LA FE NOS ANIMA A VIVIR COMO HERMANOS: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN BÍBLICA ITALIANA (07/09/2023)

El Papa Francisco, al recibir la mañana de este 7 de septiembre en la Sala Clementina a miembros de la Asociación Bíblica Italiana, recordó que la Biblia debe ser cada vez más patrimonio de todos, evitando toda forma de elitismo y exclusión, pues su misión es ayudar al pueblo de Dios a alimentarse de la Palabra. “Alianza y pactos entre universalismo y particularismo”, tema de la XLVII Semana Bíblica Nacional, fue el punto de partida de la reflexión del Santo Padre, cuyo texto compartimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos:

Me alegra encontrarme con todos ustedes, miembros de la Asociación Bíblica Italiana y docentes de Sagrada Escritura, reunidos en Roma para la XLVII Semana bíblica nacional. La temática que eligieron para estos encuentros: “Alianza y alianzas entre universalismo y particularismo”, es muy importante para mí y se encuentra entre las mayores atenciones actuales de la Iglesia. Las tres alianzas sobre las que están reflexionando, de hecho, involucran estrechamente sus relaciones con el mundo contemporáneo.

La alianza con Noé está centrada en la relación entre humanidad y creación. La alianza con Abraham se concentra en las tres grandes religiones monoteístas en su matriz común: la fe en Dios como condición de unidad y de fecundidad. La alianza del Sinaí, finalmente, se refiere al don de la Ley y a la elección de Israel como instrumento de salvación para todos los pueblos.

Son temáticas que atraviesan por completo el Antiguo y el Nuevo Testamento, con tensiones y reformulaciones continuamente oscilantes entre el universalismo del amor de Dios por la humanidad, sin excluir a nadie, y el particularismo de la elección, Unidas por un carácter unificador: la irrevocabilidad de los dones y de la llamada de Dios (Rom 11, 29), su constante y múltiple ofrecimiento de comunión, como dijo San Juan Pablo II (cf. Encuentro con la Comunidad hebrea, 17 de noviembre 1980, n. 3).

Reflexionemos entonces un momento sobre la actualidad de estos tres temas y, a la luz de ellos, sobre el valor de su trabajo.

Como hemos dicho, la alianza de Noé implica una clara referencia a la relación entre hombre y creación. En el relato del diluvio (cf. Gen 6-9) Dios vuelve a dar esperanza y salvación a la humanidad, sacudida por el odio y la violencia, a través de la justicia del Patriarca. Tal justicia tiene en sí misma una irrenunciable dimensión ecológica, en el redescubrimiento y el respeto «de los ritmos inscritos en la naturaleza por la mano del Creador» (Carta Enc. Laudato si’, 71). La alianza con Noé, entonces, nunca disminuida por parte de Dios, sigue impulsándonos a un uso equitativo y sobrio de los recursos del planeta, que es una inquietud muy seria en este momento.

El segundo tema tiene como icono la alianza de Abraham, común a las tres grandes religiones monoteístas. También esta es una imagen de gran actualidad. Como enseña el Concilio Vaticano II, de hecho, en un tiempo agitado por ecos de muerte y de guerra, la fe común en un único Dios nos invita y nos anima a vivir como hermanos. Es en ella que, «llamados a una sola e idéntica vocación humana y divina, sin violencia y sin engaño, podemos y debemos trabajar juntos por la construcción del mundo en la verdadera paz» (Const. Past. Gaudium et spes, 92).

El tercer tema, finalmente, es el del don de la ley y la elección del pueblo de Israel. También eso es importante. De hecho en la Biblia, contra cualquier tentación de lectura de carácter exclusivo, el particularismo de la elección está siempre en función de un bien universal y nunca cae en formas de separación, ni de exclusión. Dios nunca escoge a alguien para excluir a los demás, sino siempre para incluir a todos. La elección de Dios siempre tiene esta dimensión social y misionera. Es una advertencia importante para nuestros tiempos, en los que tendencias de separación siempre crecientes cavan fosas y erigen recintos entre las personas y los pueblos, en detrimento de la unidad del género humano, que los padece, y del propio Cuerpo de Cristo, según el proyecto de Dios.

Este encuentro suyo, sin embargo, recuerda también un valor más que quiero subrayar: el de trabajar juntos al servicio de la Palabra. Se inserta, de hecho, en un amplio trabajo de cooperación que la Asociación bíblica ofrece de manera permanente a la Iglesia en Italia. Ésta ha sido una de las primeras asociaciones teológicas en este país y está todavía muy presente en las distintas diócesis, especialmente a través de la animación de las semanas bíblicas diocesanas, que apoya en colaboración con el Apostolado Bíblico de la Conferencia Episcopal Italiana. Espero que esta presencia crezca en todo el territorio, evitando cualquier forma de elitismo y exclusión. La Asociación bíblica trabaja, además, en colaboración con el Pontificio Instituto Bíblico, en un momento decisivo para la reforma de los ateneos pontificios, donde la alianza entre instituciones académicas no es siempre fácil. En cambio, para muchos de los inscritos en la Asociación, el Pontificio Instituto Bíblico permanece siempre como el “alma mater” que los engendró para la investigación y el apostolado. Y esto ofrece un ejemplo de esa sinergia que es urgente promover, en Roma y más allá, entre los distintos institutos de estudios, también para no correr el riesgo de una irremediable extinción.

Queridos amigos, sigan adelante en su misión de ayudar al pueblo de Dios a alimentarse de la Palabra, para que la Biblia sea cada vez más patrimonio de todos: «libro del pueblo del Señor que en su escucha pasa de la dispersión y de la división a la unidad» (Carta Ap. Aperuit illis, 4). Esta es un poco “la dinámica del Señor”: envía y parece así dispersar, pero después cosecha en unidad. Los bendigo de corazón. Y les pido, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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