QUE EL PROGRESO TECNOLÓGICO ESTÉ BASADO EN EL BIEN COMÚN: PALABRAS DEL PAPA A LOS PARTICIPANTES EN UN SEMINARIO SOBRE EL BIEN COMÚN EN LA ERA DIGITAL (27/09/2019)

Una ética basada en una visión del bien común, fue la propuesta del Papa Francisco este 27 de septiembre en la Sala Clementina, a los participantes en el Seminario sobre “El Bien Común en la Era Digital”, promovido por el Pontificio Consejo para la Cultura y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. “Mientras una sola persona sea víctima de un sistema, por muy evolucionado y eficiente que sea, que no logre valorar la dignidad intrínseca y la contribución de cada persona, su trabajo no estará terminado” dijo el Papa Francisco a los participantes en dicho encuentro, reunidos con el objetivo principal de “alcanzar criterios y parámetros éticos de base que puedan orientar sobre cómo responder a los problemas éticos planteados por el uso generalizado de las tecnologías”. Reproducimos a continuación, el texto completo traducido del italiano:

Sres. Cardenales, queridos hermanos y hermanas:

Doy la bienvenida a todos ustedes participantes en el Encuentro sobre el “Bien Común en la Era Digital”, promovido por el Pontificio Consejo para la Cultura y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; y agradezco al cardenal Ravasi por su introducción. Los notables desarrollos en el campo tecnológico, de manera particular en el de la inteligencia artificial, presentan implicaciones cada vez más significativas en todos los sectores de la actividad humana; por lo tanto, considero que son más necesarios que nunca debates abiertos y concretos sobre este tema.

En la Encíclica sobre el cuidado de la casa común tracé un paralelismo básico: el beneficio indiscutible que la humanidad podrá obtener del progreso tecnológico (cf. Laudato si', 102) dependerá de la medida en que las nuevas posibilidades disponibles se utilicen éticamente (cf. ibíd., 105). Esta correlación requiere que, paralelamente al inmenso progreso tecnológico en curso, haya un adecuado desarrollo de la responsabilidad y los valores.

De lo contrario, un paradigma dominante – el «paradigma tecnocrático» (cf. ibíd., 111) –, que promete un progreso incontrolado e ilimitado, se impondrá y quizás, incluso, eliminará otros factores de desarrollo con enormes peligros para toda la humanidad. Con sus trabajos, ustedes, han querido contribuir a prevenir esta deriva y a hacer concreta la cultura del encuentro y del diálogo interdisciplinario.

Muchos de ustedes son importantes actores en diversos ámbitos de las ciencias aplicadas: tecnología, economía, robótica, sociología, comunicación, ciber-seguridad, y también de la filosofía, de la ética y de la teología moral. Precisamente por eso, expresan no sólo diferentes habilidades sino también diferentes sensibilidades y enfoques variados frente a las problemáticas que fenómenos como la inteligencia artificial abren en los sectores de su competencia. Les agradezco que hayan deseado encontrarse en un diálogo inclusivo y fecundo, que ayuda a todos a aprender unos de otros y no permita a ninguno encerrarse en esquemas pre-confeccionados.

El principal objetivo que se han fijado es ambicioso: alcanzar criterios y parámetros éticos básicos, capaces de dar orientaciones sobre las respuestas a los problemas éticos planteados por el uso generalizado de las tecnologías. Me doy cuenta de cómo para ustedes, que representan al mismo tiempo la globalización y la especialización del saber, debe ser arduo definir algunos principios esenciales en un lenguaje aceptable y compartido por todos. Sin embargo, no se han desanimado en el intento de alcanzar este objetivo, enmarcando el valor ético de las transformaciones en curso también en el contexto de los principios establecidos por los Objetivos de Desarrollo Sustentable definidos por las Naciones Unidas; de hecho, las áreas clave que han explorado tienen seguramente repercusiones inmediatas y concretas en la vida de millones de personas.

Es común la convicción de que la humanidad se enfrenta a desafíos sin precedentes y completamente nuevos. Problemas nuevos requieren soluciones nuevas: el respeto de los principios y de la tradición, de hecho, debe vivirse siempre con una forma de fidelidad creativa y no de imitaciones rígidas o de reduccionismos obsoletos. Por tanto, creo que es digno de elogio que no hayan tenido miedo de declinar, a veces también de forma precisa, los principios morales tanto teóricos, como prácticos, y que los desafíos éticos examinados se hayan enfrentado precisamente en el contexto del concepto de “bien común”. El bien común es un bien al que todos los hombres aspiran, y no existe sistema ético digno de este nombre que no contemple ese bien como uno de sus puntos de referencia esenciales.

Los problemas que han sido llamados a analizar conciernen a toda la humanidad y requieren soluciones que puedan extenderse a toda la humanidad.

Un buen ejemplo podría ser la robótica en el mundo laboral. Por una parte, podrá poner fin a algunos trabajos duros, peligrosos y repetitivos – pensemos en los que surgieron a principios de la revolución industrial del Siglo XIX –, que causan a menudo sufrimiento, aburrimiento, embrutecimiento. Por otra parte, sin embargo, la robótica podría convertirse en un instrumento meramente eficiente: utilizado sólo para aumentar beneficios y rendimientos privaría a miles de personas de su trabajo, poniendo en riesgo su dignidad.

Otro ejemplo son las ventajas y los riesgos asociados con el uso de la inteligencia artificial en los debates sobre las grandes cuestiones sociales. Por una parte, se podrá favorecer un mayor acceso a las informaciones confiables y entonces garantizar la afirmación de análisis correctos; por la otra, será posible, como nunca antes, hacer circular opiniones tendenciosas y datos falsos, “envenenar” los debates públicos e, incluso, manipular las opiniones de millones de personas, hasta el punto de poner en peligro las mismas instituciones que garantizan la pacífica convivencia civil. Por eso, el desarrollo tecnológico del que todos somos testigos requiere que nos apropiemos de nuevo y reinterpretemos los términos éticos que otros nos han transmitido.

Si el progreso tecnológico fuera causa de desigualdades cada vez más marcadas, no podríamos considerarlo un progreso real y propio. Si el llamado progreso tecnológico de la humanidad, se convirtiera en un enemigo del bien común, conduciría a una infeliz regresión, a una forma de barbarie dictada por la ley del más fuerte. Por lo tanto, queridos amigos, les agradezco porque con su trabajo se comprometen en un esfuerzo de civilización, que se medirá también por el objetivo de una disminución de las desigualdades económicas, educativas, tecnológicas, sociales y culturales.

Han querido sentar las bases éticas para garantizar la defensa de la dignidad de cada persona humana, convencidos de que el bien común no puede disociarse del bien específico de cada individuo. Mientras una persona sea víctima de un sistema, por muy evolucionado y eficiente que sea, que no consiga valorar la dignidad intrínseca y la contribución de cada persona, su trabajo no estará terminado.

Un mundo mejor es posible gracias al progreso tecnológico si éste va acompañado de una ética fundada en una visión del bien común, una ética de libertad, responsabilidad y fraternidad, capaz de favorecer el pleno desarrollo de las personas en relación con los demás y con la creación.

Queridos amigos, gracias por este encuentro. Los acompaño con mi bendición. Que Dios bendiga a todos ustedes. Y les pido por favor que oren por mí. Gracias.

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