PROMOVER LA SANTIDAD FEMENINA QUE HACE FECUNDA A LA IGLESIA Y AL MUNDO: MENSAJE DEL PAPA AL CONGRESO SOBRE LAS DOCTORAS DE LA IGLESIA (08/03/2022)

Leer la extraordinaria experiencia de las mujeres, Doctoras y Patronas de Europa, que han iluminado la Iglesia, la historia y siguen hablando al mundo de hoy. Teresa de Ávila, Catalina de Siena, Teresa de Lisieux e Hildegarda de Bingen, proclamadas Doctoras de la Iglesia, junto con Teresa Benedicta de la Cruz y Brígida de Suecia que, con Catalina de Siena, fueron declaradas Patronas de Europa en 1999: son sus vidas las que guían el Congreso “Doctoras de la Iglesia y Patronas de Europa en diálogo con el mundo de hoy” promovido por la Universidad Católica de Ávila (UCAV), en colaboración con la Pontificia Universidad Urbaniana y el Instituto de Estudios Superiores sobre la Mujer del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, que se realiza estos días 7 y 8 de marzo. Este 8 de marzo, el Papa Francisco les envió un mensaje, fechado el pasado día 1º, en el que recuerda que el mundo reclama hoy “que se devuelva a las mujeres la dignidad y el valor intrínseco con que el Creador las ha dotado”. Reproducimos a continuación, el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Saludo cordialmente a los promotores y participantes del Congreso Internacional Interuniversitario organizado para celebrar los aniversarios de la declaración de Teresa de Jesús, Catalina de Siena, Teresa de Lisieux e Hildegarda de Bingen como Doctoras de la Iglesia. A estas figuras, han querido unir a las santas europeas Brígida de Suecia y Teresa Benedicta de la Cruz que, junto con Catalina de Siena, fueron nombradas co-patronas de Europa por san Juan Pablo II (cf. Spes aedificandi, n. 3).

La eminente doctrina de estas santas, por la que han sido declaradas Doctoras de la Iglesia o Patronas, asume un nuevo protagonismo en estos tiempos por su permanencia, profundidad y actualidad y, en las actuales circunstancias, ofrece luz y esperanza a nuestro mundo fragmentado y falto de armonía. Aun perteneciendo a épocas y lugares diversos y llevando a cabo misiones diferentes, todas tienen en común el testimonio de una vida santa. Dóciles al Espíritu, por la gracia del Bautismo, siguieron su camino de fe, movidas no por ideologías cambiantes, sino por una inquebrantable adhesión a la “humanidad de Cristo” que permeaba sus acciones. También ellas se sintieron a veces incapaces y limitadas, “mujercillas flacas”, como diría Teresa de Jesús, ante una empresa que las superaba. ¿De dónde sacaban la fuerza para llevarla a cabo, sino del amor a Dios que llenaba su corazón? Como Teresa de Lisieux, pudieron realizar plenamente su vocación, “su caminito”, su proyecto de vida. Un camino accesible a todos, el de la santidad ordinaria.

La sensibilidad actual del mundo reclama que se restituyan a las mujeres la dignidad y el valor intrínseco con que el Creador las ha dotado. El ejemplo de vida de estas santas hace evidentes algunos elementos que conforman esa femineidad tan necesaria para la Iglesia y para el mundo: la valentía para enfrentar las dificultades, su capacidad de lo concreto, una natural disposición para ser propositivas por lo que es más bello y humano, según el plan de Dios, y una visión de largo alcance del mundo y de la historia – profética – que las ha hecho sembradoras de esperanza y constructoras de futuro.

Su dedicación al servicio de la humanidad estaba acompañada de un gran amor por la Iglesia y por el “Dulce Cristo en la Tierra”, como Catalina de Siena gustaba llamar al Papa. Se sentían corresponsables en poner remedio a los pecados y miserias de su tiempo, y contribuyeron a la misión de evangelización en plena armonía y comunión eclesial.

Que los frutos de su encuentro sean estímulo para promover esa “santidad femenina” que hace fecunda a la Iglesia y al mundo. Con estos deseos, les encomiendo a la intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, y les bendigo de corazón y, por favor – acuérdense –, no dejen de orar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 1º de marzo de 2022

Francisco

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