LA PAZ Y NO EL CONFLICTO ES NUESTRO SUEÑO MÁS PRECIADO: MENSAJE DE LEÓN XIV A CONFERENCIA SOBRE DIÁLOGO INTERRELIGIOSO EN BANGLADESH (09/09/2025)
Me alegra extender mis saludos de amistad a los participantes en el encuentro interreligioso en Bangladesh. Sobre todo, les deseo la paz que puede llegar sólo de Dios, una paz que sea «desarmada y que desarma, humilde y perseverante» y «que busca siempre en la caridad, que busca siempre estar cerca especialmente de aquellos que sufren» (Primera bendición “Urbi et Orbi”, 8 de mayo 2025).
Me congratulo con los organizadores de este encuentro por haber elegido como tema «Promover una cultura de armonía entre hermanos y hermanas». De hecho, este tema refleja el espíritu de apertura fraterna que personas de buena voluntad buscan promover con los miembros de otras tradiciones religiosas. Además, nace a partir de la convicción de que nuestra comunidad humana es verdaderamente una sola cosa, en origen y fin según Dios (cf. Concilio Vaticano II, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas Nostra aetate, 28 de octubre 1965, n. 1). Todos somos sus hijos, y por tanto hermanos y hermanas. Como única familia, compartimos la oportunidad y la responsabilidad de seguir cultivando una cultura de armonía y de paz.
Al respecto, podríamos hablar justamente de «cultura» en dos sentidos. Cultura puede significar la rica herencia de arte, ideas e instituciones sociales que caracterizan a todo pueblo. Al mismo tiempo la cultura puede ser entendida como ambiente fecundo que sostiene el crecimiento. Precisamente como un ecosistema sano permite a distintas plantas florecer una al lado de otra, también una sana cultura social permite a comunidades distintas prosperar en armonía. Una cultura semejante debe ser cultivada con atención. Exige el sol de la verdad, el agua de la caridad y el suelo de la libertad de la justicia. Sabemos a partir de momentos dolorosos de la historia que cuando se olvida la cultura de la armonía las malas hierbas pueden sofocar la paz. La sospecha echa raíces; los estereotipos se hacen rígidos; los extremistas explotan los miedos para sembrar división. Juntos, como compañeros en el diálogo interreligioso, seamos como jardineros que cuidan en este campo de la fraternidad, ayudando a mantener fértil el diálogo y a eliminar las malas hierbas del prejuicio.
De hecho, el evento mismo que comparten hoy es un hermoso testimonio. Afirma que las diferencias de credo o de origen no deben necesariamente dividirnos. Al contrario. En el acto de encontrarse en amistad y diálogo, estamos juntos contra las fuerzas de división, en la odio y la violencia, que muy a menudo han flagelado a la humanidad. Donde otros han sembrado desconfianza, nosotros elegimos la confianza; donde otros podrían alimentar el miedo, nosotros buscamos la comprensión; donde otros ven las diferencias como barreras, nosotros las vemos como caminos de enriquecimiento recíproco (cf. Francisco, Encuentro ecuménico e interreligioso por la paz, 1º de diciembre 2017).
En verdad, construir una cultura de armonía significa compartir no sólo ideas, sino también experiencias concretas. Como nos recuerda Santiago: «Religión pura y sin mancha ante Dios […] es esta: visitar a los huérfanos y las viudas en el sufrimiento» (Sant 1, 27). Desde este punto de vista podemos decir que una medida auténtica de la amistad de interreligiosa es nuestra disponibilidad para estar juntos en el servicio a los más vulnerables de la sociedad. Bangladesh ya ha sido testigo de ejemplos que nos animan de esta unidad en los últimos años, cuando personas de credos distintos se han unido en solidaridad y oración en tiempos de desastres naturales o de tragedias. Estos gestos construyen puentes – entre credos, entre teoría y práctica, entre comunidades – de manera que todos los bangladesíes, y de hecho toda la humanidad, pueden pasar de la sospecha a la confianza, del aislamiento a la colaboración. Fortalecen también la resiliencia de las comunidades ante las voces de división. Cooperar en cualquier buena obra es un antídoto muy eficaz contra las fuerzas que quisieran arrastrarnos a la hostilidad y la agresión. Cuando nuestro diálogo se vive en las acciones, resuena un mensaje muy poderoso: que es la paz, no el conflicto, nuestro sueño más preciado y que construir esta paz es un compromiso que enfrentamos juntos.
Con dichos sentimientos deseo reiterar el compromiso de la Iglesia católica a recorrer este camino a su lado. A veces malentendidos o heridas del pasado pueden hacer más lentos nuestros pasos. Sin embargo, animémonos unos a otros a perseverar. Cada discusión de grupo, cada proyecto de servicio común o alimento compartido, cada cortesía mostrada a alguien cercano de otra religión son todas piedras de esa que San Juan Pablo II definió como «una civilización del amor» (Mensaje para la celebración de la XXXIV Jornada Mundial de la Paz, 1º de enero 2001).
Les aseguro mi amor fraterno y mis oraciones. Que el Altísimo bendiga a cada uno de ustedes, a sus familias y sus comunidades. Que bendiga a su país con una armonía y una paz cada vez más profundas. Y que bendiga a nuestro mundo, que necesita tan urgentemente la luz de la fraternidad.
Desde el Vaticano, 28 de agosto 2025
León PP. XIV
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