QUE LA IA SEA UNA HERRAMIENTA PARA LUCHAR CONTRA LA POBREZA: MENSAJE DEL PAPA A LA CUMBRE SOBE INTELIGENCIA ARTIFICIAL (11/02/2025)

El Papa Francisco envió un mensaje dirigido al Presidente Macron con motivo de la Cumbre de Acción sobre la Inteligencia Artificial que se clausura este 11 de febrero en París y que fue leído por el Nuncio Mons. Celestino Migliore. «No olvidemos que sólo el corazón humano puede revelar el sentido de nuestra existencia» cita el Papa Francisco a Blas Pascal, como clave interpretativa del texto que vuelve sobre una cuestión de crucial actualidad. El corazón, de hecho, nunca puede engañar, señala el Santo Padre, «mientras que los algoritmos pueden ser utilizados para manipular y desorientar». Transcribimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Señor Presidente, excelencias, distinguidos participantes:

Me enteré de su loable iniciativa de llevar a cabo una Cumbre sobre la inteligencia artificial, En París, el 10 y 11 de febrero de 2025. Supe que usted, señor Presidente, ha querido dedicar esta Cumbre a la acción sobre la inteligencia artificial.

Durante nuestro encuentro, en Puglia, en el marco del G7, tuve la ocasión de subrayar la urgencia de «garantizar y proteger un espacio de control significativo del ser humano sobre el proceso de decisión de los programas de inteligencia artificial». Consideraba, de hecho que, sin estos mecanismos, la inteligencia artificial, aun siendo un nuevo instrumento «fascinante», podría mostrar su lado más «tremendo», convirtiéndose en una amenaza para la dignidad humana (cf. Discurso en la sesión del G7 sobre inteligencia artificial).

Me alegro entonces porque los esfuerzos realizados, con valentía y determinación, para iniciar un camino político dirigido a proteger a la humanidad contra un uso de la inteligencia artificial que «limite la visión del mundo a realidades expresables en números y encerradas en categorías preconcebidas, excluyendo la aportación de otras formas de verdad e imponiendo modelos antropológicos, socioeconómicos y culturales uniformes» (ibid.); y por el hecho de que en la Cumbre de París han deseado involucrar al mayor número posible de actores y expertos en una reflexión que busca producir resultados concretos.

En mi última Carta Encíclica Dilexit nos, he querido distinguir la categoría de los algoritmos de aquella del “corazón”, concepto clave sostenido por el gran filósofo y científico Blas Pascal, a quien dediqué una carta apostólica en ocasión del cuarto centenario de su nacimiento (cf. Sublimitas et miseria hominis, 2023), con la finalidad de subrayar que, si los algoritmos pueden ser utilizados para engañar al hombre, el “corazón”, entendido como la sede de los sentimientos más íntimos y más verdaderos, nunca podrá engañarlo (cf. Lettera enciclica Dilexit nos, nn. 14.20).

A todos los que participarán en la Cumbre de París, les pido que no se olviden de que es solamente a partir del “corazón” del hombre que proviene el sentido de su existencia (cf. Blas Pascal, Pensamientos). Invito a coger como axiomático el principio expresado tan elegantemente por otro gran filósofo francés, Jacques Maritain: «El amor vale más que la inteligencia» (Jacques Maritain, Reflexiones sobre la inteligencia, 1938).

Sus esfuerzos, queridos participantes, son un ejemplo brillante de una sana política que quiere inscribir a las novedades tecnológicas en un proyecto dirigido al bien común para «abrir el camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino más bien canalizar dicha energía en nuevas formas» (Laudato si’, n. 191).

La inteligencia artificial, estoy convencido de ello, puede convertirse en un instrumento poderoso para los científicos y expertos que buscan juntos soluciones innovadoras y creativas en favor de la eco-sustentabilidad de nuestro planeta. Sin olvidar que el consumo de energía asociado al funcionamiento de las infraestructuras de inteligencia artificial es en sí mismo, muy elevado.

Ya en mi Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2024, dedicado a la inteligencia artificial, subrayé que «en los debates sobre la regulación de la inteligencia artificial, se debería tener en cuenta la voz de todas las partes interesadas, incluidos los pobres, los marginados y otros que a menudo permanecen sin ser escuchados en los procesos de decisiones globales» (Mensaje para la 57ª Jornada Mundial de la Paz, 1º de enero 2024). En esta perspectiva, espero que la cumbre de París trabaje para que se cree una plataforma de interés público sobre la inteligencia artificial; y para que todas las naciones puedan encontrar en la inteligencia artificial un instrumento de desarrollo y lucha contra la pobreza, por un lado, y de protección de las culturas y las lenguas locales por el otro. Solo así todos los pueblos de la tierra podrán contribuir a la creación de datos, que serán utilizados por la inteligencia artificial, representando la verdadera diversidad y riqueza que caracterizan a toda la humanidad.

Este año el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para la Cultura y la Educación colaboraron en la redacción de una Nota sobre «Inteligencia artificial e Inteligencia humana». En dicho documento, publicado el pasado 28 de enero, se examinan distintas cuestiones específicas relativas a la inteligencia artificial, que la presente cumbre está afrontando, y otras que me preocupan de manera particular. Para el futuro, espero que los trabajos de próximas Cumbres, que deberían dar seguimiento a la presente, examinen de manera más detallada los efectos sociales de la inteligencia artificial sobre las relaciones humanas, sobre la información y la educación. La cuestión fundamental, sin embargo, sigue y seguirá siendo siempre antropológica, es decir: «si el hombre, como hombre», en el contexto del progreso tecnológico, se volverá «verdaderamente mejor, es decir más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, en particular hacia los más necesitados y débiles» (Carta Enc. Redemptor hominis, n. 15). Nuestro último desafío es el hombre y seguirá siendo siempre el hombre; nunca lo olvidemos. Gracias, señor Presidente, y gracias a todos ustedes que han contribuido en esta Cumbre.

Desde el Vaticano, 7 de febrero 2025

FRANCISCO

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