UN NUEVO PENSAMIENTO PARA SUPERAR LAS INJUSTICIAS: TEXTO DEL VIDEO MENSAJE DEL PAPA A LA UNIVERSIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN (19/12/2021)

A través de un video mensaje dirigido a la Universidad Católica del Sagrado Corazón, en Milán, con motivo del centenario de su fundación, el Papa Francisco se sumó este 19 de diciembre a la inauguración del nuevo curso académico en presencia de la Presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen. En sus palabras, el Pontífice subrayó que para afrontar las urgencias de hoy es necesario “diseñar nuevos modelos de pensamiento”. Transcribimos a continuación, el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Por la inauguración del año académico de la Universidad Católica del Sagrado Corazón deseo hacer llegar mi más caluroso saludo a toda la comunidad universitaria, representada por el Rector Magnífico, el Prof. Franco Anelli, por el Asistente Eclesiástico General, S.E. Mons. Claudio Giuliodori, y por el Director General, Paolo Nusiner.

Dirijo mi saludo también a S.E. Mons. Mario Delpini, Arzobispo de Milán y Presidente del Instituto Toniolo, y a la Presidente de la Comisión Europea, la Sra. Úrsula von der Leyen.

La que están viviendo es una jornada especial, porque celebra un aniversario importante: hace cien años, el Padre Agostino Gemelli y sus colaboradores dieron vida a esa gran institución cultural que es su Ateneo. ¡Felicidades!

Quisiera recoger mi reflexión en torno a tres palabras: fuego, esperanza y servicio. tres palabras que –creo– pueden representar un poco su mística [espiritualidad].

La primera es una imagen: el fuego, es decir la flama que en su Universidad ha sido transmitida de generación en generación. Los aniversarios son momentos adecuados para hacer memoria del pasado. Y mirando los cien años de vida de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, se reconoce una tradición educativa importante, hecha viva gracias a la dedicación de cientos de hombres y mujeres y testimoniada por miles de graduados. La educación es uno de los caminos más eficaces para humanizar el mundo y la historia, [1] y creo que su Universidad custodia en su mandato esta enseñanza. Esto es posible gracias a la valoración –renovada a través de las generaciones–del patrimonio cultural y espiritual que constituye su identidad. Una identidad clara e inmutable, que sin embargo no rechaza, más aún respeta y acoge las sensibilidades diferentes, en la conciencia de que es a partir de un franco y respetuoso encuentro con el otro que se hace florecer la condición humana. Como habían comprendido bien ya los antiguos: educar no es llenar vasos sino encender fuegos. La Universidad Católica custodia este fuego y por ello puede transmitirlo porque el único modo de hacerlo es “por contacto”, es decir a través del testimonio personal y comunitario. Antes aún de transmitir lo que se sabe, se enciende el fuego compartiendo lo que se es. Este contacto sucede gracias al encuentro, al hecho de estar juntos uno con el otro y hacer algo juntos. Y este es el sentido original de lo que llamamos “Universidad”, la uni-versitas: cuando comenzaron a surgir estas realidades en el medioevo nacieron para hacer converger “hacia” (“verso”) un único lugar las distintas escuelas. Muchos que convergen “hacia uno”, un lugar, un tiempo, un espíritu. En su caso, una historia iluminada por la fe, que vuelve a dar unidad al universo del conocimiento y teje la unidad de las personas que contribuyen a su crecimiento: los profesores, los empleados, los estudiantes. Y este es el sentido más profundo de la palabra “tradición”. Como decía Mahler: “No es cuidar las cenizas del pasado, sino salvaguardar el futuro”.

La segunda palabra es esperanza. Hoy, esta idea de educación es desafiada por una cultura individualista, que exalta al yo en oposición al nosotros, que promueve la indiferencia –la cultura de la indiferencia es terrible–, que disminuye el valor de la solidaridad y pone en movimiento la cultura del descarte. Quien educa, de hecho, mira al futuro con confianza, y realiza una acción –la educativa–que involucra a diversos actores de la sociedad, de manera que pueda ofrecer a los estudiantes una formación integral, fruto de las experiencias y de las sensibilidades de muchos. Esta es en particular la misión de los docentes, que son los custodios creativos de la tradición, que es un tesoro. Porque según la imagen de Gustav Mahler –como acabo de decir– no es cuidar las cenizas sino cuidar el fuego. Es decir llevar adelante la imagen del árbol: las raíces dan la vida al árbol y, como decía el poeta, todo lo que el árbol tiene de florido, viene de aquello que está enterrado. Esta armonía entre raíces y crecimiento.

La educación es ante todo relación: relación entre docente y estudiante, y después también de los estudiantes entre ellos. Una comunidad de personas abierta a la realidad, al Otro trascendente y a los otros, abierta a conocer, a descubrir, a plantear preguntas y buscar respuestas juntos, respuestas de hoy. No se asusten de hacer preguntas para buscar respuestas. Una comunidad abierta al mundo sin miedos. ¡El miedo es terrible! Esto es esperanza: apostar por el futuro venciendo el natural impulso que nace de los muchos miedos que amenazan con inmovilizarnos, quedarnos fijos y cerrarnos en un eterno e ilusorio presente. La apertura y la acogida del otro es entonces particularmente importante, porque favorece una relación solidaria entre las generaciones y combate las tendencias individualistas presentes en nuestra cultura. Y sobre todo construye, precisamente a partir de las aulas universitarias, una ciudadanía inclusiva, opuesta a la cultura del descarte.

