LA TEOLOGÍA DE BENEDICTO XVI ES FECUNDA PARA EL FUTURO: PALABRAS DEL PAPA EN LA ENTREGA DEL PREMIO RATZINGER 2022 (01/12/2022)
Señores Cardenales, hermanos Obispos, honorables autoridades, distinguidos representantes religiosos y de la sociedad civil, queridos hermanos y hermanas:
A todos mi bienvenida. Agradezco al Card. Ravasi y al P. Lombardi por sus palabras de introducción y presentación de las personalidades premiadas con el premio Ratzinger, a quienes saludó con gran cordialidad: el Padre Michel Fédou y el Prof. Joseph Halevi Horowitz Weiler.
Me alegra presidir también este año la ceremonia de entrega del Premio. Como saben, no me faltan los momentos de encuentro personal, fraterno y afectuoso, con el Papa emérito. Además todos sentimos su presencia espiritual y su acompañamiento en la oración por toda la Iglesia: esos ojos contemplativos que siempre muestra. Pero esta ocasión es importante para reafirmar que también la contribución de su obra teológica y más en general de su pensamiento continúa siendo fecundo y operante.
Recientemente conmemoramos el 60º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Como sabemos, Benedicto XVI participó personalmente como experto y tuvo un papel importante en la génesis de algunos documentos; y después fue llamado para guiar a la comunidad eclesial en su puesta en práctica, ya sea al lado de San Juan Pablo II, o como Pastor de la Iglesia universal. Él nos ayudó a leer los documentos conciliares en profundidad, proponiéndonos una “hermenéutica de la reforma y la continuidad”. Incluso de manera muy reciente quiso hacer evidente cómo el Concilio ejerce de manera durable su función crucial, porque nos dio las orientaciones necesarias para reformular la cuestión central de la naturaleza y la misión de la Iglesia en nuestro tiempo (cf. Mensaje para el X Simposio Internacional de la Fundación Ratzinger, 7 de octubre de 2022).
Además del magisterio pontificio del Papa Benedicto, sus contribuciones teológicas son nuevamente ofrecidas para nuestra reflexión gracias a la publicación de la Opera Omnia, cuya edición alemana se acerca ya a su terminación, mientras que las de otras lenguas siguen avanzando. Estas contribuciones nos ofrecen una base teológica sólida para el camino de la Iglesia: una Iglesia “viva”, que él nos enseñó a ver y vivir como comunión y que está en camino – in sínodos – guiada por el Espíritu del Señor, siempre abierta la misión de anuncio del Evangelio y de servicio al mundo en que vive (cf. Homilía de inauguración del Pontificado, 24 de abril 2005; Última audiencia pública, 27 de febrero 2013).
En esta perspectiva se coloca el servicio de la Fundación vaticana Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, en la convicción de que su magisterio y su pensamiento no están dirigidos hacia el pasado, sino que son fecundos para el futuro, para la puesta en práctica del Concilio y el diálogo entre la Iglesia y el mundo de hoy, en los campos más actuales y debatidos, como la ecología integral, los derechos humanos, el encuentro entre las distintas culturas. Aprovecho esta ocasión para animar también la colaboración con las fundaciones vaticanas intituladas según el Beato Juan Pablo I y San Juan Pablo II, de manera que la memoria y la vitalidad del mensaje de estos tres Pontífices se promuevan en Unión de intenciones en la comunidad eclesial.
Hoy estamos reunidos para conferir a dos eminentes personalidades el reconocimiento por la notable obra realizada por ellos en los respectivos campos de estudio y enseñanza. Son campos diferentes, pero ambos cultivados por Joseph Ratzinger y considerados por él como de vital importancia.
El Padre Michel Fédou – como escuchamos en la presentación – es un maestro de la teología cristiana. En su vida, dedicada al estudio y la enseñanza, profundizó en particular en las obras de los Padres de la Iglesia de Oriente y Occidente, y el desarrollo de la cristología en el paso de los siglos. Pero su mirada no se encerró en el pasado. El conocimiento de la tradición de la fe alimentó en él un pensamiento vivo, que supo enfrentar también temas actuales en el campo del ecumenismo y en el de las relaciones con otras religiones. En él reconocemos y rendimos homenaje a un valiente heredero y continuador de la gran tradición de la teología francesa, que dio a la iglesia maestros de la altura del Padre Henri de Lubac y empresas culturales sólidas y valientes como las Sources Chrétiennes, cuya publicación inició hace ochenta años. Sin el aporte de esta teología francesa no habría sido posible la riqueza, la profundidad y amplitud de reflexión de la cual se alimentó el Concilio Vaticano II y debemos desear para nosotros que ésta siga dando frutos para su puesta en práctica a largo plazo.
El Profesor Weiler es la primera personalidad de religión judía a quien se atribuye el Premio Ratzinger, el cual hasta ahora se había otorgado a estudiosos pertenecientes a distintas confesiones cristianas. Estoy realmente contento. En un momento difícil, en el que esto se había puesto en duda, el Papa Benedicto afirmó con decisión y valentía que «un objetivo de su personal trabajo teológico había sido desde el principio el compartir y promover todos los pasos de reconciliación entre cristianos y judíos tomados a partir del Concilio» (Carta a los Obispos de la Iglesia católica, 10 de marzo 2009). Las ocasiones en que hizo avanzar dicho intento durante su pontificado fueron muchas; no es aquí la ocasión para enumerarlas. En la misma línea he continuado en mi caso, con pasos posteriores, en el espíritu de diálogo y amistad con los judíos que siempre me animó durante el ministerio en la Argentina.
La sintonía entre el papá emérito y el Prof. Weiler se refiere en particular a temas de sustancial importancia: la relación entre la fe y la razón jurídica en el mundo contemporáneo; la crisis del positivismo jurídico y los conflictos generados por una extensión sin límites de los derechos subjetivos; la justa comprensión del ejercicio de la libertad religiosa en una cultura que tiende a relegar la religión al ámbito privado. El Papa Benedicto siempre consideró centrales estos temas para el diálogo de la fe con la sociedad contemporánea. Y el Prof. Weiler no sólo condujo sobre ellos estudios en profundidad, sino que también tomó posiciones valientes, pasando, cuando fue necesario, del plano académico al de la discusión – y nosotros podríamos decir del “discernimiento” – en la búsqueda del consenso sobre valores fundamentales y la superación de los conflictos para el bien común. Que en ello los creyentes judíos y cristianos pueden encontrarse unidos es un signo de gran esperanza.
Estos Premios, entonces, más allá de representar un merecido reconocimiento, ofrecen la indicación de líneas de compromiso, de estudio y de vida de gran significado, que suscitan nuestra admiración y piden ser propuestas a la atención de todos.
Renuevo mis felicitaciones a los ilustres premiados y deseo lo mejor para la continuación de sus esfuerzos. De corazón invocó la bendición del Señor sobre ellos, sus familiares y amigos, sobre los miembros y patrocinadores de la Fundación Ratzinger y sobre todos los presentes. Y les pido, por favor, orar por mí. Gracias.
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