LAS BENDICIONES PASTORALES NO EXIGEN PERFECCIÓN MORAL: PALABRAS DEL PAPA A LA ASAMBLEA PLENARIA DEL DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE (26/01/2024)

El Papa Francisco recibió en la Sala Clementina, este 26 de enero, a los participantes en la Asamblea Plenaria del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, a quienes recordó la principal tarea de “proteger la fe” pero también de anunciarla al mundo de hoy en el que a menudo es “negada, marginada y ridiculizada”. Después, deteniéndose en el documento Fiducia supplicans dijo: “Con las bendiciones, muestren cercanía de Dios y de la Iglesia a quien pide ayuda”. Transcribimos a continuación el texto de su discurso, traducido del italiano:

Señores Cardenales, queridos hermanos en el Episcopado y el sacerdocio, hermanos y hermanas:

Les doy la bienvenida al término de su Asamblea Plenaria. Saludo al Prefecto y los demás Superiores, a los Oficiales y a los miembros del Dicasterio: a todos, mi reconocimiento por su valioso trabajo.

Como establece la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, la «tarea del Dicasterio para la Doctrina de la Fe es ayudar al Romano Pontífice y a los Obispos en el anuncio del Evangelio en todo el mundo, promoviendo y protegiendo la integridad de la doctrina católica acerca de la fe y la moral, tomando del depósito de la fe y buscando también en él una cada vez más profunda inteligencia ante las nuevas cuestiones» (art. 69).

Precisamente para lograr tales fines, ya con el Motu proprio Fidem servare (11 febrero 2022) se crearon al interior del Dicasterio dos Secciones distintas: la Doctrinal y la Dissiplinaria. En la carta que envié al Prefecto el 1º de julio de 2023, en ocasión de su nombramiento, hice referencia a tal medida para definir mejor su encargo y la misión actual del Dicasterio. Por un lado, subrayé la importancia de la presencia de profesionistas competentes en el ámbito de la Sección Disciplinaria, para asegurar atención y rigor en la aplicación de la legislación canónica vigente, en particular en el manejo de los casos de abusos de menores por parte de clérigos, y promover iniciativas de formación canónica para los Ordinarios y los trabajadores del derecho. Por otra parte, insistí en la urgencia de dar mayor espacio y atención al ámbito propio de la Sección Doctrinal, donde no faltan teólogos preparados y personal calificado, también para el trabajo en la Oficina Matrimonial y en el Archivo, del que recuerdo el 25º aniversario de su apertura al público por obra de San Juan pablo II y del Cardenal Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación, ante la inminencia del Gran Jubileo del año 2000.

EI Dicasterio se ve así comprometido en el ámbito de la inteligencia de la fe ante el cambio de época que caracteriza a nuestro tiempo. En tal dirección, quisiera compartir con ustedes algunos pensamientos, que reúno en torno a tres palabras: sacramentos, dignidad y fe.

Sacramentos. En estos días han reflexionado sobre el tema de la validez de los Sacramentos. La vida de la Iglesia se alimenta y crece gracias a ellos. Por tal razón, a los ministros de les pide un particular cuidado al administrarlos y al revelar a los fieles los tesoros de gracia que comunican. Mediante los Sacramentos, los creyentes se vuelven capaces de profecía y testimonio. Y nuestro tiempo necesita con particular urgencia profetas de vida nueva y testigos de caridad: ¡amemos entonces y hagamos amar la belleza y la fuerza salvífica de los Sacramentos!

La segunda palabra: dignidad. Como cristianos, no debemos cansarnos de insistir «en la primacía de la persona humana y en la defensa de su dignidad más allá de cualquier circunstancia» (Exhort. ap. Laudate Deum, 39). Sé que están trabajando en un documento sobre este tema. Espero que pueda ayudarles, como Iglesia, a estar siempre cerca «de todos aquellos que, sin proclamas, en la vida concreta de cada día, luchan y pagan en persona para defender los derechos de los que no cuentan» (Ángelus, 10 diciembre 2023) y hacer que, «ante distintas formas actuales de eliminar o ignorar a los demás, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y amistad social que no se limite a las palabras» (Carta enc. Fratelli tutti, 6).

La tercera palabra es fe. A propósito, quisiera recordar dos eventos: el décimo aniversario, que se cumplió hace poco, de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium y el ya próximo Jubileo, en el que renovaremos la fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, esperanza de la historia y del mundo. Sin embargo, no podemos ocultar que en extensas áreas del planeta, la fe – como dijo Benedicto XVI – «ya no constituye un presupuesto obvio de la vida común, más aún, a menudo es incluso negada, burlada, marginada y ridiculizada» (Carta ap. en forma de Motu proprio Porta fidei, 2). Es tiempo, por ello, de reflexionar nuevamente y con mayor pasión sobre algunos temas: el anuncio y la comunicación de la fe en el mundo actual, especialmente a las jóvenes generaciones; la conversión misionera de las estructuras eclesiales y los agentes pastorales; las nuevas culturas urbanas, con su carga de desafíos, pero también de inéditas preguntas de sentido; finalmente y sobre todo, la centralidad del kerigma en la vida y la misión de la Iglesia.

Aquí se espera una ayuda por parte del Dicasterio: “proteger la fe” se traduce hoy en un esfuerzo de reflexión y discernimiento, para que toda la comunidad se ocupe de una real conversión pastoral y misionera kerigmática, que pueda ayudar también al camino sinodal en curso. Lo que para nosotros es esencial, más hermoso, más atrayente y al mismo tiempo más necesario es la fe en Cristo Jesús. Todos juntos, si Dios quiere, la renovaremos solemnemente en el curso del próximo Jubileo y cada uno de nosotros está llamado a anunciarla a todo hombre y mujer de la tierra. Esta es la tarea fundamental de la Iglesia, a la que di voz precisamente en Evangelii gaudium.

En tal contexto de evangelización me refiero también a la reciente Declaración Fiducia supplicans. La intención de las “bendiciones pastorales y espontáneas” es la de mostrar concretamente la cercanía del Señor y de la Iglesia a todos aquellos que, encontrándose en distintas situaciones, piden ayuda para poder avanzar – a veces iniciarse – en un camino de fe. Quisiera subrayar brevemente dos cosas: la primera es que estas bendiciones, fuera de todo contexto y forma de carácter litúrgico, no exigen una perfección moral para ser recibidas; la segunda, que cuando espontáneamente se acerca una pareja a pedirlas, no se bendice la unión, sino sencillamente a las personas que juntas han hecho la petición. No la unión, sino a las personas, naturalmente teniendo en cuenta el contexto, la sensibilidad, los lugares en que se vive las formas más adecuadas para hacerlo.

Queridos hermanos, les renuevo la gratitud por su servicio y los animo a seguir adelante con la ayuda del Señor. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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