EL MUNDO PUEDE SER MENTIROSO, PERO QUE EL CAMINO ECUMÉNICO SIGA SEGURO: PALABRAS DEL PAPA A LA DELEGACIÓN ECUMÉNICA DE FINLANDIA (19/01/2024)

El camino de los cristianos bautizados conduce siempre a Jesús. Al día siguiente del inicio de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el Papa Francisco recibió este 19 de enero a la Delegación Ecuménica de Finlandia, a la que señaló el testimonio de los santos que recorrieron el camino común hacia la meta. “Hagamos que esta cita ecuménica no se reduzca a un cumplimiento y que no se vuelva autorreferencial”, dijo el Santo Padre en el mensaje que transcribimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Dirijo mi cordial bienvenida a todos ustedes, miembros de la Delegación ecuménica finlandesa: «Gracia y paz a ustedes de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo» (Rom 1, 7).

Me alegra que también este año hayan venido a Roma como peregrinos para celebrar juntos la fiesta de San Enrique, en la ya acostumbrada forma ecuménica. Saludo en particular a aquellos que por primera vez participan en esta peregrinación; mientras que por primera vez te recibo a ti, querido hermano Raimo, como nuevo obispo católico de Helsinki: que el Señor bendiga tu ministerio.

Querido Obispo Åstrand, le agradezco de corazón por las reflexiones que usted siempre comparte, ricas en referencias a los testimonios de los santos y en espíritu ecuménico. Y agradezco también por los regalos, muy bien pensados.

Me impactaron sus reflexiones acerca del valor del camino y de la Iglesia peregrina. Como miembros de la comunidad de los bautizados, estamos en camino y nuestra meta común es Jesucristo. Y esta meta no es lejana, no es inalcanzable, porque nuestro señor vino a nuestro encuentro en su misericordia, se hizo cercano en la Encarnación y Él mismo se hizo el Camino, de manera que podamos caminar seguros, en medio de las encrucijadas y las falsas señales del mundo, a menudo mentiroso.

Los santos son hermanos y hermanas que han recorrido hasta el final este camino y han llegado a la meta. Nos acompañan como testigos vivientes de Cristo nuestro Camino, Verdad y Vida. Nos animan a permanecer en el sendero del discipulado incluso cuando nos cuesta trabajo, cuando caemos. Como luces encendidas por Dios, brillan frente a nosotros para no hacernos perder de vista la meta. “¡Confíen en la gracia de Dios! – nos dicen –. Él los ama y los llama también a ustedes a ser santos” (cf. Rom 1,7).

Escuchándolo hablar y escuchando hablar de sus realidades agradecía a Dios, porque ha habido momentos en los que la veneración a los santos parecía dividir más que unir a los creyentes católicos y ortodoxos, por un lado, y a los evangélicos, por otro. Pero no debe ser así y, en realidad, nunca lo ha sido en la fe del santo Pueblo fiel de Dios. En la Liturgia eucarística nosotros oramos así dirigiéndonos al Padre celestial: «La multitud de los santos proclama tu grandeza; porque en la coronación de sus méritos tú coronas la obra de tu gracia» (Prefacio de los Santos I). Y además la Confessio Augustana, en el 21º artículo, afirma que «los santos deben ser recordados para fortalecer nuestra fe, cuando vemos cómo han recibido la gracia y cómo son ayudados por la fe; y para tomar ejemplo de sus buenas obras».

Queridos hermanos y hermanas, ustedes han recordado a algunos grandes Santos nórdicos: Brígida, Enrique y Olaf. Esto hace pensar en lo que escribió el Papa San Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint: «quisiera – cito – recordar aquel encuentro de oración que me unió, en la misma Basílica de San Pedro, para la celebración de las Vísperas, con los Arzobispos luteranos, Primados de Suecia y Finlandia, en ocasión del VI centenario de la canonización de Santa Brígida. […] Se trata de un ejemplo, porque la conciencia del deber de hacer oración por la unidad se ha convertido en parte integral de la vida de la Iglesia» (n. 25). Si los mil años de la muerte de San Olaf, en 2030, pueden inspirar y profundizar nuestra oración por la unidad y también nuestro caminar juntos, será un regalo para todo el movimiento ecuménico.

Muy queridos todos, les agradezco, porque este encuentro con ustedes es un signo vivo en el contexto de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que inició ayer. Actuemos de manera que esta cita ecuménica no se reduzca aún simple cumplimiento y que no se convierta en autorreferencial: que tenga siempre la savia vital del Espíritu Santo y que esté abierta a acoger a los hermanos más pobres y más olvidados, y también aquellos que se sienten abandonados por Dios, que han perdido el camino de la fe y la esperanza.

Y ahora quisiera invitarlos a recitar juntos la oración del Señor. Podemos hacerlo cada uno en su propia lengua. Invoquemos a nuestro Padre celestial: “Padre nuestro...”

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