En esta perspectiva he propuesto un Pacto Educativo Global, para sensibilizar a todos a la escucha de las grandes preguntas del sentido de nuestro tiempo, a partir de aquellas de las nuevas generaciones ante las injusticias sociales, las violaciones de los derechos, las migraciones forzadas. La Universidad no puede quedarse sorda ante estas denuncias. Me alegra que hayan recogido esta invitación a una renovada etapa de compromiso educativo. Sus proyectos de cooperación internacional, dirigidos a distintas poblaciones del planeta, las muchas ayudas económicas que cada año erogan para los estudiantes necesitados, su atención hacia los últimos y hacia los enfermos son testimonio de un compromiso concreto. ¡Los animo a seguir adelante sobre este camino!

El mundo, sobre todo hoy, es totalmente interdependiente; tal condición requiere un esfuerzo inédito, porque este cambio de época ha hecho obsoletos los marcos interpretativos del pasado, que ya no son útiles para comprender el presente. Se trata de proyectar nuevos modelos de pensamiento, para definir soluciones a las urgencias que estamos llamados a enfrentar: desde las ambientales a las económicas, de las sociales a las demográficas. No podemos seguir adelante con la categoría del iluminismo. Se necesita un pensamiento nuevo, creativo. La Universidad Católica del Sagrado Corazón puede representar un lugar privilegiado para el desarrollo avanzado de tal elaboración cultural. Y aquí volvemos a la relación docente-estudiante –¡que es importante!–, que es una relación dinámica, en tensión entre el presente y el futuro: juntos están llamados a pensar, programar y actuar teniendo como horizonte la casa común de mañana, a partir de la realidad concreta de hoy.

Y a ustedes estudiantes me dirijo ahora de manera particular. En estos tiempos confusos, hechos aún más complejos por la pandemia, les repito: ¡no se dejen robar la esperanza! Y no se dejen contagiar por el virus del individualismo. Es terrible esto, y hace mal. La Universidad es el lugar adecuado para desarrollar los anticuerpos contra este virus: La Universidad abre la mente a la realidad y a la diversidad; ahí pueden poner en juego sus talentos y ponerlos a disposición de todos. Como estudiantes de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, pertenecen a una comunidad de estudios con raíces sólidas, de las cuales pueden extraer para su formación, y para renovar, cada día, el entusiasmo de seguir adelante y asumir su responsabilidad en la sociedad. No se conviertan en tradicionalistas de las raíces, no, tomen de las raíces para crecer, para seguir adelante, para jugarse la vida. Este es el horizonte que les propongo en este centenario.

Y llegamos así a la tercera y última palabra: servicio. En realidad, esta palabra podría ser la primera, porque siempre una nueva institución comienza con fundadores que ponen su vida al servicio de los demás. Y en el curso de sus cien años, La Universidad Católica del Sagrado Corazón ha demostrado en muchas ocasiones estar fielmente al servicio de la Iglesia y de la sociedad. Da testimonio de ello el compromiso de sus docentes en la actividad cotidiana de investigación y, para no pocos de ellos, también en papeles de responsabilidad al interior de las instituciones italianas e internacionales. Da testimonio también el trabajo del personal, que ofrece dedicación e inteligencia con el fin de hacer posible el funcionamiento de la Universidad. Un pensamiento de gratitud justamente a cada uno de ustedes, que forman parte de este gran equipo; también aquí la lógica es la de la uni-versitas: todos juntos, todos “hacia”, todos juntos, cada uno con su específico papel, pero todos juntos, en convergencia hacia un horizonte compartido. Sin el trabajo cotidiano de cada uno de ustedes, este proyecto común sería más pobre, le faltaría algo, como si en una orquesta faltaran el timbre y la tonalidad de algunos instrumentos, aparentemente menos importantes.

Queridos hermanos y hermanas –y me dirijo de nuevo a todos–son, permítanme el ejemplo, una gran orquesta, donde es esencial el conjunto, que se logra si cada uno da lo mejor en armonía con los demás. Que el espíritu de servicio sea siempre el rasgo distintivo de toda su comunidad universitaria, que sólo así es fiel al Evangelio que la inspira. El Señor Jesucristo, a pesar de ser el Logos, la Sabiduría divina, eligió la necedad del servicio hasta despojarse totalmente de sí mismo: la sabiduría de la Cruz. Así dio testimonio de la verdad del amor de Dios y Él, el Rey, nos enseñó que servir es reinar. Que cualquiera que estudia o trabaja en su Universidad pueda respirar este espíritu, aprender este estilo, para vivirlo en la compleja realidad del mundo contemporáneo. Sigan adelante, miren el horizonte, con valentía en su misión educativa. Dos palabras que nos ayudarán mucho: valentía y paciencia. Soportar las contradicciones, las cosas que no funcionan… La paciencia, y el impulso de la valentía van juntas. Van juntas. Interpreten esta valentía y esta paciencia como un apasionado servicio a toda la sociedad; también a la Iglesia, pero a toda la sociedad. Que el Señor les bendiga y la Virgen los proteja. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.


[1] Video mensaje en ocasión del encuentro promovido y organizado por la congregación para la educación católica: “Global compact on education. Together to look beyond” (15 de octubre 2020).

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