UMBRIA, TIERRA DE SANTOS Y SANTAS, ANUNCIEN LA BELLEZA: PALABRAS DE LEÓN XIV A PEREGRINOS DE UMBRIA (13/09/2025)

León XIV se reunió este 13 de septiembre en la Basílica Vaticana con los participantes en la Peregrinación Jubilar de las Diócesis procedentes de la región del centro de Italia: una tierra recorrida por místicos, poetas, hombres y mujeres de fe, caracterizada por su rico patrimonio artístico y natural. El Pontífice pidió a los fieles que sean «misioneros del amor y de la paz» y recordó al joven Carlo Acutis, que precisamente de los santos de Umbría obtuvo «inspiración y fuerza». Compartimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos.

Dirijo un cordial saludo a su Eminencia, a los Obispos presentes, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas y a todos ustedes.

Han venido para cumplir la Peregrinación jubilar, gesto en el que el signo físico del camino simboliza un mucho más importante itinerario espiritual de conversión y renovación. Han recorrido juntos un trozo de la calle, orando y meditando; han atravesado la Puerta Santa, cuyo paso, en el perdón, marcó para cada uno de ustedes el inicio de una vida nueva; dentro de poco se celebrarán la Eucaristía, durante la cual ofrecerán al señor todo lo que son y lo que tienen, unidos por el Espíritu en un solo Cuerpo.

Vienen de una región bellísima, en muchos aspectos: el corazón verde de Italia, con su naturaleza exuberante; tesoro de arte, con sus aldeas y tradiciones; tierra de santos y santas. Cada una de sus comunidades podría contar una historia única en este sentido, evocando nombres bien conocidos e historias menos conocidas. Verlos aquí juntos, hace pensar precisamente en la belleza del cuerpo de Cristo en su armonía variopinta (cf. 1 Cor 12, 12-19). A ella refieren los panoramas de su tierra, en la que en la creación se funde con la obra del hombre y arte y naturaleza se recuerdan mutuamente.

Pero, sobre todo, dan testimonio de ello los siglos de santidad de los que sus distritos han sido escenario: las han recorrido místicos y penitentes, poetas y teólogos, anacoretas silenciosos, mujeres llenas de fe y valentía, jóvenes entusiastas, que de época en época se han transmitido la misma, estupenda herencia: el Evangelio de Jesús. Sería difícil nombrar a algunos de ellos sin olvidar a otros. Quiero sin embargo recordar que, precisamente de su río de bondad, tomó inspiración y fuerza el muy joven Santo que fue canonizado el domingo pasado. Y eso es importante, porque nos recuerda que el tesoro que hemos recibido sigue creciendo, la vid sigue floreciendo y dando fruto, el buen mosto que fermenta y expande su aroma.

San Pablo VI decía que «este mundo en que vivimos necesita de la belleza para no hundirse en la desesperación» (Mensaje a los artistas, 8 de diciembre 1965, 4) y agregaba: «La belleza […] ese fruto precioso que resiste el desgaste del tiempo, que une a las generaciones y las hace comunicarse en las admiración» (ibid.). Ustedes están rodeados de ella, en varios aspectos: aprécienla, ámenla, dejen que les hable de Dios, y háganse heraldos de ella a su vez. Los invito a vivir así también esta Eucaristía: agradecidos, unidos, atentos, asombrados y listos a salir del Altar como misioneros de amor y de paz.

Bendigo de corazón a todos ustedes y a sus comunidades.

Cantemos juntos el Pater noster.

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