EL VATICANO HACE UN LLAMADO A NICARAGUA A BUSCAR UN DIÁLOGO DIPLOMÁTICO RESPETUOSO: PALABRAS DE MONS. GALLAGHER EN LA CLAUSURA DE LA ASAMBLEA GENERAL DE LA ONU (26/09/2023)

El Arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Santa Sede, se refirió este 26 de septiembre, durante su intervención en la clausura de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, a Nicaragua, haciendo un llamado al gobierno de Daniel Ortega a sostener con la Iglesia un “diálogo diplomático respetuoso” y que dicho diálogo sea en beneficio del pueblo. Mons. Gallagher también expresó la solidaridad de la Santa Sede con el pueblo de Nicaragua en un primer pronunciamiento desde dicha tribuna desde que el régimen decidiera congelar las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Reproducimos a continuación, el texto completo de su intervención, traducido del inglés:

Señor Presidente:

Me complace extenderle a usted y a los representantes de las naciones aquí reunidos los afectuosos saludos del Papa Francisco, mientras que también felicitó a Su Excelencia por su elección como Presidente de esta egregia Asamblea.

La Santa Sede desea felicitarlo por el tema de este debate general y no puede estar más de acuerdo en que existe una necesidad abrumadora para comenzar a reconstruir confianza de manera que se reavive la estabilidad global, la paz y la prosperidad. De hecho, “estamos viviendo un momento crucial para la humanidad, en el que la paz parece dejar su sitio a la guerra. Los conflictos están creciendo y la estabilidad se pone en riesgo cada vez más” [1].

En décadas recientes, esta organización ha sido testigo de un aumento en actividades en varios frentes, incluyendo loables iniciativas dirigidas a reducir la pobreza, ayudar a los migrantes, combatir el cambio climático, promover el desarme nuclear y ofrecer ayuda humanitaria entre muchas otras.

Por otra parte, en estos últimos años hemos visto derrumbarse la confianza entre las naciones, clara evidencia de lo cual es el aumento en el número y gravedad de conflictos y guerras. Más aún, “el actual conflicto en Ucrania ha hecho aún más evidente la crisis que ha afectado desde hace tiempo el sistema multilateral, qué necesita ser repensado profundamente si debe responder adecuadamente a los retos de nuestro tiempo” [2].

Todo esto ha resultado en un inevitable e igualmente significante aumento en el número de reuniones realizadas a distintos niveles, aunque no siempre en directa proporción a la efectiva edad requerida para alcanzar las metas propuestas.

En dichos foros, mientras, por una parte, se gastan ríos de palabras por las delegaciones para explicar sus respectivas posiciones en determinado tema, uno no siempre encuentra, por parte de los Estados individuales, la misma disponibilidad para escuchar. Por el contrario atestiguamos una tendencia marcada a imponer sus propias ideas y agendas. El Papa Francisco llama a esto colonización ideológica. Es decir, el fenómeno donde países más ricos y poderosos tratan de imponer su propia visión del mundo sobre países más pobres, promoviendo valores culturales ajenos que no comparten. Peor aún, se proporciona ayuda, se reduce o incluso se bloquea con la condición o “amenaza” de aceptar estas posiciones, a través de la imposición de políticas y programas que estos países exportan hacia el extranjero. El estado de derecho a veces parece ser reemplazado por la ley del más fuerte.

Es necesario, entonces, volver a la escucha y al diálogo para resolver y evitar posteriores conflictos y disminuir el sufrimiento de la humanidad. Hoy, observamos una tendencia a la inversa; no solo la gente no está escuchando, sino que quieren silenciar o excluir aquellos que no están de acuerdo con sus puntos de vista, configurando argumentos aparentemente plausibles. Sin embargo, el efecto, sin importar la razón que se proporciona, es excluir a ciertas partes de la conversación. Esto socava la naturaleza misma de los foros globales multilaterales, que deberían seguir correspondiendo a su vocación primaria como lugares de encuentro auténtico y diálogo entre Estados igualmente soberanos. Por tanto, la comunidad internacional debe mantener la universalidad de los foros globales multilaterales y no convertirlos en clubes reservados para unas pocas élites, que piensan de manera similar y donde algunos son simplemente tolerados mientras que no molesten a nadie.

