ATENTO AL MUNDO ES EL QUE NO SE QUEDA EN EL BALCÓN: PALABRAS DEL PAPA A LAS HIJAS DE MARÍA SANTÍSIMA DEL HUERTO (26/03/2022)

Frente a las 33 participantes en el XX Capítulo General de las Hijas de María Santísima del Huerto, el Papa Francisco dirigió unas palabras la mañana de este 26 de marzo en la Sala del Consistorio, invitándolas a seguir con su misión atentas al mundo, a las necesidades de las “periferias existenciales”. Les recordó la importancia de acercarse a los hermanos que más sufren: “Tocar con la mano nos humaniza”, afirmó el Santo Padre, cuyas palabras transcribimos a continuación, traducidas del italiano:

Queridas hermanas, buenos días y bienvenidas:

Me alegra recibirlas en ocasión de su 20º Capítulo General, que iniciaron en la vigilia de la solemnidad de San José, ¡buen inicio! Con San José de la mano, siempre se va bien, siempre.

El Capítulo, que en toda familia religiosa representa un momento fundamental del camino de su vida, significa encuentro, significa diálogo, significa responsabilidad, significa comunión evangélica. No significa chismorreo, eso no. Me gusta pensar que han querido encomendar al cuidado De San José sus trabajos y sus buenos resultados; a él, el artesano de Nazaret, que también con su trabajo participó en el designio de salvación y lo sirvió fielmente, como hombre justo que era.

Este modelo de San José lo encontramos nuevamente en su Fundador, San Antonio María Gianelli. Alguno lo llama “el Santo de hierro”, pero era muy humano. El hierro se refiere a la santidad, pero era una persona muy tierna: no hay que equivocarse con esta calificación. Fue un apóstol del Evangelio del trabajo, elemento esencial de la vida personal, familiar y social. Fue un obrero celoso en el campo del Señor, dedicado al servicio de la Palabra de Dios, tanto con la predicación como con las obras. En la predicación dio testimonio y anunció la fe en la providencia de Dios. Con las obras de misericordia mostró el camino de la santidad y atrajo a recorrerla, dando ejemplo de caridad concreta y atenta por los últimos y los marginados de la sociedad. Fue un ejemplo en eso, un bello ejemplo.

Con este objetivo dio vida en 1829, en Chiavari donde era párroco, a un servicio caritativo encomendado a algunas mujeres, llamadas las “Señoras de la Caridad”, de las que tomó forma su Instituto, las Hijas de María Santísima del Huerto, conocidas como Gianellinas. Se han extendido en breve tiempo en distintas partes del mundo y han buscado realizar la vocación recibida, cumpliendo la misión evangelizadora con el trabajo de la caridad.

Queridas hermanas, el tema que han elegido para este Capítulo General: “Atentas al mundo, con el corazón en Dios”, traduce bien la inspiración gianelliana de cuidar, de hacerse prójimo, de hacer el bien, enraizado en la vida consagrada al Señor. Una tensión: estar en Dios pero ir a las periferias, siempre a las periferias más necesitadas. Y ahí damos testimonio de Dios.

Ciertamente se han preguntado de quién forma responder al desafío actual de una cultura que no es así, es una cultura de la autorreferencialidad, es una cultura, diría, un poco del “maquillaje”, donde es más importante maquillarse que crecer, que ir adelante; una cultura del espejo, la autorreferencialidad. Y eso es terrible. Una cultura, esta de la autorreferencialidad, que es un poco egoísta, nos lleva a la indiferencia, a no cuidar a los demás, a mirar hacia otro lado, al egoísmo, y esto altera el orden de las relaciones humanas Y abre a los muchos atajos de la esclavitud, de la injusticia, de la explotación, que ofenden la dignidad de las personas. Ustedes que trabajan en la vida, saben cuánta explotación existe hoy en esta cultura con respecto a los jóvenes, los niños – también con el trabajo infantil –con las mujeres explotadas, incluso con los viejos: una forma de explotarlos es hacerlos a un lado. Y contra esta cultura está su Instituto que con la caridad puede ir por todos lados.

Ustedes están presentes en muchos países y encuentran muchas situaciones de sufrimiento, de pobreza, de prepotencia. También su misión de evangelizar encuentra obstáculos y resistencias, pero, siguiendo el ejemplo de San Antonio Gianelli, en lugar de desanimarse, enfrentan con confianza y esperanza esta dificultad, sabiendo que son ustedes mismas las primeras pobres y necesitadas de Dios. Esta actitud humilde y valiente se asemeja a la de la Virgen María ante sus pruebas. Eso hace de cada una de ustedes una tierra buena en que puede germinar la semilla de la caridad, que sean llamadas a “regar” cada día con la oración, en particular con la adoración, para permanecer con el corazón en Dios, como dice su tema.

