LAS PERSONAS SIN TRABAJO DEBEN SENTIRSE ESCUCHADAS EN LAS PARROQUIAS: PALABRAS DEL PAPA A TRABAJADORES CRISTIANOS (09/12/2022)
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Les doy la bienvenida y agradezco al presidente por sus corteses palabras. Hace cincuenta años su Movimiento daba los primeros pasos hacia la bendición del Papa San Pablo VI; y hoy han venido a compartir conmigo este momento de gratitud. Gracias por el bien sembrado en estos años de vida. Gracias por el compromiso con el que se han puesto al servicio de la sociedad italiana a través de las actividades de formación, los círculos, el patronato, la atención al mundo del trabajo en sus distintas facetas y el servicio civil.
Los cincuenta años son también un tiempo para mirar con realismo la propia historia, hecho de mucha gratuidad y también de fatigas en el testimonio cristiano. Es importante no abandonarse en formas de auto celebración, sino reconocer la acción del Espíritu Santo entre los pliegues de su historia, no sólo en los acontecimientos llamativos, sino sobre todo en los humildes y cotidianos. Este aniversario podría ayudarles a caminar en dos direcciones: una obra de purificación y una nueva semilla. Ambas: purificar y sembrar.
La purificación es siempre necesaria, siempre, para todos nosotros y en todas las experiencias humanas. Somos pecadores y necesitamos de la misericordia como del aire que respiramos. La disponibilidad a la conversión, a dejarse purificar, a cambiar de vida, a cambiar de estilo es signo de valentía, de fuerza, no de debilidad; la necedad es signo de debilidad. Se trata de acoger las novedades del Espíritu sin poner obstáculos: permitir que los jóvenes se encuentren espacio, que se cuide y comparta el espíritu de gratuidad, que no se pierda el espíritu emprendedor de los inicios prefiriendo opciones seguras que no ayudan a vivir las novedades de los tiempos. Son un movimiento nacido justo después del Vaticano II y pueden contar la fecundidad de aquella época eclesial y social. Los animo a reencontrar el impulso de los inicios, muy visible en el entusiasmo con el que viven el vínculo eclesial en los territorios y en la gratuidad del servicio a las exigencias de los trabajadores. El Concilio nos llamó a leer los signos de los tiempos – y sobre todo nos dio el ejemplo –; por ello, conscientes de los cambios sociales, pueden preguntarse: ¿cómo ser fieles al servicio de los trabajadores hoy? ¿Cómo vivir el compromiso de conversión ecológica y pacificación? ¿Cómo animar a la sociedad italiana en el campo económico, político, laboral, contribuyendo a hacer un discernimiento con los criterios de la ecología integral y la fraternidad?
He ahí los motivos de una nueva semilla que les concierne. Mientras se festeja, se mira hacia el futuro. De hecho, este no es solo el tiempo de cosechar frutos: es también tiempo de sembrar nuevamente. Nos lo impone la difícil época que estamos viviendo. La pandemia y la guerra han vuelto el clima social más oscuro y pesimista. Esto nos llama a ser sembradores de esperanza. Comenzando por ustedes mismos, por su tejido asociativo: que sus puertas estén abiertas; que los jóvenes se sientan no sólo huéspedes, sino protagonistas, con su capacidad de imaginar una sociedad distinta.
Quisiera proponerles también un compromiso específico sobre el tema del trabajo. Son un movimiento de trabajadores y pueden contribuir a llevar sus preocupaciones al interior de la comunidad cristiana. Es importante que los trabajadores se sientan en casa en las parroquias, en las asociaciones, en los grupos y movimientos; que sus problemas sean tomados en serio; que su petición de solidaridad pueda ser escuchada. De hecho, el trabajo atraviesa una fase de transformación que debe ser acompañada. Las desigualdades sociales, las formas de esclavitud y explotación, las pobrezas familiares a causa de la falta de trabajo o de un trabajo mal retribuido son una realidad que deben encontrar escucha en nuestros ambientes eclesiales. Son formas más o menos de explotación: llamemos a las cosas por su nombre. Los exhorto a tener mente y corazón abiertos a los trabajadores, sobre todo si son pobres e indefensos; a dar voz a quien no tiene voz; a no preocuparse tanto de sus inscritos, sino de ser levadura en el tejido social del país, levadura de Justicia y solidaridad.
De la parábola evangélica de los trabajadores llamados a distintas horas del día (cf. Mt 20, 1-16) aprendemos que cada época de la historia, como cada hora del día, es tiempo propicio para dar la propia contribución y buscar ofrecer una respuesta. Nadie debe sentirse excluido del trabajo. Que no falte su compromiso para promover el trabajo femenino, para favorecer la entrada de los jóvenes al trabajo, con contratos dignos y no de hambre, para salvaguardar tiempos y espacios de respiro para la familia, para el voluntariado y el cuidado de las relaciones. Por favor, ¡rechacen toda forma de explotación!
Sé que hacen referencia a la doctrina social de la Iglesia: les exhorto a seguirlo haciendo y, si es posible, cada vez mejor. Los principios de solidaridad y subsidiariedad, correctamente conjugados, están en la base de una sociedad que incluye, que no descarta a nadie y favorece la participación. Sin la subsidiariedad no existe la verdadera solidaridad, porque se corre el riesgo de no dar voz a las capacidades, a los talentos que florecen en los cuerpos intermedios. Las familias, las cooperativas, las empresas, las asociaciones son el tejido vivo de la sociedad. Darles espacio y voz significa liberar energías para que el bien común sea fruto del compromiso y la solidaridad entre todos.
La Encíclica Fratelli tutti recuerda que «gracias a Dios muchas asociaciones y organizaciones de la sociedad civil ayudan a compensar las debilidades de la comunidad internacional, su falta de coordinación en situaciones complejas, su carencia de atención con respecto a derechos humanos fundamentales y a situaciones muy críticas de algunos grupos. Así adquiere una expresión concreta el principio de subsidiariedad, que garantiza la participación y la acción de las comunidades y organizaciones de nivel menor, las cuales integran de manera complementaria la acción del Estado» (n. 175). Esta tercera guerra mundial en curso nos hace conscientes de que la renovación nace desde abajo, donde se viven las relaciones con solidaridad y confianza. No nos dejemos robar la valentía de nuevos inicios de reconciliación y fraternidad.
Queridos amigos, les agradezco por haber venido a festejar su medio siglo de actividad. Que San José los inspire siempre a vivir el trabajo con fe y con pasión. De corazón bendigo a todos ustedes y a sus familias. ¡Les deseo feliz Navidad! Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.
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