En este sentido, quisiera subrayar las siguientes palabras clave para el multilateralismo efectivo: diálogo, responsabilidad compartida y cooperación, cada una en la búsqueda del bien común. Todo esto bajo la bandera de la solidaridad que “viene de saber que somos responsables por la fragilidad de los demás buscando un destino común” [3].

Todos los Estados deben redescubrir un espíritu de servicio con la intención de construir una solidaridad global que se exprese a sí misma de manera concreta en la ayuda a aquellos que sufren. Porque servir quiere decir preocuparse por aquellos que son frágiles en nuestra sociedad, en nuestros pueblos. Como parte de este compromiso compartido, los gobernantes deben hacer a un lado sus propias necesidades, expectativas y deseos de soberanía u omnipotencia ante la vista concreta del más frágil. Un compromiso al servicio que mira a la cara de los que sufren, ya sea de hambre, de los efectos de la guerra o de la falta de respeto por los derechos humanos básicos. “Por esta razón, el servicio nunca es ideológico, ya que no sirve a ideas sino a gente” [4].

Como dice el Papa Francisco, “esto demanda una reforma de los cuerpos que le permiten funcionar de manera efectiva, para que puedan ser realmente representativos de las necesidades y sensibilidades de todos los pueblos y evitar procedimientos que den mayor peso a algunos, en detrimento de otros. No es un asunto de crear coaliciones, sino de proveer oportunidades para todos de ser socios en diálogo” [5]. De hecho, cualquier reforma a las Naciones Unidas no debe estar basada en primer término en la multiplicación de reuniones, discursos, estructuras o instituciones, sino en hacer que lo que ya existe sea más eficiente y esté en línea con la era actual qué estamos viviendo.

A este respecto, el sistema multilateral ha cambiado su foco de la coexistencia pacífica de los estados hacia asuntos que no son relevantes para tal objetivo, prefiriendo temas pertinentes a la vida y las conductas de los individuos. Entonces, una reforma real de la ONU responde necesariamente a la cuestión de la funcionalidad del sistema multilateral, favoreciendo un “cambio” de las prioridades actuales, volviendo a la ONU realmente “apta para el objetivo” y reviviendo la coordinación entre los estados para lograr fines comunes reales. En otras palabras, volver a lo básico.

Aquí, quisiera proponer que un importante punto de quiebre puede ser la restauración de la sana distinción entre las acciones de los estados y las de la sociedad civil, o de aquellos que pretenden representarla, mientras nos enfocamos en reconstruir relaciones sanas y la confianza entre las naciones, para fomentar la paz y la seguridad.

Señor Presidente:

“Se ha hecho cada vez más evidente que en el mundo multipolar del siglo XXI, la búsqueda de la paz está relacionada muy de cerca con la necesidad por la seguridad y la reflexión sobre los medios más eficientes para garantizarla. Tal reflexión debe considerar necesariamente el hecho de que la seguridad global necesita ser integral, capaz de abarcar problemas que incluyan el acceso al alimento y el agua, el respeto por el medio ambiente, el cuidado a la salud, las fuentes de energía y la distribución equitativa de los bienes del mundo” [6].

El conflicto en Ucrania ha sido fundamental para traer de vuelta el aumento de la amenaza de escala nuclear a la discusión. Una vez más, es la firme convicción de la Santa Sede que “el uso de la energía atómica para objetivos de guerra es, hoy más que nunca, un crimen no solo contra la dignidad de los seres humanos, sino contra cualquier futuro posible para nuestra casa común” [7], mientras que la sola posesión por sí misma de armas nucleares es además, inmoral [8].

En este contexto, existe la necesidad de instaurar un ambicioso programa de trabajo para la Segunda Reunión de Estados Parte del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares (TPNW), incluyendo el avance de las discusiones acerca de la creación de un Fondo Fiduciario Internacional para apoyar un enfoque restaurativo de los daños humanos y medioambientales causados por el uso y pruebas nucleares. La Santa Sede hace un llamado a los estados para firmar y ratificar el TPNW, así como el Tratado Global sobre Prohibición de Pruebas Nucleares (CTBT) y el Tratado de No Proliferación (NPT), que juntos, en complementariedad, forman las bases del régimen de desarme y no proliferación.

