LA CASA COMÚN SE DESMORONA, HAY QUE PROTEGERLA SIN EXPLOTARLA: PALABRAS DEL PAPA EN EL 60º ANIVERSARIO DE LA CATÁSTROFE DE VAJONT (19/01/2024)

En el 60º aniversario de la tragedia que causó la destrucción de pueblos enteros y más de 1,900 víctimas en la provincia de Pordenone, el Papa Francisco tuvo un encuentro en la Sala Clementina, este 19 de enero, con la Asociación que conserva la memoria de la catástrofe, junto con las autoridades civiles y religiosas locales. La codicia es “un delirio de ganancia y posesión” que destruye, debe prevalecer la lógica del hombre y del medio ambiente, dijo el Santo Padre en el discurso que transcribimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Los recibo con alegría y saludo a todos ustedes que, acompañados por su Obispo y por el Presidente de la provincia de Belluno, han venido aquí como peregrinos. Una cordial bienvenida a los sacerdotes y al Presidente de la Asociación “Vajont – el futuro de la memoria”. Ustedes traen a Roma, junto a la tumba del Apóstol Pedro, una pesada carga de memoria y sufrimiento.

Quisiera ante todo expresarles mi cercanía y agradecerles por lo que hacen y por lo que son: ya sólo con su presencia representan una ola de esperanza. Si hace sesenta años, exactamente el 9 de octubre de 1963, una ola catastrófica destruyó caminos enteros pueblos y aldeas, provocando 1,910 víctimas, ustedes son una ola de vida. De hecho, a esa ola de aniquilación y destrucción respondieron con la valentía de la memoria y la reconstrucción. Pienso en todas las gotas silenciosas que han formado esta gran ola de bien: en los socorristas, en los reconstructores, en tantos que no se dejaron aprisionar por el dolor sino supieron volver a empezar. Ustedes son artífices, son testigos de estas semillas de resurrección, que quizá no son noticia, pero son valiosos a los ojos de Dios, “especialista en nuevos inicios”, Él que desde un sepulcro de muerte inició una historia eterna de vida nueva. Gracias por su testimonio.

Para ustedes ocurrió, me imagino, que ese dolor incalculable e inenarrable, como un enorme lastre de hielo en el corazón, gracias al calor de su cohesión, a la cercanía de muchos y a la ayuda de Dios, se haya descongelado lentamente, para después irrigar nuevamente a la sociedad. Y, como está en la naturaleza de su gente, hicieron mucho bien sin muchas palabras, sino con gran esfuerzo y concreción, arremangándose las mangas: así edificaron de nuevo con cuidado allí donde la negligencia había provocado destrucción.

Reflexionando sobre el desastre del Vajont impacta un aspecto: la tragedia no fue causada por errores de cálculo o realización de la presa, sino el hecho mismo de querer construir un depósito artificial en el lugar equivocado. ¿Y todo ello por qué? A final de cuentas por haber antepuesto la lógica de la ganancia al cuidado del hombre y el medio ambiente en que vive; de manera que, si su ola de esperanza está movida por la fraternidad, esa ola que trajo desesperación era provocada por la avidez. Y la avidez destruye, mientras que la fraternidad construye.

Queridos amigos, hermanos y hermanas, eso es extremadamente actual. No me canso de repetir que el cuidado por la creación no es un simple factor ecológico, sino una cuestión antropológica: tiene que ver con la vida del hombre, así como el Creador la pensó y dispuso, y tiene que ver con el futuro de todos, de la sociedad global en la que estamos inmersos. Y ustedes, ante la tragedia que puede surgir de la explotación del medio ambiente, dan testimonio de la necesidad de cuidar la creación. Eso es esencial hoy, mientras se está desmoronando la casa común, y el motivo es una vez más el mismo: la avidez de ganancias, un delirio por la ganancia y la posesión que parece hacer sentir omnipotente al hombre. Pero este es un gran engaño, porque somos criaturas y nuestra naturaleza nos pide movernos en el mundo con respeto y cuidado, sin anular, sino más bien custodiando el sentido del límite, que no representa una disminución, sino que es posibilidad de plenitud. Quien no sabe custodiar el límite, nunca podrá avanzar.

Quisiera compartir con ustedes un pensamiento más. Este año se celebra el octavo centenario de la composición del Cántico de las Criaturas de San Francisco, Patrono de Italia. Es también el texto que inauguró la literatura italiana. En esa magnífica alabanza el Poverello de Asís llama al sol, a la luna, a las estrellas, al viento, al fuego y los demás elementos, hermanos y hermanas, y los llama así porque las criaturas son parte de una única “red viva de bien”, dispuesta a amorosamente por el señor para nosotros. El primer biógrafo atestigua, de hecho, acerca de Francisco: «abraza a todos los seres creados con un amor y una devoción como nunca se ha escuchado» (Tommaso da Celano, Vida segunda, CXXIV, 165: FF 750). Y bien, en el Cántico de las criaturas él alaba al Señor «por la hermana Agua, la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta» (FF 263). Útil y humilde, sin embargo convertida en tremenda y destructora en el caso del Vajont, o inaccesible para muchos que hoy, en el mundo, sufren sed o no tienen agua potable. Necesitamos la mirada contemplativa, la mirada respetuosa de San Francisco para reconocer la belleza de la creación y saber dar a las cosas el justo orden, para dejar de devastar el medio ambiente con lógicas mortíferas de avidez y colaborar fraternalmente al desarrollo de la vida. Ustedes lo hacen, custodiando la memoria y dando testimonio de cómo la vida puede resurgir precisamente ahí, donde todo había sido engullido por la muerte.

Queridos hermanos y hermanas, les renuevo por ello la gratitud, admirado por la consistencia benéfica y tenaz de su tejido comunitario. Los bendigo de corazón. Y les pido, por favor, orar por mí. Gracias.

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