso, se están esforzando para promover un modelo económico diferente, más equitativo y atento a las personas.

Este es, pues, el planeta que esperamos: ese donde la cultura del diálogo y de la paz fecunden un nuevo día, donde el trabajo confiera dignidad a la persona y custodie la creación, donde mundos culturalmente distantes converjan, animados por la compartida preocupación por el bien común. Queridos hermanos y hermanas, acompaño sus trabajos con la oración y el ánimo. Los bendigo, deseándoles que encarnen con pasión y concreción las propuestas de estos días. Que el Señor los colme de esperanza. Y no se olviden, por favor, de orar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 4 de octubre de 2021
Fiesta de San Francisco de Asís

Francisco

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