Señor Presidente:

Otro importante reto que tenemos podría definirse, de manera general, como la galaxia digital en expansión que habitamos y especialmente la inteligencia artificial. La innovación digital toca todos los aspectos de nuestras vidas y comunidades, desde lo gubernamental hasta lo social y personal. “Está presente cada vez más en la actividad humana e incluso en las decisiones humanas, y por tanto está alterando la forma en que pensamos y actuamos. […] Una acción personal es ahora el punto de convergencia entre una acción que es verdaderamente humana y un cálculo automático, con el resultado de que su objeto se vuelve cada vez más complicado de entender, prevenir sus efectos y definir la contribución de cada factor” [9].

Es la razón por la que existe una necesidad urgente de comprometerse en una reflexión ética seria acerca del uso e integración de sistemas de supercomputadoras y procesos en nuestras vidas diarias. Más aún, el Papa Francisco insiste que debemos estar “vigilantes y trabajar para asegurar que el uso discriminatorio de estos instrumentos no tenga su raíz a expensas de los más frágiles y excluidos […] no es aceptable que la decisión acerca de la vida y el futuro de alguien se confíe a un algoritmo” [10]. Esto es válido en toda situación y también en el desarrollo y uso de Sistemas de Armas Letales Autónomos (LAWS).

Recientemente, un número creciente de preocupaciones legales y éticas han surgido, acerca del uso de LAWS en conflictos armados. Es claro que su uso debe estar alineado con la ley humanitaria internacional. Existe la necesidad de iniciar negociaciones en un instrumento legal que regule los LAWS e implementar una moratoria sobre ellos esperando la conclusión de las negociaciones. Es imperativo para asegurar un punto de vista humano adecuado, significativo y consistente de los sistemas armamentistas: solo los seres humanos son realmente capaces de ver y juzgar el impacto ético de sus acciones, así como enfrentar sus consecuentes responsabilidades.

Al respecto, la Santa Sede apoya el establecimiento de una Organización Internacional para la Inteligencia Artificial, con el objetivo de facilitar el mayor intercambio posible de información científica y tecnológica para los usos pacíficos y la promoción del bien común y el desarrollo humano integral.

De hecho, existe la necesidad de fomentar el desarrollo humano de nuevas tecnologías. Esto requiere, ante todo, diálogo entre los actores, con un enfoque de toda la sociedad especialmente en la discusión acerca del Pacto Digital Global. Al respecto, “en el encuentro entre distintas visiones del mundo, los derechos humanos representan un punto importante de convergencia en la búsqueda de un terreno común. En el presente, parecería existir la necesidad de una renovada reflexión sobre los derechos y deberes en esta área. El objetivo y la aceleración de las transformaciones de la era digital, de hecho, han hecho surgir problemas no previstos y situaciones que presentan retos a nuestro ethos individual y colectivo” [11].

Sin embargo, con el desarrollo de nuevas tecnologías debe ir de la mano el cuidado por nuestra casa común. Las nuevas tecnologías deben usarse para mitigar la crisis planetaria del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad, y la urgencia para actuar ahora para salvaguardar el mundo en que vivimos. “El cambio climático es un problema global con graves implicaciones: medioambientales, sociales, económicas, políticas y para la distribución de bienes. Representa 1 de los principales retos que enfrenta la humanidad en nuestros días. Su impacto más dañino se sentirá probablemente por los países en desarrollo en las décadas por venir” [12]. Es una gran injusticia que aquellos que contribuyen menos a la contaminación son los que están pagando el precio más alto y son los más expuestos a los efectos adversos del cambio climático.

En este sentido, la comunidad internacional necesita enfocarse en un resultado positivo de la COP28 por realizarse en los Emiratos Árabes Unidos, sin reducir las discusiones sobre el cambio climático a problemas financieros. Aunque estos son un componente integral de las discusiones sobre el clima, los problemas financieros nunca deben ensombrecer la meta última de proteger nuestra casa común. Más bien, deben trabajar para unir a la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral.

