SU PROFESIÓN TIENE CARÁCTER DE MISIÓN: PALABRAS DEL PAPA AL CUERPO DE BOMBEROS Y SUS FAMILIAS (10/12/2022)

El sentido de la dedicación, la disposición, la abnegación, la audacia y la voluntad de sacrificio, fueron algunas de las virtudes que el Papa Francisco destacó del Cuerpo de Bomberos italiano, recibido al mediodía de este 10 de diciembre en el Aula Pablo VI del Vaticano. Para el Papa son características que recuerdan al Buen Samaritano, quien, al encontrarse en el camino con un hombre robado, herido y abandonado, le atiende “con gran compasión y generosidad”. Compartimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos bomberos, buenos días:

Les doy la bienvenida a ustedes y a sus familiares; saludo a las autoridades aquí presentes y agradezco a la Prefecto Laura Lega por sus palabras. Este encuentro me ofrece la ocasión de expresar mi aprecio por lo que representan y por lo que hacen en el servicio de la colectividad, tanto en los servicios cotidianos como en las grandes emergencias. De éstas la más reciente es la inundación en una zona de la Isla de Ischia; pero todos conocemos sus numerosas y prolongadas intervenciones en ayuda después de los terremotos. También yo he podido constatar personalmente, en ocasión de algunas visitas realizadas en Italia, el bien que han hecho a la gente y al patrimonio ambiental e histórico-artístico en esas situaciones.

Su trabajo – en sinergia con las demás fuerzas – está dirigido a garantizar las condiciones de seguridad y tranquilidad a la vida civil; y además, como decíamos, a intervenir cuando se trata de poner a salvo a los ciudadanos por calamidades o peligros. Su sentido de dedicación – y esto es decisivo, ¡ustedes tienen mucho! –, la prontitud, el altruismo, la audacia, la disponibilidad al sacrificio hasta arriesgar la propia vida – y eso es grande de ustedes –son bien conocidos y la gente está justamente orgullosa por ello. En ciertas situaciones de gran peligro, ustedes arriesgan su propia integridad. Por tanto, su misión es una elección personal y consciente que se justifica por el deber de cuidar a las personas y a las comunidades en el momento de necesidad.

En la perspectiva cristiana, este particular trabajo que ustedes han abrazado encuentra su contraparte en la parábola del buen Samaritano, el cual, encontrando en el camino a un hombre asaltado, herido y abandonado, se hace cargo de él con gran compasión y generosidad (cf. Lc 10, 33-35). Esta parábola es «capaz de poner en evidencia la opción definitiva que necesitamos realizar para construir nuevamente este mundo que nos da pena. Ante tanto dolor, tantas heridas, el único camino de salida es ser como el Buen Samaritano» (Carta enc. Fratelli tutti, 67). Este hombre muestra caridad y disponibilidad asistiendo al desafortunado en el momento de la máxima necesidad. Y eso cuando muchos otros – por indiferencia o dureza de corazón – han volteado la mirada hacia otra parte. El buen samaritano enseña también a ir más allá de la emergencia, a predisponer, podríamos decir, las condiciones para un regreso a la normalidad. Él, de hecho, después de haber prestado los primeros auxilios, lleva al herido a un albergue y lo encomienda al posadero para que pueda restablecerse.

El protagonista de esta parábola nos manifiesta la compasión y la ternura de Dios. Ese es el estilo de Dios: cercanía con compasión y ternura. Así es el Señor: cercano, compasivo y tierno. Nos dice que la fraternidad es la respuesta para construir una mejor sociedad, porque el extraño a quien encuentro herido a lo largo del camino es mi hermano. Y ustedes, bomberos, representan una de las expresiones más hermosas de la larga tradición de solidaridad del pueblo italiano, que hunde sus raíces en el altruismo evangélico. Les exhorto a cuidar este patrimonio moral y civil, cultivándolo ante todo en su estilo de vida personal. En efecto, la suya es una de esas profesiones que tienen el carácter de una misión: una misión de servicio a la gente en los momentos de necesidad, de las pequeñas a las grandes emergencias que pueden ocurrir; una misión de servicio a la dignidad de las personas, que en las dificultades no deben ser abandonadas; una misión de servicio al bien común de la sociedad que, especialmente en los momentos de crisis, como el que estamos viviendo, necesita de fuerzas sanas, confiables, que trabajan con tenacidad sin hacerse notar.

Queridos amigos, la Navidad, ya cercana, es la fiesta que más que cualquier otra resume el valor que les he propuesto de nuevo: la cercanía, la compasión, la ternura; la solidaridad, el servicio, la hermandad. Y todo esto nos fue revelado no de manera escrita en un código que hay que observar, sino escrito en la carne de un Hijo de hombre, Jesús. Esta es la novedad cristiana que no termina de asombrarnos: Dios vino a salvarnos haciéndose como nosotros. Hizo lo que ustedes hacen: vino a socorrernos en el peligro, para salvarnos, y lo hizo de la forma más radical, sabiendo que debía dar su vida para salvarnos. Él es el Buen Samaritano de la humanidad. Que esta gran celebración cristiana, la Navidad, pueda ser ocasión para que todos descubran y experimenten cuánto Dios ama al hombre, ¡a cada ser humano!

Y con este deseo les renuevo mi gratitud por su valioso servicio, ¡gracias en verdad! Y a veces, si se me ocurre algo que desear para ustedes, es esto: “¡Señor, que no tengan trabajo, que no haya necesidad de que vayan a ninguna parte!”. Que la Virgen María, que va “de prisa” con su prima Isabel para ayudarla (cf. Lc 1, 39) – ustedes siempre van de prisa cuando hay algo, ¿no es cierto? – sea su modelo. Los encomiendo a la intercesión de su patrona, Santa Bárbara, los bendigo de corazón junto a sus familias; y les pido por favor orar por mí. Gracias.

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