CATEQUESIS DEL PAPA: BASTA DE ASFIXIAR A ÁFRICA, NO ES UNA TIERRA PARA EXPLOTAR NI SAQUEAR (20/09/2023)

El testimonio de San Daniel Comboni “lleno de celo por África” estuvo en el centro de la catequesis de la Audiencia General de este 20 de septiembre en la Plaza de San Pedro y para el Papa Francisco fue una ocasión para reafirmar su preocupación por ese continente que todavía hoy es objeto de explotación y esclavitud. Comboni en África, a la luz de las enseñanzas de Jesús, dijo el Papa, tomó conciencia del mal de la esclavitud que “cosifica” al hombre y comprendió que hunde sus raíces en la esclavitud del corazón, “la del pecado, de la que el Señor nos libera”. Compartimos a continuación, el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

San Daniel Comboni

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el camino de catequesis sobre la pasión evangelizadora, es decir el celo apostólico, hoy nos detenemos en el testimonio de San Daniel Comboni. Él fue un apóstol lleno de celo por África. De esos pueblos escribió: «se han adueñado de mi corazón que vive solamente para ellos» (Escritos, 941), «moriré con África en mis labios» (Escritos, 1441). ¡Es hermoso! …Y a ellos se dirigió así: «el más feliz de mis días será en el que pueda dar la vida por ustedes» (Escritos, 3159). Esta es la expresión de una persona enamorada de Dios y de los hermanos a quienes servía en misión, a propósito de los cuales no se cansaba de recordar que «Jesucristo padeció y murió también por ellos» (Escritos, 2499; 4801).

Lo afirmaba en un contexto caracterizado por el horror de la esclavitud, de la que era testigo. La esclavitud “cosifica” al hombre, cuyo valor se reduce a ser útil a alguien o a algo. Pero Jesús, Dios hecho hombre, ha elevado la dignidad de cada ser humano y ha desenmascarado la falsedad de toda esclavitud. Comboni, a la luz de Cristo, tomó conciencia del mal de la esclavitud; entendió, además, que la esclavitud social tiene sus raíces en una esclavitud más profunda, la del corazón, la del pecado, de la cual el Señor nos libera. Como cristianos, por tanto, estamos llamados a combatir contra toda forma de esclavitud. Pero lamentablemente la esclavitud, así como el colonialismo, no es un recuerdo del pasado, por desgracia. En el África tan amada por Comboni, hoy desgarrada por tantos conflictos, «después del político, se ha desencadenado (…) un “colonialismo económico”, igualmente esclavizador (…). Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado a menudo cierra los ojos, los oídos y la boca». Renuevo por tanto mi llamado: «Dejen de asfixiar a África: no es una mina que explotar ni una tierra que saquear» (Encuentro con las Autoridades, Kinshasa, 31 de enero 2023).

Y volvemos a la historia de San Daniel. Pasado un primer periodo en África, tuvo que dejar la misión por motivos de salud. Demasiados misioneros habían muerto después de haber contraído enfermedades, a causa del poco conocimiento de la realidad local. Sin embargo, si otros abandonaban África, no así Comboni. Después de un tiempo de discernimiento, advirtió que el Señor le inspiraba un nuevo camino de evangelización, que él sintetizó en estas palabras: «Salvar África con África» (Escritos, 2741s). Es una intuición poderosa, nada de colonialismo, en esto: es una intuición poderosa que contribuyó a renovar el esfuerzo misionero: las personas evangelizadas no eran solo “objetos” sino “sujetos” de la misión. Y San Daniel Comboni deseaba hacer a todos los cristianos protagonistas de la acción evangelizadora. Y con este ánimo pensó y actuó de forma integral, involucrando al clero local y promoviendo el servicio laical de los catequistas. Los catequistas son un tesoro de la Iglesia: los catequistas son aquellos que van adelante en la evangelización. Concibió así también el desarrollo humano, cuidando las artes y las profesiones, favoreciendo el rol de la familia y de la mujer en la transformación de la cultura y de la sociedad. ¡Y qué importante es, también hoy, hacer progresar la fe y el desarrollo humano desde el interior de los contextos de misión, en lugar de trasplantar modelos externos o limitarse a un estéril asistencialismo! Ni modelos externos ni asistencialismo. Tomar de la cultura de los pueblos el camino para hacer la evangelización. Evangelizar la cultura e inculturar el Evangelio: van juntos.

La gran pasión misionera de Comboni, sin embargo, no fue principalmente fruto de un esfuerzo humano: él no estuvo impulsado por su valentía o motivado sólo por valores importantes, como la libertad, la justicia y la paz; su celo nació de la alegría del Evangelio, ¡acudía al amor de Cristo y llevaba al amor por Cristo! San Daniel escribió: «Una misión tan ardua y laboriosa como la nuestra no puede vivir de pátina, de sujetos con el cuello torcido llenos de egoísmo y de ellos mismos, que no cuidan como se debe la salud y la conversión de las almas». Este es el drama del clericalismo, que lleva a los cristianos, también los laicos, a clericalizarse y a transformarlos – como dice aquí – en sujetos con el cuello torcido llenos de egoísmo. Esta es la plaga del clericalismo. Y añadió: «es necesario encenderles de caridad, que tenga su fuente en Dios, y en el amor de Cristo; y cuando se ama realmente a Cristo, entonces son dulzuras las privaciones, los sufrimientos y el martirio» (Escritos, 6656). Su deseo era el de ver misioneros ardientes, alegres, comprometidos: misioneros – escribió – «santos y capaces. […] Primero: santos, es decir ajenos al pecado y humildes. Pero no basta: es necesaria caridad que hace capaces los sujetos» (Escritos, 6655). La fuente de la capacidad misionera, para Comboni, es por tanto la caridad, en particular el celo en el hacer propios los sufrimientos de los otros.

Su pasión evangelizadora, además, nunca lo llevó a actuar como solista, sino siempre en comunión, en la Iglesia. «Yo no tengo otra cosa que la vida para consagrar a la salud de esas almas – escribió – quisiera tener mil para consumarlas con tal fin» (Escritos, 2271).

Hermanos y hermanas, San Daniel testifica el amor del buen Pastor, que va a buscar a quien está perdido y da la vida por el rebaño. Su celo fue enérgico y profético en la oposición a la indiferencia y a la exclusión. En las cartas recordaba de corazón a su amada Iglesia, que por demasiado tiempo había olvidado a África. El sueño de Comboni es una Iglesia que hace causa común con los crucificados de la historia, para experimentar con ellos la resurrección. Yo, en este momento, les hago una sugerencia. Piensen en los crucificados de la historia de hoy: hombres, mujeres, niños, ancianos que son crucificados por historias de injusticia y de dominación. Pensemos en ellos y oremos. Su testimonio parece repetirnos a todos nosotros, hombres y mujeres de Iglesia: “No olviden a los pobres, ámenlos, porque en ellos está presente Jesús crucificado, esperando resucitar”. No olviden a los pobres: antes de venir aquí, tuve una reunión con legisladores brasileños que trabajan por los pobres, que tratan de promover a los pobres con la asistencia y la justicia social. Y ellos no olvidan a los pobres: trabajan por los pobres. A ustedes les digo: no olviden a los pobres, porque serán ellos los que les abran la puerta del Cielo. Gracias.

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