Señor Presidente:

Este año celebramos el 75º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el 30º aniversario de la Declaración y el Programa de Acción de Viena. “A través de estos dos documentos, la familia de naciones buscó reconocer la igual dignidad de cada ser humano, de la cual derivan los derechos y libertades fundamentales que, al tener su raíz en la naturaleza humana – la inseparable unidad de cuerpo y alma – son universales, indivisibles, interdependientes e interconectados. Al mismo tiempo, la Declaración de 1948 reconoce que ‘Todos tienen deberes hacia la comunidad en los que solo el libre y pleno desarrollo de su personalidad es posible’” [13].

Los significativos aniversarios de estos documentos invitan a una reflexión profunda sobre el fundamento de los derechos humanos y el respeto por ellos en el mundo contemporáneo para renovar compromisos en favor de la defensa de la dignidad humana. “En el mundo actual persisten numerosas formas de injusticia, alimentadas por visiones antropológicas reductivas y por modelos económicos basados en las ganancias, que no dudan en explotar, descartar e incluso matar seres humanos. Mientras una parte de la humanidad vive en la opulencia, otra parte ve negada, despreciada o pisoteada su propia dignidad, y sus derechos fundamentales ignorados o violados” [14].

En primer lugar y ante todo entre éstos están los no nacidos, a quienes se les niega el derecho de llegar al mundo, en algunos casos debido a su sexo o discapacidad. También están aquellos que no tienen acceso a los medios indispensables para una vida digna. Así como también quienes son excluidos de una educación apropiada. Aquellos a los que injustamente se les quita el trabajo o son obligados a trabajar como esclavos; aquellos que son detenidos en condiciones inhumanas, que sufren tortura o se les niega la oportunidad de redimirse; las víctimas de desapariciones forzadas y sus familias; aquellos que viven en un clima dominado por la sospecha y la burla, que son objetos de actos de intolerancia, discriminación y violencia debido a su sexo, edad, raza, etnia, nacionalidad o religión. Últimamente, aquellos que soportan una multitud de violaciones a sus derechos fundamentales en el trágico contexto de conflictos armados, mientras que comerciantes sin escrúpulos de la muerte se enriquecen a costa de la sangre de sus hermanos y hermanas [15].

No olvidemos que la verdadera prueba de fuego para ver si los derechos humanos están siendo protegidos es el grado en el cual las personas tienen libertad de religión o credo en un país. Inquietantemente, seguimos viviendo en un mundo donde la gente es perseguida simplemente por profesar su fe en público. Hay muchos países en donde la libertad religiosa está severamente restringida. De hecho, cerca de un tercio de la población mundial vive en esta condición y el número solo parece aumentar. Junto con la falta de libertad religiosa, también existe persecución religiosa abierta, incluyendo la vida religiosa privada de las personas. No puedo dejar de mencionar, como muestran algunas estadísticas, que un cristiano de cada siete es perseguido. Más aún, la violencia contra los cristianos está aumentando y no solo en países donde son una minoría. Incluso el término “crimen de odio” o “discurso de odio” se utiliza ahora de manera subjetiva y manipulada para evitar a las personas expresar sus creencias religiosas, comparando la práctica de la religión con la violencia. Esta agenda deliberadamente deshonesta y políticamente motivada, especialmente atroz en Occidente, debe terminar.

La libertad religiosa es uno de los requerimientos absolutos mínimos necesarios para vivir en dignidad. Los gobiernos tienen el deber de proteger la libertad religiosa de sus ciudadanos. Crear un ambiente adecuado para la libertad religiosa significa garantizar a cada persona, de manera consistente con el bien común, la oportunidad de actuar de acuerdo a su conciencia. De hecho, la libertad religiosa no es solo la libertad de culto, es decir, el hecho de que uno pueda realizar actos de culto durante el día o en lugares adecuados, sino también ser capaz de vivir de acuerdo a las propias creencias y que las religiones sean capaces de organizarse para ayudar a sus fieles. La libertad religiosa, como la educación y otros derechos fundamentales, puede ser un componente importante en permitir a los marginalizados ser agentes dignificados de su propio destino.

