REPENSAR EL TURISMO: MENSAJE DEL CARD. MICHAEL CZERNY PARA EL DÍA MUNDIAL DEL TURISMO (27/09/2022)

El Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral publicó su Mensaje con motivo del Día Mundial del Turismo, que se celebra cada año el 27 de septiembre. En el texto, firmado por el Card. Michael Czerny, prefecto del Dicasterio, se analizan las perspectivas que serán objeto de mayor reflexión durante el VIII Congreso Mundial de Pastoral del Turismo, que se celebrará en Santiago de Compostela, del 5 al 8 de octubre en el marco del Año Santo Compostelano, bajo el tema: “Turismo y Peregrinación: Caminos de Esperanza”. Compartimos a continuación el texto completo del mensaje, traducido del italiano:

“Repensar el turismo”

El Día Mundial del Turismo 2022 está dedicado a: “Repensar el turismo”. La crisis sanitaria, que comenzó a finales de 2019 y aún no ha concluido, ha colocado a todos frente a problemas que vienen de lejos y ha hecho evidentes otros nuevos e inesperados. Seguramente nos ha tomado por sorpresa. El turismo ha sido una de las actividades humanas más gravemente afectadas por esta crisis, sin embargo, paradójicamente, puede convertirse ahora en uno de los motores de la reconstrucción de un mundo más justo, sustentable e integral. La Iglesia, por tanto, mira al renacimiento y la renovación también del turismo con los ojos de la esperanza.

Un turismo más justo

La reanudación del turismo puede tener una referencia en los principios que han inspirado el Código Mundial de Ético del Turismo, que conciben esta actividad, entre otras cosas, como “una fuerza vital al servicio de la paz y un factor de amistad y comprensión entre los pueblos del mundo”, “factor de desarrollo sustentable”, “medio para utilizar el patrimonio cultural de la humanidad para contribuir a su enriquecimiento”, “una actividad beneficiosa para los países y las comunidades de acogida”. Se trata de elementos fundamentales para la edificación de fraternidad y amistad social, pero sobre todo para el servicio hacia un desarrollo humano integral.

Esto significa – y en ello es necesario y urgente un cambio de ruta, demostrando que sabemos salir mejor de una crisis que ha revelado tantas desigualdades e injusticias – que la actividad turística, como verdadera industria económica, debe desarrollarse según principios de equidad y de transformación social. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se respetan los derechos laborales de quienes trabajan en el sector – a todos los niveles y en todos los países – y cuando el turismo mismo, como actividad del tiempo libre y del ocio, se desarrolla en el pleno respeto de los derechos fundamentales y la dignidad de las personas[1]. Justicia es también compartir los beneficios de forma equitativa, superando una lógica depredadora, sobre todo en lo que respecta a las poblaciones y zonas geográficas particularmente afectadas por las múltiples crisis que afligen al mundo contemporáneo[2].

A este respecto, queremos expresar nuestra cercanía a todos los trabajadores del sector turístico que ya actúan siguiendo una recta conciencia y han construido, no sólo su profesionalismo, sino sus propias vidas en torno a la acogida. No faltan empresarios atentos a los más vulnerables y a las y los trabajadores expuestos a la explotación, en particular al personal temporal que realiza tareas más humildes al servicio de los turistas. Sin embargo, una vez más hay que denunciar que “muchos trabajan en condiciones de precariedad y, a veces, de ilegalidad, con salarios injustos, obligados a un duro trabajo, a menudo lejos de la familia, con alto riesgo de estrés y sometidos a las reglas de una competitividad agresiva”[3]. A los cristianos, se les pide que formen alianzas con todas las mujeres y hombres de buena voluntad, porque esto debe cambiar.

Un turismo más sustentable

Volver a empezar significa también no olvidar que el impacto que el turismo tiene sobre el medio ambiente es muy relevante. El paradigma imperante de la maximización de los consumos puede llegar a desfigurarlo de manera rápida y feroz[4]. Con la pandemia y la actual crisis energética, se ha hecho más evidente la conveniencia de apostar, ante todo, por el turismo de proximidad: saber mirar a nuestro alrededor, reconocer y apreciar los tesoros del patrimonio, la cocina, el folclore e incluso la espiritualidad que las regiones vecinas tienen para compartir. Las políticas locales pueden hoy replantearse profundamente en términos de hospitalidad y calidad de vida para los habitantes históricos, los recién llegados y los vecinos más próximos.

