QUE TODOS SEAN UNO: PALABRAS DEL PAPA A LOS PARTICIPANTES EN EL XXIV CONGRESO DE LA SOCIEDAD PARA EL DERECHO DE LAS IGLESIAS ORIENTALES (19/09/2019)

El Papa Francisco recibió este 19 de septiembre a la Sociedad por el Derecho de las Iglesias Orientales, profesores y expertos que están en Roma en el ámbito de la celebración del 50mo. aniversario de la sociedad, fundada en dicha ciudad en 1969, poco después del Concilio Vaticano II. Esta fundación fue creada por el Padre Ivan Žužek, que como dijo el Santo Padre, trabajó mucho en el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales. En el ámbito de este aniversario, es que el patriarca Bartolomé, como vicepresidente de la Sociedad, está en Roma y pudo encontrarse con el Pontífice. A todos ellos, el Papa les dijo que su estudio tiene una dimensión sinodal: caminan juntos y, en una escucha mutua, comparan sus tradiciones y experiencias para encontrar formas de unidad plena y acercarse al cumplimiento de la oración del Señor: “Que todos sean uno, [... ] para que el mundo crea”. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Saludo cordialmente a todos ustedes, al Presidente, a quien agradezco sus palabras, y a todos los profesores y expertos en Derecho Canónico que son miembros de la Sociedad para el Derecho de las Iglesias Orientales. Los felicito por el cincuentenario de la Sociedad, fundada aquí en Roma en 1969, poco después del Concilio Vaticano II. El Padre Ivan Žužek, que tanto trabajó en el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, fue su fundador y creador. Les doy las gracias por su visita, y también porque su Jubileo me ha ofrecido la alegría de abrazar a mi querido hermano, el Patriarca Bartolomé, primer Vicepresidente de la Sociedad.

La actividad de estudio de la Sociedad, que reúne a expertos de diferentes Iglesias, Orientales católicas, Ortodoxas y Ortodoxas orientales, es una ayuda fundamental para el diálogo ecuménico. ¡Cuántas cosas podemos aprender unos de otros! En todos los campos de la vida eclesial: en la teología, en la vida espiritual y litúrgica, en la actividad pastoral y, por supuesto, también en el derecho canónico.

El derecho canónico es esencial para el diálogo ecuménico. Muchos de los diálogos teológicos que la Iglesia Católica lleva a cabo, particularmente con la Iglesia Ortodoxa y las Iglesias Ortodoxas orientales, son de naturaleza eclesiológica. Por lo tanto, también tienen una dimensión canónica, en cuanto que la eclesiología se expresa en las instituciones y en el derecho de las Iglesias. Está claro, pues, que el derecho canónico no es sólo una ayuda para el diálogo ecuménico, sino que es una dimensión esencial del mismo. Por otra parte, es obvio que el diálogo ecuménico es también un enriquecimiento para el derecho canónico.

Quisiera poner un ejemplo: el de la sinodalidad. La sinodalidad, traducida en determinadas instituciones y procedimientos de la Iglesia, muestra bien la dimensión ecuménica del derecho canónico. Por una parte, tenemos la posibilidad de aprender de la experiencia sinodal de otras tradiciones, especialmente las de las Iglesias orientales (cf. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 246). Por la otra, está claro que la manera en que la Iglesia Católica vive la sinodalidad es importante para sus relaciones con otros cristianos. Es un desafío ecuménico. En efecto, «el compromiso de edificar una Iglesia sinodal ―misión a la cual todos estamos llamados, cada uno en el papel que el Señor le confía―, está grávido de implicaciones ecuménicas» (Discurso con ocasión del 50mo. aniversario de la fundación del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015).

Basado en la herencia canónica común del primer milenio, el diálogo teológico actual entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa busca precisamente una comprensión común de la primacía y la sinodalidad, y de sus interrelaciones, al servicio de la unidad de la Iglesia.

Queridos amigos, su estudio tiene también una dimensión sinodal: caminan juntos y, escuchándose unos a otros, confrontan sus tradiciones y experiencias para encontrar caminos hacia una plena unidad. Agradezco su trabajo que, estoy seguro, será de gran ayuda no sólo para el desarrollo del derecho canónico, sino sobre todo para acercarnos cada vez más al cumplimiento de la oración del Señor: «Que todos sean uno, [...] para que el mundo crea» (Jn 17, 21).

Sobre su Sociedad invoco la bendición de Dios y los encomiendo a la Virgen María, para que con afecto materno vele por ustedes. Les aseguro mi oración, y también les pido que oren por mí. ¡Gracias!

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