Señor Presidente:

A pesar del hecho de que muchas tragedias han impactado y lo siguen haciendo a la familia de naciones en este año, entre desastres naturales, severos problemas de seguridad alimentaria e inestabilidad política, que causan angustia, dificultades e incerteza acerca del futuro, el ataque ruso sobre Ucrania sigue siendo una de las heridas más dolorosas y sangrantes, que en lugar de sanar se hace más grande y profunda. Sin duda, en más de 18 meses de guerra hemos atestiguado el admirable siempre renovado compromiso de tantos países para ayudar a la golpeada Ucrania a defender a su pueblo y su territorio. Desafortunadamente, sin embargo, esto no ha sido acompañado por un esfuerzo equiparable para encontrar caminos en que la confrontación pueda superarse. Seguimos lejos de un verdadero encuentro y diálogo, así como a poner fin al odio, destrucción y muerte, a abrir caminos de paz y reconstrucción. Esto es lo que la Santa Sede, además de su asistencia humanitaria, espera y busca promover con cada una de sus innumerables llamadas e iniciativas, dependientes de la cooperación de todos los actores internacionales.

La situación humanitaria en Siria es realmente preocupante. Los sirios, lastimados por doce años de guerra, un terremoto y gran pobreza, nuevamente están sonando la alarma, expresando sus grandes dificultades y pidiendo que pueda encontrarse una solución a sus sufrimientos. La Santa Sede, además de apoyar la reanudación de un proceso político de reconciliación, hace un llamado para que las emergencias humanitarias no sean sopesadas en comparación de las rigideces de posiciones políticas, sino que se tenga el valor de mirar el sufrimiento de la gente con verdad y honestidad, para que las sanciones internacionales impuestas al gobierno sirio por la Unión Europea, los Estados Unidos y el Reino Unido no afecten a la población local.

La situación en Sudán sigue siendo de gran preocupación. En los pasados seis meses, enfrentamientos armados han terminado con un gran número de víctimas y personas desplazadas, así como una muy seria crisis humanitaria, que aleja cada vez más la perspectiva de lograr la paz y restablecer la estabilidad en el país. La Santa Sede hace un sentido llamado a deponer las armas para que el diálogo pueda prevalecer y el sufrimiento de la población pueda ser aliviado.

La Santa Sede sigue de cerca los eventos políticos en el África Subsahariana y renueva su compromiso en promover la paz, la justicia y la prosperidad. Las iglesias locales contribuyen a procesos de reconciliación nacional y actúan con vistas al bien común, especialmente en los sectores educativo, caritativo y de salud. De particular preocupación en el África subsahariana han sido los numerosos episodios de violencia así como los frecuentes golpes de Estado que rompen procesos democráticos, causan muerte y destrucción, y crisis humanitarias y migratorias.

Es doloroso descubrir que, en ocasiones, detrás de episodios de terrorismo y violencia, se encuentran también intereses económicos internacionales que apoyan las dinámicas injustas del colonialismo. A este respecto, hago un llamado a la familia de naciones aquí reunida en esta Asamblea General para dejar que el espíritu del diálogo prevalezca, para que cese todo tipo de explotación económica y financiera y para cuidar y fomentar una Cooperación Internacional generosa y respetuosa.

Dirigimos un pensamiento especial a Nicaragua con la cual la Santa Sede espera involucrarse en un diálogo diplomático respetuoso por el bien de la Iglesia local y de toda la población.

La Santa Sede urge a un diálogo y negociaciones entre Azerbaiyán y Armenia, con el apoyo de la comunidad internacional, que favorecerá un acuerdo sustentable, lo antes posible, para terminar la crisis humanitaria y resolver la dramática situación en Nagorno Karabaj. Además, expreso mis condolencias a las familias de las víctimas de la explosión en la estación de gasolina cerca de la ciudad de Stepanakert.

La Santa Sede expresa una seria preocupación acerca de lo que ocurre en Jerusalén y en particular los ataques en contra de las comunidades cristianas. Estos episodios no socavan simplemente la coexistencia entre las distintas comunidades, sino que ponen en riesgo la identidad misma de la ciudad de Jerusalén, que algunos no pueden concebir como un sitio de encuentro entre los tres credos, Cristianismo, Judaísmo e Islam. Renuevo mi llamado no solo a los israelíes y palestinos a abrirse a un diálogo sincero, sino también a toda la comunidad internacional, para que Jerusalén no sea olvidada, y el proyecto de una Ciudad Santa como un lugar de paz para todos y de todos, con un estatus especial garantizado internacionalmente, no sea abandonado.