A escala mundial, además, los flujos de mercancías, el desplazamiento de personas con fines turísticos y los ritmos de consumo deben, sin duda, recalibrarse, en la dirección de una correcta relación entre los seres humanos y la creación. La sustentabilidad del turismo, de hecho, se mide no sólo en términos de contaminación, sino también en el impacto sobre la biodiversidad de los ecosistemas naturales y sociales: se necesita una sensibilidad que amplíe la protección de los ecosistemas de una forma concreta, para garantizar un paso armonioso de los turistas por ambientes que no les pertenecen, ni tampoco pertenecen a una sola generación. El cambio climático, por otra parte, en una perspectiva a medio plazo, puede incidir negativamente en el atractivo de numerosos destinos tradicionales, con el riesgo de penalizar aún más, también desde este punto de vista, a regiones ya de por sí económicamente frágiles. Protección de la biodiversidad y asombro ante las maravillas de la creación deben entonces coexistir en el turismo “repensado”.

Un turismo integral

El turismo ofrece al espíritu humano y al Espíritu de Dios enormes posibilidades para interactuar, activando un encuentro entre las diversidades[5]. No faltan ciertamente resistencias y elementos de signo opuesto. Se nota, por ejemplo, cómo culturalmente se están reduciendo los espacios para incluir diferentes formas de pensar y de vivir. El sistema de producción, incluso en el sector turístico industrial, avanza rápidamente hacia la estandarización de los contenidos, sobre todo a través de la contingencia de los tiempos – de visita, de viaje, de permanencia – lo que desarrolla una experiencia más individualista y menos colectiva. Un turismo que se vuelve a poner en marcha, necesita tener presente la “visión integral de la persona”, que, como subraya el Papa Francisco, no es una teoría, sino “una forma de vivir y actuar; tal visión no se encuentra ante todo en un manual, sino en las personas que viven con este estilo: con los ojos abiertos al mundo, con las manos entrelazadas con otras manos, con el corazón sensible a las debilidades de sus hermanos”[6]. Sólo de esta manera se puede encontrar a una cultura diferente, preguntar por su historia, descubrir los valores profundos que custodia. En síntesis, también el turismo está llamado a abrazar la perspectiva de la ecología integral[7]. Esto, de hecho, puede apoyar la capacidad de “regeneración” de una comunidad, favoreciendo el diálogo entre los lenguajes culturales locales y los estilos de vida de los visitantes. La acogida turística, entonces, se convierte en una forma de transformar los espacios civiles, el ambiente social y urbano, en la valoración de las identidades en el justo equilibrio entre conservación de las raíces y oferta de servicios.

Un turismo para cultivar la esperanza

La Iglesia católica tiene especial interés en promover esta renovada visión del turismo, en la óptica del desarrollo humano integral. El proceso sinodal, que en todo el mundo está viviendo, desde las comunidades más periféricas hasta los más importantes centros de decisión, representa una metodología de escucha y participación, que puede aportar también en la sociedad civil y en las organizaciones económicas una mayor actitud hacia la composición de intereses y puntos de vista contrapuestos. El arte del discernimiento y la capacidad colectiva de llegar a nuevas síntesis, representan desafíos históricos, de los que depende un futuro a la medida del hombre para todos. Tales perspectivas serán objeto de mayores reflexiones durante los trabajos del VIII Congreso Mundial de la Pastoral del Turismo, que se tendrá lugar en Santiago de Compostela, del 5 al 8 de octubre de 2022. El evento, que se enmarca en el Año Santo Compostelano, tendrá como tema: “Turismo y Peregrinación: Caminos de Esperanza”. Miramos, de hecho, con esperanza la vivacidad del sector, a todas las personas involucradas y a quienes tienen responsabilidades en él. Retomando las palabras del Papa Francisco, animamos a todos a “mantener encendida la llama de la esperanza” y a “hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con alma abierta, corazón confiado y amplitud de miras”[8].

Cardenal Michael Czerny S.J.
Prefecto


[1] cf. Video mensaje del Santo Padre Francisco con motivo de la 109ª Conferencia Internacional del Trabajo, 17 de junio de 2021.

[2] cf. Congregación para la Doctrina de la Fe/Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano integral, Oeconomicae et Pecuniariae Quaestiones. Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económicocfinanciero, 6 de enero de 2018, nn. 4, 8.

[3] cf. Mensaje del Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral con motivo del Día Mundial del Turismo 2019: “El turismo y el trabajo: un futuro mejor para todos”, 24 de julio de 2019.

[4] cf. Carta enc. Laudato Si’, nn. 18; 203.

[5] cf. Carta enc. Fratelli Tutti, n. 215.

[6] Discurso a los Socios del Centro Turístico Juvenil, 22 de marzo de 2019.

[7] cf. Carta enc. Laudato Si’, cap. IV.

[8] cf. Carta del Santo Padre Francisco a S.E. Mons. Rino Fisichella por el Jubileo 2025, 11 de febrero de 2022.

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