CONSTITUYÁMONOS EN ESTADO PERMANENTE DE MISIÓN: PALABRAS DEL PAPA A PEREGRINOS DE ALEJANDRÍA Y SPOLETO-NORCIA (17/09/2022)

Fueron cerca de mil quinientos los peregrinos de la Diócesis de Alejandría y los jóvenes confirmandos de la Diócesis de Spoleto-Norcia, a los que el Santo Padre Francisco recibió en el Aula Pablo VI este 17 de septiembre. El Papa quiso dirigirse a ellos de forma separada, primero a los peregrinos y luego a los muchachos. Recordó, ante todo, las enseñanzas del Papa San Pío V, único Papa piamontés nacido en Bosco Marengo, actual territorio de la Diócesis de Alejandría cuyas enseñanzas, dijo, invitan a ser “buscadores de la Verdad”. Compartimos a continuación el texto de su intervención, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco a Mons. Gallese y a Mons. Boccardo por sus presentaciones. Me dirigiré primero a los peregrinos de Alejandría – ¡en orden alfabético!

Queridos hermanos y hermanas de la Diócesis de Alejandría, el 450º aniversario de la muerte de San Pío V, único Papa piamontés, nacido en Bosco Marengo, en el actual territorio de la Diócesis de Alejandría, ofrece la inspiración para alguna consideración muy actual.

El Papa Pio V, en su tiempo Antonio Ghislieri, enfrentó en solo 6 años de pontificado muchos desafíos pastorales y de gobierno. Fue un reformador de la Iglesia, que tomó decisiones valientes. Desde entonces, cambió el estilo del gobierno de la Iglesia y sería un error anacrónico valorar ciertas obras de San Pío V con la mentalidad de hoy. Así también debemos poner atención en no reducirlo a un recuerdo nostálgico, a una memoria embalsamada, sino tomar la enseñanza y el testimonio. Con esta mirada, podemos notar que el eje principal de toda su vida fue la fe.

¿Cómo podemos hacer realidad hoy sus enseñanzas? En primer lugar, nos invitan a ser buscadores de la verdad. Jesús es la Verdad, en sentido no solo universal sino también comunitario y personal; y el desafío es el de vivir hoy la búsqueda de la verdad en la vida cotidiana de la Iglesia, de las comunidades cristianas. Esta búsqueda solo puede realizarse a través de un discernimiento personal y comunitario a partir de la Palabra de Dios (cf. Evangelii gaudium, 30.50.175).

Este esfuerzo, realizado en el discernimiento, hace crecer a una comunidad en el conocimiento cada vez más íntimo de Jesucristo; y entonces Él, la verdad, el Señor, se convierte en el fundamento de la vida comunitaria, entretejida por vínculos de amor. El amor se hace explícito en acciones compartidas, desde la dimensión física a la espiritual, acciones que dan visibilidad al secreto que llevamos en nuestras “vasijas de barro” (cf. 2 Cor 4, 7).

La Palabra de Dios se hace vida en particular en la celebración eucarística, ya sea en la “mesa de la Palabra”, o en la “mesa de la Eucaristía”, donde de algún modo tocamos la carne de Cristo. San Pío V se ocupó en reformar la Liturgia de la Iglesia, y después de cuatro siglos el Concilio Vaticano II realizó una posterior reforma para adherirse mejor a las exigencias del mundo de hoy. En estos años se ha hablado mucho de Liturgia, sobre todo de sus formas exteriores. Pero el esfuerzo mayor debe ponerse para que la celebración eucarística se convierte efectivamente en la fuente de vida de la comunidad (cf. Sacrosanctum Concilium, 10).

La Liturgia en efecto, ante las encrucijadas del camino de las comunidades, como también en los cruces de nuestras vidas personales, nos inserta en el sacerdocio de Cristo, dándonos una modalidad nueva que San Pablo sintetiza así: «Me alegro en los sufrimientos que soportó por ustedes y doy cumplimiento a lo que, de los padecimientos de Cristo, falta en mi carne, a favor de su cuerpo que es la Iglesia» (Col 1, 24). Al final de la Liturgia, después de haber tocado la Carne eucarística de Cristo, la comunidad evangelizadora es enviada y «se introduce mediante obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, acorta las distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo» (Evangelii gaudium, 24).

Y después no podemos olvidar el compromiso de San Pío V en recomendar la oración, en particular la del Rosario. De hecho, «los primeros pasos de la Iglesia en el mundo estuvieron marcados por la oración. Los escritos apostólicos y la gran narración de los Hechos de los Apóstoles nos restituyen la imagen de una Iglesia en camino, una Iglesia trabajadora pero que encuentra en las reuniones de oración la base y el impulso para la acción misionera» (Catequesis, 25 de noviembre 2020).

