EDUCAR, DAR VOZ Y ANUNCIAR ESPERANZA: PALABRAS DE LEÓN XIV AL COLEGIO DE ESCRITORES DE “LA CIVILTÀ CATTOLICA” (25/09/2025)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La paz esté con ustedes.
Buenos días y gracias por la paciencia.
A pocos meses del inicio del Pontificado, me alegra recibirlos a ustedes, miembros del Colegio de escritores y colaboradores de la revista “La Civiltà Cattolica”. Saludo al Prepósito General, que gentilmente nos acompaña en esta audiencia.
Este encuentro se desarrolla en el 175º aniversario de la fundación de “La Civiltà Cattolica”. Aprovecho entonces la ocasión para agradecerles a todos ustedes por el servicio tan fiel y generoso que durante tantos años han prestado a la Sede Apostólica. Su trabajo ha contribuido – y sigue haciéndolo – a hacer presente a la Iglesia en el mundo de la cultura, en sintonía con las enseñanzas del Papa y las orientaciones de la Santa Sede.
Alguien definió a su revista como “una ventana al mundo”, apreciando su apertura, y realmente una de sus características es la de saber acercarse a la actualidad sin temer enfrentar sus desafíos y contradicciones.
Podríamos identificar tres áreas significativas de su trabajo sobre las cuales detenernos: Educar a las personas para un compromiso inteligente y activo en el mundo, hacerse voz de los últimos, ser anunciadores de esperanza.
Acerca del primer aspecto, lo que escriben puede ayudar a sus lectores a comprender mejor la sociedad compleja en que vivimos, valorando sus potencialidades y debilidades, en la búsqueda de esos “signos de los tiempos” a cuya atención nos llamó el Concilio Vaticano II (cf. Const. past. Gaudium et spes, 4). Y eso les hará capaces de proporcionar aportaciones válidas, incluso a nivel político, sobre temas fundamentales como la equidad social, la familia, la educación, los nuevos desafíos tecnológicos, la paz. Con sus artículos, pueden ofrecer a los lectores instrumentos hermenéuticos y criterios de acción útiles, para que cada uno pueda contribuir a la construcción del mundo más justo y fraterno, en la verdad y en la libertad. Como decía San Juan Pablo II, el «papel de la Iglesia, que ustedes están llamados a amplificar y difundir, es el de proclamar el Evangelio de la caridad y de la paz, promoviendo la justicia, el espíritu de fraternidad y la conciencia del destino común de los hombres, premisas indispensables para la construcción de la auténtica paz entre los pueblos» (Discurso a la comunidad de la revista “La Civiltà Cattolica”, 22 de abril 1999, 4).
Esto nos lleva al segundo punto: hacerse voz de los más pobres y los excluidos. El Papa Francisco escribió que, en el anuncio del Evangelio, «hay un signo que nunca debe faltar: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y hace a un lado» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24 novembre 2013, 195). Hacerse voz de los pequeños es entonces un aspecto fundamental de la vida y la misión de todo cristiano. Esto requiere ante todo una grande y humilde capacidad de escuchar, de estar cerca de los que sufren, para reconocer en su grito silencioso el del Crucificado que dice: «Tengo sed» (Jn 19, 28). Solo así es posible hacerse eco fiel y profético de la voz de los necesitados, rompiendo todo círculo de aislamiento, de soledad y sordera.
Y llegamos al tercer punto: ser mensajeros de esperanza. Se trata de oponerse a la indiferencia de los que permanecen insensibles a los demás y a su legítima necesidad de futuro, como también vencer la desilusión de los que ya no creen en la posibilidad de emprender nuevos caminos, pero sobre todo recordar y anunciar que para nosotros la última esperanza es Cristo, nuestro camino (cf. Jn 14, 6). En Él y con Él, en nuestro camino ya no hay callejones sin salida, ni realidades que, sin importar lo duras y complicadas, puedan detenernos e impedirnos amar con confianza a Dios y a los hermanos. Cómo escribió Benedicto XVI, más allá de éxitos y fracasos, yo sé que «mi vida personal y la historia en su conjunto son custodiadas en el poder indestructible del Amor» (Carta enc. Spe salvi, 35), Y por ello encuentro una vez más y siempre la valentía de trabajar y continuar (cf. ibid.). Este es un mensaje importante, especialmente en un mundo cada vez más replegado en sí mismo.
Muy queridos todos, para concluir quisiera recordar una vez más las palabras que el Papa Francisco les dirigió, poco antes de dejarnos, en ocasión del inicio oficial de su “jubileo de fundación”: «Los animo – escribía – a continuar en su trabajo con alegría, mediante el buen periodismo, que no se adhiere a otra línea que no sea la del Evangelio, escuchando todas las voces y encarnando esa dulce mansedumbre que hace bien al corazón» (Mensaje al Director de “La Civiltà Cattolica” en el 175º aniversario de publicación, 17 de marzo 2025: “L’Osservatore Romano”, 2 de abril 2025, p. 5).
Y en otra ocasión dijo, refiriéndose al nombre de su periódico: «Una revista es realmente “católica” sólo si posee la mirada de Cristo sobre el mundo y si la transmite y da testimonio de ella» (Discurso a la comunidad de “La Civiltà Cattolica”, 9 de febrero 2017). Esa es su misión: captar la mirada de Cristo sobre el mundo, cultivarla, comunicarla, dar testimonio de ella.
Compartiendo plenamente las palabras de mi llorado predecesor, de nuevo les agradezco, les aseguro mi recuerdo en la oración y los bendigo de corazón. Gracias.
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