LA GUERRA NUNCA HA DADO ALIVIO A LA VIDA DE LOS HOMBRES: MENSAJE DEL PAPA A PARTICIPANTES EN CONFERENCIA SOBRE LA ENCÍCLICA “PACEM IN TERRIS” (11/05/2023)

En un mensaje enviado a los participantes en la Conferencia que se realiza en la Pontificia Universidad Lateranense sobre “Pacem in Terris” este 11 y 12 de mayo, el Papa Francisco subraya cómo el deseo de poder impulsa las relaciones entre los Estados, asegurando que “es necesaria una profunda reforma de las estructuras multilaterales para garantizar la paz”. Todavía hoy se puede extraer un mensaje “positivo y constructivo” de la Encíclica Pacem in terris de San Juan XXIII, del 11 de abril de 1963, porque “la paz permanece en el alma y en las aspiraciones de toda la familia humana, de cada pueblo y de cada persona”, escribe el Santo Padre en el mensaje cuyo texto reproducimos a continuación, traducido del italiano:

Nunca la guerra ha dado alivio a la vida de los seres humanos, nunca ha sabido guiar su camino en la historia, ni ha logrado resolver conflictos y contraposiciones surgidas en su actuar. Los efectos de la guerra son las víctimas, la destrucción, la pérdida de humanidad, la intolerancia, hasta llegar a la negación de la posibilidad de mirar al mañana con confianza renovada.

La paz en cambio, como objetivo concreto, permanece en el ánimo y las aspiraciones de toda la familia humana, de todo pueblo y toda persona. Es esta la enseñanza que aún hoy podemos extraer del mensaje que San Juan XXIII quiso lanzar al mundo con la Encíclica Pacem in Terris. Un mensaje positivo y constructivo que recuerda cómo construir la paz significa, ante todo, el compromiso por estructurar una política inspirada en valores auténticamente humanos que la Encíclica resume en la verdad, la justicia, el amor y la libertad.

Sin embargo, transcurridos sesenta años, la humanidad no parece haber atesorado qué necesaria es la paz, cuánto bien trae. Una mirada a nuestra cotidianidad, de hecho, muestra cómo el egoísmo de pocos y los intereses cada vez más limitados de algunos inducen a pensar que se puede encontrar en las armas la solución a muchos problemas y a nuevas exigencias, así como también a aquellos conflictos que surgen en la realidad de la vida de las naciones.

Si las reglas de las relaciones internacionales han limitado el uso de la fuerza y la superación del subdesarrollo que es uno de los objetivos de la acción internacional, el deseo de poder es aún, desafortunadamente, criterio de juicio y elemento de actividad en las relaciones entre los Estados. Y esto se manifiesta en las distintas regiones con efectos devastadores sobre las personas y sus afectos, sin escatimar en las infraestructuras y el ambiente natural.

En este momento, el aumento de recursos económicos para el armamento ha vuelto a ser instrumento de las relaciones entre los estados, mostrando que la paz es posible y realizable solo si está fundada en un equilibrio de su posesión. Todo ello genera miedo y terror y pone en riesgo con arrollar la seguridad porque olvida cómo “un hecho imprevisible e incontrolable puede encender la chispa que pone en movimiento el aparato bélico” (Pacem in Terris, 60).

Se hace necesaria una profunda reforma de las estructuras multilaterales que los Estados han creado para administrar la seguridad y garantizar la paz, pero que ahora están privados de la libertad y la posibilidad de acción. No basta que estas proclamen la paz si no están dotadas de la capacidad autónoma de promover y llevar a cabo acciones concretas, porque corren el riesgo de no estar al servicio del bien común sino de ser solo instrumentos partidarios

Como bien explica la Encíclica, a los Estados, llamados por su naturaleza al servicio de sus respectivas comunidades, corresponde actuar siguiendo el método de la libertad y responder a las exigencias de la justicia, sabiendo sin embargo que “el problema de las adecuación de la realidad social a las exigencias objetivas de la justicia es un problema que no admite nunca una solución definitiva” (Pacem in Terris, 81).

Estos breves apuntes quieren contribuir al objetivo de profundización de la Encíclica que la Pontificia Universidad Lateranense y el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral han promovido.

Confío a la Universidad la tarea de profundizar el método de educación para la paz, para una formación no solo adecuada, sino ininterrumpida. Una verdadera formación científica, de hecho, es fruto de estudio e investigación, de profundización, de actualización y ejercicios prácticos: éste debe ser el camino a recorrer para abrir nuevos horizontes y superar formas didácticas y organizativas ya superadas y que ya no son adecuadas a nuestra era.

Estoy seguro de que el ciclo de estudios en Ciencias de la paz instituido por mí en la Lateranense, contribuirá a formar a las jóvenes generaciones para estos objetivos, para favorecer esa cultura del encuentro que es la base de una comunidad humana moldeada según la fraternidad, que es además norma del actuar para construir la paz.

Desde El Vaticano, 11 de mayo 2023

FRANCISCO

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