JUNTOS POR LA PAZ, TRABAJANDO POR LA COMUNIÓN: PALABRAS DEL PAPA EN SU ENCUENTRO CON DELEGACIONES DE LAS IGLESIAS ORTODOXAS ORIENTALES (26/01/2024)

Al día siguiente de la clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el Papa recibió en la Sala del Consistorio, este 26 de enero, a los miembros de la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales. Una ocasión para reafirmar la importancia de proseguir por el camino hacia una unidad más plena a través de tres diálogos: los de la caridad, la verdad y la vida, como lo expresó el Santo Padre en el discurso cuyo texto reproducimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos en Cristo:

«A ustedes gracia y paz en abundancia» (1 Pe 1, 2). Con estas palabras del apóstol Pedro los saludo cordialmente, agradecido a Su Gracia Kyrillos por sus amables palabras y a todos ustedes por su presencia y compromiso de caminar juntos por los senderos de la unidad, que son también senderos de paz. Sostenidos por los santos y mártires que desde el cielo nos acompañan unidos, oremos y esforcémonos incansablemente por la comunión y por contrarrestar la falta de paz que está atravesando tantas partes de la tierra, incluidas varias regiones de las que provienen.

Hoy es para mí una doble alegría acogerlos, porque en este vigésimo aniversario de su Comisión han querido estar acompañados por una delegación de jóvenes sacerdotes y monjes de las Iglesias ortodoxas orientales. ¡Así la presencia de los jóvenes alimenta la esperanza y la oración guía el camino! A través de ustedes, quisiera hacer llegar el más caluroso saludo a mis venerables y queridos hermanos, jefes de las Iglesias ortodoxas orientales, algunos de los cuales me honraron con sus visitas el año pasado: pienso en Su Santidad Tawadros, en Su Santidad Baselios Marthoma Mathews III y en Su Santidad Aphrem.

Estas visitas son valiosas, porque permiten que el “diálogo de la caridad” vaya a la par con el “diálogo de la verdad” que su Comisión lleva a cabo. Desde los primeros tiempos de la Iglesia, tales visitas, así como el intercambio de cartas, delegaciones y dones, han sido signos y medios de comunión; su Comisión lo señaló en el documento titulado «El ejercicio de la comunión en la vida de la Iglesia primitiva y sus repercusiones en nuestra búsqueda de comunión hoy». Estos gestos, arraigados en el reconocimiento del único Bautismo, no son simples actos de cortesía o diplomacia, sino que tienen un significado eclesial y pueden ser considerados verdaderos loci theologici. Como afirmó San Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint: «El reconocimiento de la fraternidad [...] va mucho más allá de un acto de cortesía ecuménica, y constituye una importante afirmación eclesiológica» (n. 42).

En este sentido, estoy convencido de que el “diálogo de la caridad” no debe ser entendido sólo como una preparación para el “diálogo de la verdad”, sino como una “teología en acción”, capaz de abrir nuevas perspectivas al camino de nuestras Iglesias. En un momento en que, gracias a Dios, las relaciones entre nosotros se intensifican, me parece hermoso releer nuestro tejido de relaciones desarrollando una “teología del diálogo en la caridad”.

Queridos hermanos, su Comisión tuvo su primer encuentro en El Cairo en enero de 2004. Desde entonces se ha reunido casi cada año y ha adoptado tres importantes documentos de carácter eclesiológico, que reflejan la riqueza de las tradiciones cristianas que ustedes representan: copta, siríaca, armenia, malankar, etíope, eritrea y latina. Su diálogo, que reúne tanta riqueza, se ha visto adornado por el pensamiento de la unidad en la diversidad, como atestigua el primer documento que elaboraron: en él se dice que, «arraigándose en la diversidad de los contextos culturales, sociales y humanos, la Iglesia asume diferentes expresiones teológicas de la misma fe y diferentes formas de disciplinas eclesiásticas, ritos litúrgicos y herencias espirituales en cada parte del mundo. Esta riqueza muestra de manera aún más espléndida la catolicidad de la única Iglesia» (Naturaleza, Constitución y Misión de la Iglesia, 2009, n. 20).

Otra característica de su diálogo es la constante preocupación pastoral, ilustrada por el último documento sobre «Los sacramentos en la vida de la Iglesia». En este sentido, merece continuar la reciente iniciativa de organizar visitas anuales y recíprocas de estudio para jóvenes sacerdotes y monjes. Cuatro delegaciones de jóvenes sacerdotes y monjes ortodoxos orientales ya han venido a Roma para conocer mejor la Iglesia católica, por invitación del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, al que agradezco, y una delegación de jóvenes presbíteros católicos fue a Etchmiadzin el año pasado por invitación de la Iglesia apostólica armenia. Implicar a los jóvenes en el acercamiento de nuestras Iglesias es un signo del Espíritu, que rejuvenece a la Iglesia en la armonía, inspira caminos de comunión, dando sabiduría a las nuevas generaciones y profecía a los ancianos (cf. Gal 3, 1). ¡Que continúe en el signo del Espíritu este “diálogo de la vida”! Y no olvidemos que la armonía la produce el Espíritu Santo.

Diálogo de la caridad, diálogo de la verdad, diálogo de la vida: tres modos inseparables de proceder en el camino ecuménico que su Comisión promueve desde hace veinte años. Veinte años: es la edad de la juventud, esa en la que se maduran las opciones decisivas. Que este aniversario sea, entonces, la ocasión para alabar a Dios por el camino realizado, haciendo memoria agradecida de quienes han contribuido a él a través de su competencia teológica y la oración, y que pueda también renovar la convicción de que la plena comunión entre nuestras Iglesias no sólo es posible, sino urgente y necesaria «para que el mundo crea» (Jn 17, 21).

Y, puesto que la fase actual de vuestro diálogo se refiere a la Virgen María en la enseñanza y en la vida de la Iglesia, les propongo que encomienden su trabajo a Ella, la Santa Madre de Dios y Madre nuestra. También esta vez podemos invocarla juntos con las palabras de una oración antigua, una oración estupenda que nos une, llamada en latín Sub tuum praesidium, y que se encuentra en sus libritos. Oremos a la Madre de Dios:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh, Virgen gloriosa y bendita! Amén

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