De tal modo, queridos amigos de Alejandría, Les he recordado las cuatro coordenadas que nos guían en el camino eclesial según Hch 2, 42: «Eran perseverantes en la enseñanza de los apóstoles y en la comunión, en el partir el pan y en las oraciones». Seguir la enseñanza de los apóstoles, la doctrina de la Iglesia; vivir en comunión, no en guerra entre nosotros; vivir eucarísticamente, partir el pan, y orar: es hermoso ¿verdad? Puede hacerse.

Los invito a caminar juntos en la renovación pastoral de su Diócesis, que en los próximos días se iniciará la constitución de las Unidades Pastorales. Que «todas las comunidades actúen de manera que pongan en acción los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. No, no se puede, se debe cambiar siempre. Ahora no nos sirve una simple administración. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión» (Evangelii gaudium, 25). Este camino sinodal requiere un fatigoso pero fecundo crecimiento en la comunión fraterna, entre obispo, presbíteros y laicos. Que el Señor bendiga sus pasos y los haga fecundos en frutos que animen a todos los fieles.

Y ahora me dirijo a ustedes, muchachos y muchachas de la Diócesis de Spoleto-Norcia. Ustedes son el grupo de la Confirmación: o ya la han recibido o la recibirán próximamente. Estoy muy contento de que estén también ustedes en esta audiencia. Nos dan un sentido de familia más completa, porque representan a la nueva generación; son como muchas flores que están abriéndose. Pero después y, sobre todo, porque son jóvenes discípulos de Jesús: esa es la realidad más grande, que nos llena de alegría.

El camino del Sacramento de la Confirmación, o Crismación, es bellísimo, porque hace revivir la experiencia de los primeros discípulos de Jesús: Simón, Andrés, Santiago, Juan y después María de Magdala, Marta y María de Betania y los demás. También ustedes pueden agregar a estos nombres los suyos, cada uno el propio, que recibieron en el Bautismo.

Y a este respecto quisiera hacerles una pregunta, a cada uno de ustedes. Estén atentos. ¿Conoces la fecha de tu bautismo? ¿Qué responden? ¿Sí o no? Los que la conocen levanten la mano. Pocos. Pensemos. ¿Conoces el día en que fuiste bautizado o bautizada? No. Cada uno responda dentro de sí mismo... Ninguno de ustedes, tres o cuatro o cinco la recordaba. Y los demás que no recordaban esta fecha, cuando vuelvan a casa, pregúntenla a sus padres o a los abuelos o a los padrinos: “¿Cuándo me bautizaron?”. ¿De acuerdo? Parece que no están de acuerdo... ¿De acuerdo? [responden: “¡Sí!”] ¿Pero están vivos o muertos, ustedes? ¿De acuerdo o no de acuerdo? [aplausos] ¿Qué harán en cuanto lleguen a casa? [responden: “Preguntar la fecha de nuestro Bautismo”] “¿Qué día me bautizaron?”. ¡Es importante! Es importante especialmente para ustedes confirmados o confirmandos, porque la Crismación confirma el bautismo. Por eso se llama Confirmación. La vida cristiana es una casa que se construye con los cimientos del Bautismo. Siempre. A los once años, a los veinte años, a los cuarenta años, a los ochenta años. El cimiento es siempre ese: el Bautismo. Por eso es importante recordar el día en que fuimos bautizados y también festejarlo, en el corazón. ¿De acuerdo? ¡Pero recuerden bien el día! Y no lo olviden nunca: fue el inicio de mi vida cristiana, de mi amistad con Dios.

Dije antes que la vida cristiana es una casa que hay que construir. Ustedes vienen de un territorio donde muchos edificios se han arruinado o dañado por el terremoto. Saben bien la diferencia entre una casa sólida, que resiste los golpes, y una casa frágil, que se derrumba. También Jesús, como saben, usó esta imagen. Cuando quería hacer entender que en el Reino de Dios se entra no con hermosas palabras: “¡Señor, Señor!”, sino haciendo la voluntad de Dios, poniéndola en práctica en nuestra vida (cf. Mt 7, 24-27). Dijo: “Quien entra así, construye la casa en la roca”.

Ustedes me han traído una piedra de la antigua Abadía de San Eutizio, para que sea bendecida y colocada como símbolo de su reconstrucción. He aquí jóvenes, que yo hoy bendigo a cada uno de ustedes para que se convierta en una piedra viva para construir la comunidad cristiana: piedra viva en la familia, piedra viva en la parroquia, piedra viva en compañía de los amigos, piedra viva en el ambiente del deporte... y así sucesivamente. Pero estén vivos, no muertos. ¡Vivos! Sean piedras vivas: esto es posible con la fuerza del Espíritu Santo, que en la Crismación los confirma como bautizados, Hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Entonces, les dejo estas dos palabras: Bautismo – cuando fui bautizado o bautizada – y piedra viva. Bautismo y piedra. Sigan adelante con esto: ¡para construir la casa sobre la roca!

Y esto se lo digo a todos, también a ustedes de la Diócesis de Alejandría. Y a todos los bendigo de corazón. Que la Virgen los acompañe siempre. Y, por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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