NO DEN LECCIONES DE ESCUELA, TRANSMITAN LA FE VIVA: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN EL III CONGRESO INTERNACIONAL DE CATEQUESIS (10/09/2022)

El Papa Francisco recibió este 10 de septiembre en el Aula Pablo VI, a los participantes en el III Congreso Internacional de Catequesis, a quienes les dijo: Que el amor sea el “criterio para juzgar nuestro actuar moral”. También los invitó a “encontrar las mejores modalidades para que la comunicación de la fe sea adecuada a la edad y a la preparación de quien nos escucha”, y recordó a la religiosa y a las dos señoras que lo prepararon para la Primera Comunión. Compartimos a continuación, el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos y queridas catequistas, buenos días:

Es para mí motivo de alegría encontrarlos, porque conozco muy bien su compromiso en la transmisión de la fe. Como dijo Mons. Fisichella – a quien agradezco por este encuentro –, vienen de muchos países distintos y son el signo de la responsabilidad de la Iglesia ante muchas personas: niños, jóvenes y adultos que piden realizar un camino de fe.

Saludé a todos como catequistas. Lo hice intencionalmente. Veo entre ustedes a varios Obispos, muchos sacerdotes y personas consagradas: también ellos son catequistas. Más aún, diría, son ante todo catequistas, porque el Señor nos llama a todos a hacer resonar su Evangelio en el corazón de toda persona. Les confieso que me gusta mucho la cita de los miércoles, cuando cada semana encuentro a muchas personas que vienen para participar en la catequesis. Este es un momento privilegiado porque, reflexionando en la Palabra de Dios y la tradición de la Iglesia, caminamos como pueblo de Dios y también somos llamados a encontrar las formas necesarias para dar testimonio del Evangelio en la vida cotidiana.

Les pido: nunca se cansen de ser catequistas. No de “hacer las lecciones” de la catequesis. La catequesis no puede ser como una hora de escuela, sino que es una experiencia viva de la fe que cada uno de nosotros siente el deseo de transmitir a las nuevas generaciones. Es verdad, debemos encontrar las formas mejores para que la comunicación de la fe sea adecuada a la edad y la preparación de las personas que nos escuchan; sin embargo, es decisivo el encuentro personal que tenemos con cada uno de ellos. Solo el encuentro interpersonal abre el corazón para recibir el primer anuncio y desear crecer en la vida cristiana con el dinamismo propio que la catequesis permite llevar a cabo. El nuevo Directorio para la Catequesis, que se les ha entregado en los meses pasados, les será muy útil para comprender en qué modo recorrer este itinerario y cómo renovar la catequesis en las diócesis y parroquias.

Nunca olviden que el objetivo de la catequesis, que es una etapa privilegiada de la evangelización, es el de llegar a encontrar a Jesucristo y permitir que Él crezca en nosotros. Y aquí entramos directamente en lo específico de este su tercer Encuentro Internacional, que ha tomado en consideración la tercera parte del Catecismo de la Iglesia Católica. Hay un pasaje del Catecismo que me parece importante entregarles con respecto a el hecho de que ustedes son “Testigos de la vida nueva”. Dice así: «Cuando creemos en Jesucristo, comunicamos sus misterios y observamos sus mandamientos, el Salvador mismo viene a amar en nosotros a su Padre y a sus hermanos, Padre nuestro y hermanos nuestros. Su Persona se convierte, gracias al Espíritu, en la regla viva e interior de nuestra conducta» (n. 2074).

Comprendemos porque Jesús nos dijo que su mandamiento es este: Ámense los unos a los otros como yo los he amado (cf. Jn 15, 12). El verdadero amor es el que proviene de Dios y que Jesús reveló con el misterio de su presencia entre nosotros, con su predicación, sus milagros y sobre todo su muerte y resurrección. El amor de Cristo permanece como el verdadero y único mandamiento de la vida nueva, que el cristiano, con la ayuda del Espíritu Santo, hace propio día tras día en un camino que no conoce descanso.

Queridos y queridas catequistas, ustedes están llamados a hacer visible y tangible la persona de Jesucristo, que ama a cada uno de ustedes y por eso se convierte en regla de nuestra vida y criterio de juicio de nuestro actuar moral. Nunca se alejen de esta fuente de amor, porque es la condición para ser felices y llenos de alegría siempre y a pesar de todo. Esta es la vida nueva que surgió en nosotros el día del Bautismo y que tenemos la responsabilidad de compartir con todos, de manera que pueda crecer en cada uno y dar fruto.

Estoy seguro de que este camino conducirá a muchos entre ustedes a descubrir plenamente la vocación de ser catequista, y por tanto pedir tener acceso al ministerio de catequista. Instituí este ministerio conociendo el gran papel que puede desarrollar en la comunidad cristiana. No tengan miedo: si el señor los llama a este ministerio, ¡síganlo! Serán partícipes de la misma misión de Jesús de anunciar su Evangelio y de introducir a otros en la relación filial con Dios Padre.

Y no quisiera terminar – lo considero algo bueno y justo – sin recordar a mis catequistas. Hay una hermana que dirigía el grupo de catequistas; a veces enseñaba ella, a veces dos buenas señoras, ambas se llamaban Alicia, las recuerdo siempre. Y esta hermana puso los cimientos de mi vida cristiana, preparándome para la Primera comunión, en el año 43-44... Creo que ninguno de ustedes había nacido en ese tiempo. El Señor me hizo también una gracia muy grande. Era muy anciana, yo era estudiante, estaba estudiando fuera, en Alemania, y terminados los estudios volví a Argentina, y el día después ella murió. Pude acompañarla ese día. Y cuando estaba ahí, orando ante su cama, agradecía al señor por el testimonio de esta hermana que pasó la vida casi solamente haciendo catequesis, preparando niños y jóvenes para la Primera Comunión. Se llamaba Dolores. Me permito esto para dar testimonio de que, cuando hay un buen catequista, deja huella; no solo la huella de lo que siembra, sino la huella de la persona que ha sembrado. Les deseo que sus jóvenes, sus niños, sus adultos, aquellos a quienes acompañan en la catequesis, los recuerden siempre ante el Señor como una persona que sembró cosas hermosas y buenas en el corazón.

Los acompaño a todos con mi bendición. Los encomiendo a la intercesión de la Virgen María y de los mártires catequistas: son muchos – es importante –, también en nuestros tiempos, ¡son muchos! Y les pido por favor no olvidarse de orar por mí. Gracias.

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