Señor Presidente:

El Papa Francisco, en su discurso al Consejo de Seguridad el pasado junio dijo que “el mundo actual globalizado nos ha hecho estar más juntos a todos, pero no nos ha hecho más fraternos. De hecho, estamos sufriendo una hambruna de fraternidad, que surge de las muchas situaciones de injusticia, pobreza e inequidad y también de la falta de una cultura de la solidaridad. Nuevas ideologías, caracterizadas por un individualismo generalizado, egocentrismo y consumismo materialista, debilitan los vínculos sociales, alimentando esa mentalidad “de descarte”, que lleva a despreciar y abandonar a los más débiles y a aquellos considerados ‘inútiles’. De esta forma la coexistencia humana tiende cada vez más aparecerse aún simple y sencillo ‘te doy y me das’ que es tanto pragmático como egoísta. Sin embargo el peor efecto de esta hambruna de fraternidad es el conflicto armado y la guerra, que hace enemigos no sólo a individuos en lo particular sino a pueblos enteros y cuyas consecuencias negativas reverberan por generaciones” [16].

Con la Fundación de las Naciones Unidas, parecía que el mundo había aprendido, después de dos terribles guerras mundiales, a moverse hacia una paz más estable, dirigiéndose hacia la conversión de una familia de naciones en el sentido literal. Sin embargo, parece que estamos regresando la historia, con el surgimiento de nacionalismos miopes, extremistas, resentidos y agresivos que han encendido conflictos que no son solo anacrónicos y anticuados, sino incluso más violentos de lo que recordamos.

En efecto, “para hacer que la paz sea una realidad, debemos alejarnos de la lógica de la legitimidad de la guerra: sí esta era válida en tiempos antiguos, cuando las guerras eran más limitadas en su afectación, en nuestros días, con las armas nucleares y las de destrucción masiva, el campo de batalla se ha vuelto prácticamente ilimitado y los efectos potencialmente catastróficos” [17].

De hecho, “la paz es posible, si realmente se desea; y si la paz es posible, es un deber” [18]. Este es el deber de cada uno de los presentes en esta sala, porque es sólo en la búsqueda de la paz y en la vida pacífica entre los Estados, que realmente podemos convertirnos en naciones unidas, en una sola familia humana.

Gracias, señor Presidente.


[1] Papa Francisco, Discurso al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, 14 de junio 2023.

[2] Papa Francisco, Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 9 de enero 2023.

[3] Papa Francisco, Fratelli tutti, 115.

[4] ibid.

[5] Papa Francisco, Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 9 de enero 2023.

[6] Papa Francisco, Carta al Obispo de Hiroshima en ocasión de la cumbre del G7, 19 de mayo 2023.

[7] Papa Francisco, Discurso en el Peace Memorial (Hiroshima), 24 de noviembre 2019.

[8] Papa Francisco, Mensaje a Su Excelencia el Embajador Alexander Kmentt, Presidente de la Primera Reunión de Estados Parte del Tratado sobre Prohibición de Armas Nucleares, 21 de junio 2022.

[9] Papa Francisco, Reunión con los participantes en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia para la Vida, 28 de febrero 2023.

[10] Papa Francisco, Discurso a los participantes en la reunión “Rome Call” promovida por la Renaissance Foundation, 10 de enero 2023.

[11] ibid.

[12] Papa Francisco, Laudato si’, 25.

[13] Papa Francisco, Mensaje a los participantes en la Conferencia Internacional “Derechos humanos en el mundo contemporáneo; logros, omisiones, negaciones”, 10-11 de diciembre 2018.

[14] ibid.

[15] cf. ibid.

[16] Papa Francisco, Discurso al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, 14 de junio 2023.

[17] ibid.

[18] Pablo VI, Mensaje para la VI Jornada Mundial de la Paz, 1º de enero 1973.

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