LA FAMILIA SIGUE SIENDO UN VALOR CLAVE: PALABRAS DEL PAPA A LA PEREGRINACIÓN DE LA DIÓCESIS DE ASTI (05/05/2023)

La “revolución” de la familia obrada por Jesús, según la cual el vínculo más importante “para nosotros cristianos ya no es el de la sangre, sino el amor de Cristo”, que la libera “de las dinámicas del egoísmo”, y la enriquece con un vínculo nuevo y aún más fuerte, no dominado por los intereses del parentesco, sino “animado por la gratitud, el agradecimiento y el servicio recíproco”. Un elemento para la reflexión, que nace pensando en la experiencia de “consolación, de vuelta a las raíces, pero también de gran calor humano y de familia en el sentido más amplio” que fue la visita a Asti los días 19 y 20 de noviembre, y que el Papa Francisco compartió con los 400 peregrinos acogidos este 5 de mayo en el Vaticano, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico. Compartimos a continuación el texto pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco al Obispo y estoy contento de recibir su peregrinación, que renueva en mí los recuerdos y sentimientos de la visita a Asti, en noviembre pasado, para la fiesta de Cristo Rey.

Ese día y medio que pasé entre ustedes para mí fue un consuelo. Un poco volver a las raíces. Un momento de gran calor humano – hecho con leña piamontesa, que no calienta de inmediato, sino después de un poco de tiempo y después dura –. Un momento de familia, en sentido amplio: familia de origen, las raíces, los encuentros con mis parientes; familia de la Iglesia, la celebración en la Catedral, con la participación de todo el pueblo de Dios; y después familia de la comunidad civil, la colaboración con las autoridades, la presencia de la gente. Este sentido de calor humano que decía no es sólo una emoción, no, es un calor humano de Asti, ¡es algo de ustedes! Se encendió en mí mirando sus rostros alegres, sintiendo su afecto, viendo que hay una familia que avanza, que camina por el camino del Evangelio, con todos los límites y dificultades. Y esto lo vi también en las cartas que la gente de Asti me ha escrito, muchas cartas, y algunas contaban problemas y cómo se podían resolver. Una cercanía muy grande. Para mí también estas cartas han sido un consuelo. Espero haber respondido a todas, no estoy seguro.

Y entonces podemos detenernos un poco en esta palabra: familia. Porque es una realidad que ha cambiado mucho, y está cambiando, sin embargo la familia sigue siendo un valor clave. ¿Pero saben cuándo ocurrió la verdadera “revolución” de la familia? ¿Saben quién la hizo? Es fácil responder, porque las novedades, las verdaderas, las trajo a este mundo solamente uno: Jesucristo. La verdadera revolución de la familia la hizo Él. Y también la familia, Él, la renovó, la transformó. ¿En qué sentido? Nos lo dice un episodio del Evangelio, donde está una de esas palabras de Jesús que nos dejan desconcertados, nos ponen en crisis. Lo cuentan los tres sinópticos Mateo, Marcos y Lucas. Jesús está predicando en medio de sus discípulos y otras gentes y en un cierto punto le dicen: “Aquí afuera están tu madre y tus parientes que te buscan”. ¿Recuerdan qué responde Jesús? Gira su mirada sobre los que están alrededor de Él y dice: “¡Estos son mi madre y mis hermanos!”. Y agrega: “Porque quien hace la voluntad de mi padre es para mí mi hermano, mi hermana y mi madre” (cf. Mt 12, 46-50; Mc 3, 31-35; Lc 8, 19-21). Esta palabra de Jesús, si lo pensamos bien, genera una nueva forma de entender la familia.

¿Lo ven? Al principio me dirigí a ustedes llamándoles “hermanos y hermanas”. No es solo una fórmula, una manera de decir convencional. No. Es una realidad, una realidad nueva generada por Jesucristo. Y como les decía, esta palabra de Jesús renovó radicalmente la familia, para la cual el vínculo más fuerte, más importante para nosotros los cristianos ya no es el de la sangre, sino que es el amor de Cristo. Su amor transforma la familia, la libera de las dinámicas del egoísmo, que derivan de la condición humana y el pecado, la libera y la enriquece con un vínculo nuevo, aún más fuerte pero libre, no dominado por los intereses y las convenciones del parentesco, sino animado por la gratitud, el reconocimiento, el servicio recíproco.

Hermanos y hermanas de Asti, quise compartir esta reflexión con ustedes porque en su tierra están las raíces paternas de mi familia. ¡Las raíces son importantes! Y nosotros damos gracias a Dios por el don de la vida y por aquellos que nos la han transmitido. Pero sobre todo damos gracias porque Jesucristo nos llamó a formar parte de su familia, en la cual lo que cuenta es hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. Y esta nueva familia de Jesús, mientras da un sentido nuevo a las relaciones familiares – entre los cónyuges, entre padres e hijos, entre hermanos –, al mismo tiempo hace “el papel de levadura” también en la vida de la comunidad eclesial y la civil. Por ejemplo, hace crecer la gratuidad, el respeto, la acogida y otros valores humanos.

Y aquí retomo el sentido de la expresión “Fratelli tutti”, que han escogido como nombre para el nuevo consultorio destinado a las personas más desfavorecidas. “Fratelli tutti” quiere decir que ahí, en ese ambiente, la familia la formarán las personas que serán curadas junto con los médicos, las enfermeras y todos los demás voluntarios que trabajarán. Una familia para este trabajo de curar a los enfermos.

Y así en la ciudad, en los pueblos, en las parroquias, la palabra “fraternidad” no es solo una bella forma de decir, un ideal para soñadores, sino un fundamento, Jesucristo, que nos ha hecho a todos hermanos y hermanas, y tiene un camino, el Evangelio, es decir la senda para caminar en el amor, en el servicio, en el perdón, en el cargar los pesos los unos de los otros.

Ahí tienen, muy queridos, un punto de reflexión que comparto con ustedes volviendo a pensar en la experiencia vivida en Asti. Les agradezco mucho por haber venido; lleven mi saludo a los que no pudieron venir.

Y ahora los invito a rezar juntos el “Padre Nuestro”, y después doy la bendición, a ustedes y a toda la comunidad diocesana. Y les pido, ¡no se olviden de orar por mí! Gracias.

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