AÚN HAY HAMBRE, EXPLOTACIÓN, ANALFABETISMO, ¿CÓMO ES POSIBLE?: MENSAJE DEL PAPA AL FORO ECONÓMICO MUNDIAL (17/01/2024)

Pueblos que se mueren de hambre, trabajadores poco o mal pagados, niños analfabetas, hombres y mujeres privados de atención médica o de un techo bajo el que cobijarse. ¿Cómo es posible aun todo esto en 2024? No es retórica, sino una pregunta crucial la que el Papa Francisco plantea a los cerca de 2,800 jefes de Estado, representantes de gobiernos, directores generales, presidentes de consejos de administración y enviados de organizaciones internacionales de 120 países, reunidos en la localidad suiza de Davos para la 54ª edición del Foro Económico Mundial. El Pontífice les recordó la “responsabilidad moral” que se deriva de su papel en la “lucha contra la pobreza”, en la consecución de un “desarrollo integral para todos nuestros hermanos y hermanas”, en la “búsqueda de la coexistencia pacífica entre los pueblos”. Reproducimos a continuación, el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Al Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial:

El encuentro del Foro Económico Mundial de este año se desarrolla en un clima muy preocupante de inestabilidad internacional. Su Foro, dirigido a guiar y reforzar la voluntad política y la cooperación mutua, ofrece una importante ocasión para el compromiso de las múltiples partes interesadas por explorar formas innovadoras y eficaces para construir un mundo mejor. Es mi esperanza que sus debates tengan en cuenta la urgente necesidad de promover la cohesión social, la fraternidad y la reconciliación entre grupos, comunidades y Estados, con el fin de enfrentar los retos que tenemos ante nosotros.

Lamentablemente, al mirar a nuestro alrededor, vemos un mundo cada vez más lacerado, donde millones de personas – hombres, mujeres, padres, madres, niños –, cuyos rostros en gran parte no conocemos, siguen sufriendo, entre otras cosas por los efectos de conflictos prolongados y guerras presentes. Estos sufrimientos se ven exacerbados por el hecho de que «las guerras modernas ya no tienen lugar sólo en campos de batalla delimitados, ni implican únicamente a soldados. En un contexto en el que parece que ya no se respeta la distinción entre objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no acabe de alguna manera golpeando indiscriminadamente a la población civil» (Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 8 de enero de 2024).

La paz que anhelan los pueblos de nuestro mundo no puede ser sino fruto de la justicia (cf. Isaías 32, 17). Por tanto, se exige algo más que simplemente dejar a un lado los instrumentos de guerra; exige que se afronten las injusticias que son la causa en la raíz de los conflictos. Entre las más significativas está el hambre, que sigue asolando regiones enteras del mundo, mientras otras se caracterizan por un excesivo desperdicio de alimentos. La explotación de los recursos naturales sigue enriqueciendo a unos pocos, dejando a poblaciones enteras, que son las beneficiarias naturales de esos recursos, en un estado de indigencia y pobreza. Tampoco podemos ignorar la explotación generalizada de hombres, mujeres y niños obligados a trabajar por salarios bajos y privados de perspectivas reales de desarrollo personal y crecimiento profesional. ¿Cómo es posible que en el mundo actual siga habiendo personas que mueren de hambre, explotadas, condenadas al analfabetismo, carentes de atención médica básica y se queden sin refugio?

El proceso de globalización, que ya ha demostrado claramente la interdependencia de las naciones y los pueblos del mundo, tiene por tanto una dimensión fundamentalmente moral, que debe hacerse sentir en los debates económicos, culturales, políticos y religiosos dirigidos a configurar el futuro de la comunidad internacional. En un mundo cada vez más amenazado por la violencia, la agresión y la fragmentación, es esencial que los Estados y las empresas se unan para promover modelos de globalización de largo plazo y éticamente sanos, que por su propia naturaleza deben implicar la subordinación de la búsqueda del poder y el beneficio individual, ya sea político o económico, al bien común de nuestra familia humana, dando prioridad a los pobres, los necesitados y los que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad.

Por su parte, el mundo de los negocios y las finanzas opera ahora en contextos cada vez más amplios, en los que los Estados nacionales tienen una capacidad limitada para controlar los rápidos cambios en las relaciones económicas y financieras internacionales. La situación exige que las empresas mismas estén orientadas cada vez más no sólo por la búsqueda de una ganancia justa, sino también por estándares éticos elevados, en particular en lo que se refiere a los países menos desarrollados, que no deberían estar a merced de sistemas financieros abusivos o usureros. Un enfoque a largo plazo de estas cuestiones resultará decisivo para alcanzar el objetivo de un desarrollo integral de la humanidad en la solidaridad. El auténtico desarrollo debe ser global, compartido por todas las naciones y en todas las partes del mundo, o retrocederá incluso en áreas caracterizadas hasta ahora por un progreso constante.

Al mismo tiempo, existe una necesidad evidente de una acción política internacional que, a través de la adopción de medidas coordinadas, pueda perseguir eficazmente los objetivos de paz global y auténtico desarrollo. En particular, es importante que las estructuras intergubernamentales puedan ejercer eficazmente sus funciones de control y guía en el sector económico, ya que la consecución del bien común es un objetivo más allá del alcance de los Estados individuales, incluso de aquellos que son dominantes en términos de poder, riqueza y fuerza política. También las organizaciones internacionales tienen el reto de asegurar la consecución de esa igualdad que es la base del derecho de todos a participar en el proceso de pleno desarrollo, con el debido respeto a las diferencias legítimas.

Confío, por tanto, que los participantes en el Foro de este año sean conscientes de la responsabilidad moral que cada uno de nosotros tiene en la lucha contra la pobreza, la consecución de un desarrollo integral para todos nuestros hermanos y hermanas y en la búsqueda de una coexistencia pacífica entre los pueblos. Es este el gran desafío el presente plantea ante nosotros. Y si, en la persecución de estos objetivos, «la historia muestra signos de un retroceso», también es verdad que «cada generación debe hacer propias las luchas y las conquistas de las generaciones precedentes y conducirlas a metas aún más altas. [...] El bien, así como el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; deben conquistarse cada día» (Exhort. ap. Laudate Deum, 34).

Con estos sentimientos, ofrezco mis buenos deseos en la oración por las deliberaciones del Foro, e invoco con gusto sobre todos los participantes una abundancia de bendiciones divinas.

Desde el Vaticano, 15 de enero 2024

FRANCISCO

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