UNA “SINFONÍA DE PUEBLOS” QUE BUSCAN LA PAZ: PALABRAS DEL PAPA AL PEQUEÑO CORO DEL INSTITUTO ANTONIANO DE BOLONIA (19/03/2022)

Acompañados por los frailes menores del Instituto Antoniano de Bolonia, los niños y jóvenes estudiantes escucharon este 19 de marzo las palabras del Papa Francisco en el Aula Pablo VI, que calificó sus canciones como símbolo de esperanza, incluso – como dijo – “en tiempos difíciles, como los que estamos viviendo ahora a causa de la guerra”. Una guerra que está causando tanta muerte y heridos, entre ellos muchos niños, de los cuales, algunos de ellos, recordó el Santo Padre, están siendo atendidos en el hospital “Bambino Gesú”. En el encuentro donde también estaban presentes “papá y mamá, abuelos y nietos” que cantando juntos unen a generaciones, el Papa subrayó que “es necesario vincular a las distintas generaciones, en particular, fomentar el diálogo entre los mayores y los jóvenes, entre los abuelos y los nietos”. Transcribimos a continuación, el texto pronunciado por el Santo Padre, traducido del italiano:

Queridos niños y niñas, muchachos y muchachas, y queridos no tan niños y no tan jóvenes, buenos días a todos.

Y feliz fiesta de San José a todos. Estoy contento de festejarla con ustedes, con sus cantos que dan esperanza, incluso en los momentos difíciles, como este que estamos viviendo ahora debido a la guerra. Es un momento difícil. Ustedes saben que ya han llegado a Roma, al “Bambino Gesù”, algunos niños que fueron heridos en la guerra. Oremos por ellos. Nosotros, aquí en Roma les ayudamos a sanar. Se están recuperando en el “Bambino Gesù”. Oren por ellos. Quisiera dedicar este encuentro nuestro a los niños y jóvenes de Ucrania, ¿de acuerdo?

Y hay un motivo particular por el que quiero agradecerles, y no sólo a ustedes, sino a todos los que han cantado en el pequeño coro del Antoniano desde cuándo existe. Gracias a ustedes, son muy buenos. Les agradezco porque unen a las generaciones. ¿Entienden lo que quiero decir? Significa que sus canciones le gustan a chicos y a grandes, especialmente a los abuelos. Las cantan juntos papá y mamá, los abuelos y los nietos. Sí, es así. Algunas canciones del “Zecchino d’Oro” unen a las generaciones. ¡Y esto es muy hermoso e importante! Es necesario unir a las distintas generaciones, en particular favorecer el diálogo entre los ancianos y los más jóvenes, entre los abuelos y los nietos. Eso es importante: hablar con los abuelos, escuchar a los abuelos. Es tan hermoso este diálogo de los nietos con los abuelos, de los jóvenes con los ancianos. Saltándose a los padres – no hay problema –, pero siempre hablar con los abuelos. Es importante. Y ustedes lo hacen, con su canto.

Y espero que lo hagan también en la vida cotidiana, yendo a visitar a sus abuelos... ¿Lo hacen o no lo hacen? [¡Sí!] ¿Lo hacen o no lo hacen? [¡Sí!] ¿Y quién dice no? Todos “sí”. Vayan a visitar a sus abuelos. Bien. Y ahora les pido una cosa un poco más difícil: cuando vayan con los abuelos – escuchen bien –, ¿saben escuchar a los abuelos cuando te cuentan historias de aquel tiempo?, ¿de cómo se vivía en ese tiempo? ¿Escuchan a los abuelos? [¡Sí!] Y ¿les gusta escuchar a los abuelos [¡Sí!] o son aburridos? [¡No!] Hice dos preguntas: ¿les gusta escuchar o los abuelos son aburridos?... Cuando vayan con los abuelos, no hablen siempre ustedes; hablen un poco, pero dejen hablar a los abuelos para escucharlos. ¿O hablan siempre ustedes? O quizá, peor aún, ¿van a mirar la televisión o el celular, sin escucharlos? ¡Eso es feo! Les doy un consejo: pidan al abuelo o a la abuela que les cuente algo de su vida, de aquellos tiempos. Háganles preguntas, escúchenlos. Descubran los tesoros. Sí, los tesoros escondidos en su memoria, en su corazón. Son recuerdos, pero no solamente, son también pensamientos de sabiduría, a veces de fe, que ellos han madurado en el camino de la vida; y son muy valiosos, especialmente para ustedes, que están creciendo.

Eso se llama: tener buenas raíces. Es decir, escuchar a los abuelos es tener buenas raíces. Ustedes son como nuevos brotes, les están saliendo las primeras hojas, están floreciendo a la vida. Pero sin raíces, la planta no crece. Hoy es la fiesta de San José. José de Nazaret, el esposo de la Virgen María, fue el hombre que unió a Jesús con su pueblo, el pueblo que Dios había elegido para llevar la bendición a toda la humanidad. Jesús no surgió de la nada; no vino del cielo como un extraterrestre, no, Jesús nació de una mujer del pueblo de Dios. ¿Cómo se llamaba la mamá de Jesús? [¡María!] y tuvo un papá aquí en la tierra, ¿cómo se llamaba? [José]. Y este papá lo educó según la ley del Señor, le dio el ejemplo de qué quiere decir hacer la voluntad de Dios. Y el Evangelio, de José, dice una sola cosa, hermosa: era un hombre justo, muy bueno. ¡Eso es hermoso!.

Muy queridos míos, me alegra que este encuentro haya ocurrido precisamente en la fiesta de San José, porque él nos enseña que ninguno de nosotros es una isla, ninguno, sino que formamos parte de un pueblo, el pueblo de Dios. Y, gracias a Jesús, a su amor inmenso que nos entregó en la Cruz, este pueblo acoge a hombres y mujeres de todas las lenguas, de todas las naciones, de todas las culturas. ¡Como un grande, grandísimo coro! Ustedes conocen esta hermosa experiencia de cantar juntos, de crear armonía con la variedad de sus voces. Piensen: si sus voces fueran todas iguales, todas idénticas, ¿qué coro sería? Sería aburridísimo, incluso feo. ¿Qué música saldría? Nada. No habría ninguna armonía, sino solamente un único sonido aburrido... En cambio nosotros somos todos distintos y de esta diversidad podemos formar una sinfonía de voces. Para formar una sinfonía de pueblos. Esto es lo importante: que todos los pueblos canten juntos, que haya paz. Y esta es la paz. Escuchen bien esto: la paz no aplasta las diferencias, no, la paz es la armonía de las diferencias. Repitamos juntos esta última parte: la paz es la armonía de las diferencias. Juntos: la paz es la armonía de las diferencias. ¿Entendieron lo que significa? Digámoslo otra vez: la paz es la armonía de las diferencias.

Gracias una vez más por haber venido. Los bendigo a todos ustedes y a sus seres queridos en casa. Y les doy una tarea: hablar con los abuelos y orar por mí, no lo olviden.

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