SEAN ESPECIALISTAS DE DIOS: PALABRAS DEL PAPA A LOS ROGACIONISTAS DEL CORAZÓN DE JESÚS Y LAS HERMANAS HIJAS DEL DIVINO CELO (18/09/2023)
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Me alegra encontrarles, en un momento en el que están reflexionando y trabajando sobre sus caminos como congregaciones, a la luz de los dos Capítulos Generales, ambos de carácter electivo.
Han tenido manera de enfrentar temas como consagración, identidad carismática, comunión fraterna y misión, aspectos fundamentales de la vida religiosa, cuya profundización requiere capacidad de escucha y de discernimiento, en la oración y el compartir; requiere también una buena dosis de valentía, para continuar siendo fieles hoy a las inspiración original de San Aníbal de Francia y al mismo tiempo atentos a las necesidades de un mundo que cambia. Habría muchas cosas que decir sobre estos temas, pero hoy quisiera reflexionar con ustedes sobre solamente un punto, que está a la raíz de su específica misión en la Iglesia y que constituye también su cuarto voto: el Rogate, la oración por las vocaciones.
La oración es el hilo conductor que atraviesa la vida de San Aníbal. Su misma vocación – «de improviso, irresistible, segurísima», como él atestigua – se le manifiesta mientras se encuentra en adoración ante el Santísimo Sacramento. Allí tiene la iluminación de la “inteligencia del Rogate”. De hecho, cuando nos disponemos, dóciles y humildes, ante Dios, a menudo se recibe una comprensión específica sobre el sentido de la propia vida: es en la oración fiel y perseverante, en particular en la Adoración, que todo toma armonía, que se captan más claramente los objetivos, encontrando en el Señor la fuerza y la luz para realizarlos según sus designios. Decía el Santo: «Sin este fuego interior, que se llama vida espiritual, oración, petición, penitencia […] ninguna obra realmente buena puede producirse» (San Aníbal María de Francia, Elogio fúnebre para Mons. Francesco Paolo Carrano). Esta fue su experiencia, pero es válida para todos: sin oración no se puede estar de pie y no se sabe a dónde ir. Es importante, entonces, que exista un diálogo prolongado con el Señor cada día, y después una invocación a Él antes de cada momento importante, de cada encuentro, de cada decisión.
San Aníbal se inspiró por un pasaje particular del Evangelio, en el que Jesús dice: «¡La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos! ¡Pidan entonces al señor de la mies, para que mande trabajadores a su mies!» (Mt 9,37-38). Este pasaje llenó su corazón de celo. En la Messina de su tiempo, comenzando por la miseria del barrio de “Case Avignone”, y después extendiéndose más allá, con una mirada más amplia y una acción cada vez más basta, experimentó también él, como Jesús, una estrujante compasión por la humanidad pobre en el cuerpo y el espíritu. Y comprendió que la primera cosa que hay que hacer era orar, no sólo para convencer a Dios de enviar pastores, como si no cuidara de su pueblo, sino para dejarse cada vez más atravesar por la visceralidad de su amor paterno y materno: ¡para aprender, orando, a ser sensibles a las necesidades de sus hijos! Así desde la oración, alma de toda la actividad apostólica y caritativa del Fundador, nacieron sus Congregaciones, primero las Hijas del Divino Celo y después los Rogacionistas del Corazón de Jesús. Nacieron de las manos juntas de un Santo, que los consagró a Cristo con su oración.
San Pablo VI un día les dirigió una invitación, que decía: «Rogacionistas del Corazón de Jesús, cuyo mismo nombre los califica en la misión y la imagen de adoradores e implorantes para la misión más alta y más hermosa, de merecer y preparar las vocaciones para el Reino de Cristo […]. Sean los “especialistas de Dios”» (Discurso a los Capítulos Generales de los Carmelitas de la antigua Observancia, de los Agustinos Recoletos y de los Rogacionistas del Corazón de Jesús, 14 de septiembre 1968). Quisiera renovarles la invitación: sean los especialistas de Dios, no tanto como estudiosos de técnicas, de estadísticas y teorías, en cuanto que también estas pueden servir, tanto como esa sabiduría que se madura teniendo ante todo “callos en las rodillas” y después “en las manos”. Sean especialistas, es decir, en las Artes de la oración y la caridad: menos juntas ante Dios y manos tendidas hacia los hermanos. Manos juntas y manos tendidas: ¡así se vuelve uno, especialista de Dios! Esa es su misión. Todavía hoy, de hecho, el Señor llama y muchos jóvenes necesitan testigos y guías creíbles que, mostrándoles la belleza de una vida gastada por amor, les ayuden a decir “sí”.
Queridas hermanas, queridos hermanos, gracias por lo que hacen, gracias por su testimonio. Gracias por las manos juntas: no pegadas, no, porque después deben ir a trabajar, sino juntas. Sigan, por favor, orando por las vocaciones. Y, les pido, no se olviden de orar también por mí. Gracias.
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