JESÚS NOS INVITA A VER CON EL CORAZÓN Y SIN PREJUICIOS: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE ASOCIACIÓN FRANCESA DE DISCAPACITADOS VISUALES (19/02/2022)

“Deja que Jesús venga a ti, sane tus heridas y te enseñe a ver con el corazón”. Esta fue la invitación del Papa Francisco al recibir, la mañana de este 19 de febrero en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los miembros de la Asociación “Voir Ensemble” (Ver juntos) de Francia, constituida por personas ciegas o con deficiencias visuales, que realizan una peregrinación a Roma. Un signo, les dijo el Santo Padre, de la plena participación de los fieles con discapacidad en la comunión de la Iglesia. Reproducimos a continuación, el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos:

Saludo a todos ustedes, miembros de la Asociación Voir Ensemble, que organizaron esta peregrinación a Roma. Su Asociación reúne a un gran número de ciegos y discapacitados visuales que quieren caminar juntos para vivir en fraternidad la alegría del Evangelio. Agradezco al presidente por sus corteses palabras y extiendo mi saludo a todos los miembros de Voir Ensemble.

Su peregrinación es signo de la plena participación de los fieles en condiciones de discapacidad en la comunión de la Iglesia. En esta perspectiva quisiera compartir con ustedes una breve reflexión basada en la palabra de Dios: sobre el episodio de Jesús que encuentra al ciego de nacimiento (cf. Jn 9, 1-41) de acuerdo con el nombre de su Asociación, Voir Ensemble.

Lo primero que hay que notar es que la mirada de Jesús nos precede, es una mirada que llama al encuentro, que llama a la acción, a la ternura, a la fraternidad. Jesús llega a la piscina de Siloé: ve a un hombre ciego de nacimiento. También los discípulos ven a aquel hombre, que no pide nada. Y Jesús ve en él a un hermano que necesita ser liberado, ser salvado. El Señor nos llama a cultivar la ternura y el estilo del encuentro. Los discípulos, por su parte, se detienen en la mirada que en ese tiempo se tenía sobre las personas nacidas ciegas, consideradas como nacidas en el pecado, castigadas por Dios y prisioneras de una mirada de exclusión.

En una cultura del prejuicio, Jesús rechaza radicalmente este modo de ver. Por eso afirma ante los discípulos que «ni él ni sus padres» (v. 3) son la causa de su mal. Es una palabra de liberación, de acogida, de salvación. Hoy, desafortunadamente, estamos acostumbrados a percibir sólo lo externo de las cosas, el aspecto más superficial. Nuestra cultura afirma que las personas son dignas de interés en función de su aspecto físico, de sus vestidos, de sus hermosas casas, de sus coches de lujo, de su posición social, de sus riquezas. Como el Evangelio nos enseña, incluso hoy la persona enferma o con discapacidad, a partir de su fragilidad, de su límite, puede estar en el corazón del encuentro: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, y que puede construir relaciones fraternas y solidarias, en la Iglesia y en la sociedad.

En segundo lugar, Cristo realiza para el ciego «las obras de Dios» (v. 3), dándole la vista. Se acerca al ciego, le pone lodo en los ojos y lo manda a la piscina de Siloé. El corazón de Jesús no puede quedarse indiferente ante el sufrimiento. Él nos invita a actuar de inmediato, a consolar, calmar y curar las heridas de nuestros hermanos. La Iglesia es como un hospital de campaña. ¡Cuántos heridos, cuántos hermanos y hermanas necesitan una mano tendida que cure sus heridas!

La paradoja es esta: aquel hombre ciego, encontrando a Aquel que es la Luz del mundo, se vuelve capaz de ver, mientras que aquellos que ven, aún encontrando a Jesús, permanecen ciegos. Esta paradoja atraviesa muy a menudo nuestra propia vida y nuestros modos de creer. Saint-Exupéry, en su libro “El Principito”, escribía: «Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos». Ver con el corazón es ver el mundo y a nuestros hermanos a través de la mirada de Dios. Jesús nos invita a renovar nuestra forma de ver a las personas y a las cosas. Nos propone una visión siempre nueva de nuestras relaciones con los demás, en particular en familia, de nuestra familia humana, de la enfermedad y la muerte. Nos invita a ver todo esto con la mirada de Dios. La fe no se reduce a una serie de creencias teóricas, de tradiciones y de costumbres. Ésta es un vínculo y un camino de seguimiento de Jesús, que siempre renueva nuestra forma de ver el mundo y a los hermanos.

Finalmente, nosotros los cristianos no podemos contentarnos con ser iluminados: debemos ser también “testigos de la luz” (cf. Jn 1, 8). Mientras los jefes de los fariseos, encerrados en sus tradiciones y en su rigidez, condenan al ciego de nacimiento como un “pecador”, éste, con una sencillez demoledora, profesa su fe: , y se convierte en testigo de Jesús, testigo de la obra de Dios, obra de misericordia, de amor que da la vida.

Queridos amigos, les agradezco por haber venido y los animo a continuar sobre este camino, en el que ya caminan, en este “ver juntos”, “voir ensemble”, haciendo fructificar el carisma del Padre Yves Mollat. Dejen que Jesús venga a su encuentro, que cure sus heridas y les enseñe a ver con el corazón. Sólo Él conoce realmente el corazón del hombre, sólo él puede liberarlo de las cerrazón y la rigidez y abrirlo a la vida y la esperanza.

Los encomiendo a todos a la intercesión de la Virgen María, ella siempre nos introduce al encuentro con Cristo, le pido que guíe sus pasos y les doy la bendición. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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