LA FE NO ES UN PAQUETE DE IDEAS SINO UN CAMINO A SEGUIR: REGINA COELI DEL 07/05/2023

Previamente a la oración del Regina Coeli de este 7 de mayo, mirando la Plaza de San Pedro llena de fieles y peregrinos, y a los ojos del mundo entero, el Santo Padre se hizo eco de aquel “no tengan miedo” que Jesús dirige a los discípulos poco antes de su muerte. Cuando el miedo atenaza la garganta, cuando se está agotado por la enfermedad, por el dolor de la pérdida de un ser querido, o turbado por las tormentas de la vida, cuando se experimenta el cansancio y el fracaso, a menudo se emprende el camino equivocado, se buscan recetas inútiles, se encierra uno en la soledad incapaz de afrontar ese mal que parece más grande y más fuerte que todo; en cambio, hay un Camino y es Cristo, dijo el Santo Padre en su alocución cuyo texto compartimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy (Jn 14, 1-12) está tomado del último discurso de Jesús antes de su muerte. El corazón de los discípulos está atribulado, pero el Señor les dirige palabras tranquilizadoras, invitándolos a no tener miedo, no tengan miedo: Él, de hecho, no los está abandonando, sino que va a preparar un lugar para ellos y a guiarles hacia esa meta. El Señor hoy nos indica así a todos nosotros el maravilloso lugar a dónde ir, y, al mismo tiempo, nos dice cómo ir, nos muestra el camino a recorrer. Nos dice dónde ir y cómo ir.

Ante todo, dónde ir. Jesús ve la tribulación de los discípulos, ve su miedo de ser abandonados, precisamente como nos sucede a nosotros cuando somos obligados a separarnos de alguien a quien queremos. Y entonces dice: «Me voy a prepararles un lugar […] para que donde yo estoy estén también ustedes» (vv. 2-3). Jesús usa la imagen familiar de la casa, lugar de relaciones y de intimidad. En la casa del Padre – dice a sus amigos y a cada uno de nosotros – hay espacio para ti, tú eres bienvenido, serás acogido para siempre con el calor de un abrazo, y yo estoy en el Cielo para prepararte un lugar. Nos prepara ese abrazo con el Padre, el lugar para toda la eternidad.

Hermanos y hermanas, esta Palabra es fuente de consuelo, es fuente de esperanza para nosotros. Jesús no se ha separado de nosotros, sino que nos ha abierto el camino, anticipando nuestro destino final: el encuentro con Dios padre, en cuyo corazón hay un lugar para cada uno de nosotros. Entonces, cuando experimentemos el cansancio, el desconcierto e incluso el fracaso, recordemos hacia dónde está dirigida nuestra vida. No debemos perder de vista la meta, incluso si hoy corremos el riesgo de olvidarla, de olvidar las preguntas finales, las importantes: ¿A dónde vamos? ¿Hacia dónde caminamos? ¿Por qué vale la pena vivir? Sin estas preguntas, exprimimos la vida sólo sobre el presente, pensamos que debemos disfrutarla lo más posible y terminamos por vivir al día, sin un objetivo, sin una meta. Nuestra patria, en cambio, está en el cielo (cf. Fil 3, 20), ¡no olvidemos la grandeza y la belleza de la meta!

Una vez descubierta la meta, también nosotros, como el apóstol Tomás en el Evangelio de hoy, nos preguntamos: ¿Cómo ir, cuál es el camino? A veces, sobre todo cuando hay grandes problemas que afrontar y existe la sensación de que el mal es más fuerte, nos preguntamos: ¿Qué debo hacer, qué camino debo seguir? Escuchemos la respuesta de Jesús: «Yo soy el camino y la verdad y la vida» (Jn 14, 6). “Yo soy el camino”. Jesús mismo es el camino a seguir para vivir en la verdad y tener la vida en abundancia. Él es el camino y, por tanto, la fe en Él no es un “paquete de ideas” que hay que creer, sino un camino a recorrer, un viaje por cumplir, un camino con Él. Es seguir a Jesús, porque Él es el camino que conduce a la felicidad que no tiene ocaso. Seguir a Jesús e imitarlo, especialmente con gestos de cercanía y misericordia hacia los demás. He aquí la brújula para alcanzar el Cielo: amar a Jesús, el camino, convirtiéndose en signos de su amor en la tierra.

Hermanos y hermanas, vivamos el presente, tomemos en la mano el presente, pero no nos dejemos abrumar: miremos hacia lo alto, miremos hacia el Cielo, recordemos la meta, pensemos que estamos llamados a la eternidad, al encuentro con Dios. Y, desde el cielo al corazón, renovemos hoy la elección de Jesús, la elección de amarlo y de caminar detrás de Él. Que la Virgen María, que siguiendo a Jesús ya llegó a la meta, sostenga nuestra esperanza.

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