De un corazón inmerso en Dios vienen los frutos de una vida que se perfuma de Evangelio: una vida rica en comprensión, rica en fraternidad, en ternura, en alegría, en donde sí mismo. Y el mundo tiene sed de esta vida buena, pero yo solo no puedo dársela; necesito verla en un testimonio, y no de personas fenomenales, sino de personas sencillas, de personas con límites y debilidades como nosotros y sin embargo llenas de la fuerza del Espíritu Santo.

Con estas raíces, con esta solidez interior, ustedes pueden ir por los caminos del mundo y pueden hacerse, o como se lo proponen, “atentas al mundo”. ¿Qué significa esto?. Quisiera sugerirles dos simples rasgos de reflexión y de camino.

La primera es esta: atento al mundo – en sentido evangélico – es quien sabe asombrarse, quien está abierto a captar las semillas del Reino de Dios presentes en la realidad, porque sabe que el Espíritu Santo siempre está trabajando y lo hace libremente y de forma a menudo sorprendente. “Atención” entonces no como juicio, o prejuicio, no como sospecha o desconfianza o miedo, sino como sano realismo, como sencillez, saber tomar las situaciones y a las personas así como son y acompañarlas en el camino de la cercanía a Dios y de la maduración en el Señor.

El segundo subrayado: atento al mundo es aquel que no permanece “en el balcón”. Esa es una de las cosas más terribles: un cristiano que está “en el balcón”. En español decimos que balconea, una actitud de mirar las cosas de manera aséptica, que no entra en contacto con el mundo. No se queden en el balcón, no observen con desapego, sino acérquense, inclínense, toquen con la mano. Tocar con la mano nos humaniza. Yo frecuentemente, en las confesiones o en el diálogo, le pregunto a una persona: “Pero, dígame: ¿usted da limosna?” – “Sí, padre, doy limosna” – “Y dígame, cuando da limosna, ¿toca la mano de la persona que se la pide, la mira a los ojos?” – “Bueno, no sé...”. Esta limosna no es algo tuyo, es algo mecánico. Si eres capaz de tocar, de mirar a los ojos, así es hermosa. Es importante eso: no quedarse en el balcón, tocar con la mano. Atención entonces como cercanía, hacerse prójimo, tener cuidado. Y aquí, queridas hermanas, tienen la óptima escuela de su Fundador, que les enseñó a ser buenas samaritanas, siempre en viaje pero listas a detenerse para cuidar a los pobres, a los heridos por la vida, a vendar las llagas y escuchar, escuchar mucho, para curar de la indiferencia, para curar de la soledad, y para restituir dignidad. Cada vez que nos acercamos con la caridad, con el amor a una persona, le restituimos dignidad. La dignidad de Cristo, que viene con nuestro gesto de caridad.

Y eso empezando por la propia familia, es decir por sus comunidades. Cada una de ustedes puede preguntarse: “¿Cómo puedo estar ‘atenta al mundo’ si no sé estar atenta a mi compañera de habitación, a mi compañera de trabajo?”. Que el Espíritu Santo, por intercesión de la Virgen María, les ayude para que en sus comunidades se respire un clima sereno de fraternidad, un calor de acogida, de comprensión, de magnanimidad. También entre nosotros, en casa, de hecho, hay heridas, hay soledad, hay fatigas físicas y morales. Un enemigo de esta fraternidad es el chismorreo. Yo sé que ustedes no lo hacen, todas son santas... Pero es tan fácil resbalar en él chismorreo. “¿Viste lo que dijo aquella?”, y así comienza el chismorreo... Y la pobrecita acaba sepultada por nuestras palabras. Por eso, les daré un regalo. Es un pequeño estudio que hizo un nuncio apostólico sobre el chismorreo. Para leerlo, hace bien. El chismorreo destruye la identidad.

Queridas hermanas, les agradezco por su presencia en medio del pueblo de Dios y cercana a los más pobres. Que los problemas y las dificultades no las espanten, ahora muchas, sigan adelante con confianza en la providencia, siempre fieles al carisma original. Pero una fidelidad creativa, una fidelidad guiada por el discernimiento paciente, sabio, valiente, iluminado siempre por la Palabra de Dios, por el Magisterio de la Iglesia y por el consejo de personas expertas y competentes. Las bendigo de corazón. Sigan adelante con alegría, atentas al mundo –no desde el balcón –con el corazón en Dios. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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