LA DOCTRINA SOCIAL SE OPONE AL INDIVIDUALISMO Y BUSCA EL BIEN COMÚN: PALABRAS DEL PAPA A LA “FUNDACIÓN CENTESIMUS ANNUS PRO PONTIFICE” (23/10/21)

La mañana de este 23 de octubre, el Papa Francisco recibió en audiencia, en la Sala Clementina del Vaticano, a los miembros de la “Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice” reunidos en Roma con motivo de su Conferencia Internacional en la que se abordan temas esenciales como la solidaridad, la cooperación y la responsabilidad como antídotos contra la injusticia, la desigualdad y la exclusión. El Santo Padre subrayó que la solidaridad, la cooperación y la responsabilidad son “los tres ejes de apoyo de la Doctrina Social de la Iglesia”, que ve a la persona humana, “como la cumbre de la creación y el centro del orden social, económico y político”. Compartimos a continuación, el texto completo pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Estoy contento de encontrarles en el contexto de su Congreso Internacional. Gracias, señora Presidente, por sus corteses palabras – y claras, como siempre hace usted, claras –. En estos días abordan temas grandes y esenciales: la solidaridad, la cooperación y la responsabilidad como antídotos contra la injusticia, la desigualdad y la exclusión.

Son reflexiones importantes, en un tiempo en que las incertidumbres y las precariedades que marcan la existencia de tantas personas y comunidades se ven agravadas por un sistema económico que sigue descartando vidas en nombre del dios dinero, inculcando actitudes rapaces ante los recursos de la Tierra y alimentando muchas formas de iniquidad. Ante esto no podemos permanecer indiferentes. Pero la respuesta a las injusticias y a la explotación no es sólo la denuncia; es sobre todo la promoción activa del bien: denunciar el mal, pero promover el bien. Y por ello les expreso mi aprecio: por las actividades que llevan a cabo, especialmente en el campo educativo y formativo, en particular por el compromiso de financiar estudios e investigaciones para los jóvenes sobre nuevos modelos de desarrollo económico-social inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia. Es importante, lo necesitamos: en el terreno contaminado por el predominio de las finanzas necesitamos muchas pequeñas semillas que hagan germinar una economía justa y beneficiosa, a la medida del hombre y digna del hombre. Necesitamos posibilidades que se conviertan en realidades, realidades que den esperanza. Esto significa traducir en práctica la Doctrina Social de la Iglesia.

Retomo la palabra “predominio de las finanzas”. Hace cuatro años vino a verme una gran economista, que trabajaba, también, en un gobierno. Y me dijo que había buscado entablar un diálogo entre economía, humanismo y fe, religión, y que salió bien; es un diálogo que empezó bien y sigue yendo bien, en un grupo de reflexión. Intenté lo mismo —me dijo— con las finanzas, el humanismo y la religión, y no pudimos ni siquiera empezar. Interesante. Esto me hace pensar. Aquella mujer me hacía sentir que las finanzas eran algo inasible, algo “líquido”, “gaseoso” que acaba como la cadena de San Antonio... Les digo esta experiencia, tal vez puede servirles.

Precisamente las tres palabras de su elección —solidaridad, cooperación y responsabilidad— representan tres ejes de apoyo de la Doctrina Social de la Iglesia, que ve a la persona humana, naturalmente abierta a la relación, como la cumbre de la creación y el centro del orden social, económico y político. Con esta mirada, atenta al ser humano y sensible a la concreción de las dinámicas históricas, la Doctrina Social contribuye a una visión del mundo que se opone a la individualista, en cuanto que se funda en la interconexión entre las personas y tiene como fin el bien común. Y al mismo tiempo se opone a la visión colectivista, que hoy resurge en una nueva versión, oculta en los proyectos de homologación tecnocrática. Pero no se trata de un “asunto político”: la Doctrina Social está anclada en la Palabra de Dios, para orientar procesos de promoción humana a partir de la fe en el Dios hecho hombre. Por eso hay que seguirla, amarla y desarrollarla: apasionémonos nuevamente por la Doctrina Social, démosla a conocer: ¡es un tesoro de la tradición eclesial! Es precisamente estudiándola, que también ustedes se han sentido llamados a comprometerse contra las desigualdades, que hieren en particular a los más frágiles, y a trabajar por una fraternidad real y efectiva.

Solidaridad, cooperación, responsabilidad: tres palabras que en estos días colocan como ejes de sus reflexiones y que recuerdan el mismo misterio de Dios, que es Trinidad. Dios es una comunión de Personas y nos orienta a realizarnos a través de la apertura generosa a los demás (solidaridad), a través de la colaboración con los demás (cooperación), a través del compromiso por los demás (responsabilidad). Y a hacerlo en cada expresión de la vida social, a través de las relaciones, el trabajo, el compromiso civil, la relación con la creación, la política: en todos los ámbitos estamos hoy más que nunca obligados a dar testimonio de la atención por los demás, a salir de nosotros mismos, a comprometernos con gratuidad por el desarrollo de una sociedad más justa y equitativa, donde no prevalezcan los egoísmos y los intereses partidistas. Y, al mismo tiempo, estamos llamados a velar por el respeto de la persona humana, su libertad y la protección de su inviolable dignidad. He aquí la misión de aplicar la Doctrina Social de la Iglesia.

Queridos amigos, al promover estos valores y este modo de vida – lo sabemos – vamos a menudo a contracorriente, pero —recordémoslo siempre— no estamos solos. Dios se hizo cercano a nosotros. No con palabras, sino con su presencia: en Jesús, Dios se encarnó. Y con Jesús, hecho nuestro hermano, reconocemos en cada hombre un hermano, en cada mujer una hermana. Animados por esta comunión universal, como comunidad creyente podemos colaborar sin miedo con cada uno por el bien de todos: sin cerrazones, sin visiones excluyentes, sin prejuicios. Como cristianos estamos llamados a un amor sin fronteras y sin límites, signo y testimonio de que se puede ir más allá de los muros del egoísmo y de los intereses personales y nacionales; más allá del poder del dinero que a menudo decide las causas de los pueblos; más allá de las vallas de las ideologías, que dividen y amplifican los odios; más allá de toda barrera histórica y cultural y, sobre todo, más allá de la indiferencia, esa cultura de la indiferencia que, desgraciadamente, es cotidiana. Podemos ser hermanos todos, y por tanto podemos y debemos pensar y actuar como hermanos de todos. Puede parecer una utopía irrealizable. Preferimos, en cambio, creer que es un sueño posible, porque es el mismo sueño del Dios uno y trino. Con su ayuda, es un sueño que puede empezar a realizarse también en este mundo.

Es por tanto una gran tarea la de la construcción de un mundo más solidario, justo y equitativo. Para un creyente no es algo práctico desligado de la doctrina, sino que es dar cuerpo a la fe, para alabanza a Dios, amante del hombre, amante de la vida. Sí, queridos hermanos y hermanas, el bien que hacen a cada persona en la tierra alegra el corazón de Dios en los cielos. Continúen con valentía su camino. Los acompaño con la oración y los bendigo a ustedes y a su esfuerzo. Y, por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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