INCULTURAR LA LITURGIA, NO IGNORAR LAS ALEGRÍAS Y LOS SUFRIMIENTOS DEL PUEBLO DE DIOS: MENSAJE DEL PAPA A PARTICIPANTES EN CURSO DE LITURGIA (28/02/2025)

Desde el Hospital Gemelli, donde se encuentra ingresado desde el 14 de febrero y continúa desarrollando sus actividades, el Papa Francisco se dirigió en un mensaje, este 28 de febrero, a los participantes en el «Curso internacional de formación para los responsables de las celebraciones litúrgicas de los Obispos». El Curso se ha celebrado en Roma del 24 al 28 de febrero, en el Pontificio Ateneo Sant'Anselmo, y en su mensaje el Santo Padre exhorta a los participantes a no ignorar «las alegrías y los sufrimientos, los sueños y las preocupaciones del pueblo de Dios», porque «poseen un valor hermenéutico», y a «proponer y animar un estilo litúrgico que exprese el seguimiento de Jesús, evitando pompas inútiles o protagonismos». Compartimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Saludo al Padre Abad Primado y al Rector del Pontificio Instituto Litúrgico, con los profesores y estudiantes que han seguido esta segunda edición del curso para responsables de las celebraciones litúrgicas episcopales. Me alegra notar que han acogido nuevamente la invitación formulada en la Carta Apostólica Desiderio desideravi, al seguir estudiando la liturgia, no sólo desde el punto de vista teológico, sino también en el ámbito de la praxis celebrativa.

Dicha dimensión toca la vida del pueblo de Dios y le revela su verdadera naturaleza espiritual (cf. Const. dogm. Lumen gentium, 9). Por ello, el responsable de las celebraciones litúrgicas no es solamente un docente de teología; no es un rubricista, que aplica las normas; no es un sacristán, que prepara lo necesario para la celebración. Es un maestro puesto al servicio de la oración de la comunidad. Mientras enseña humildemente el arte litúrgico, debe guiar a todos los que celebran, marcando el ritmo ritual y acompañando a los fieles en el acontecimiento sacramental.

Como mistagogo, predispone cada celebración con sabiduría, para el bien de la asamblea; traduce en praxis celebrativa los principios teológicos expresados en los libros litúrgicos; acompaña y apoya al Obispo en su papel de promotor y custodio de la vida litúrgica (Caeremoniale Episcoporum, 9). Así ayudado, el pastor puede conducir dulcemente a toda la comunidad diocesana en la ofrenda de sí al Padre, a imitación de Cristo Señor.

Queridos hermanos y hermanas, cada Diócesis mira al Obispo y a la Catedral como modelos celebrativos a imitar. Los exhorto, por tanto, a proponer y favorecer un estilo litúrgico que exprese el seguimiento de Jesús, evitando pompas inútiles o protagonismos. Los invito a desempeñar su ministerio en la discreción, sin envanecerse de los resultados de su servicio. Y los animo a transmitir estas actitudes a los ministrantes, a los lectores y a los cantores, según las palabras del salmo 115 citadas en el Prólogo de la Regla benedictina: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria» (cf. nn. 29-30).

En cada una de sus tareas, no olviden que el cuidado de la liturgia es ante todo cuidado de la oración, es decir, del encuentro con el Señor. Al proclamar a Santa Teresa de Ávila doctora de la Iglesia, San Pablo VI definió su experiencia mística como un amor que se convierte en luz y sabiduría: sabiduría de las cosas divinas y de las cosas humanas (cf. Homilía, 27 de septiembre de 1970). Que esta gran maestra de la vida espiritual les sirva de ejemplo: de hecho, preparar y guiar las celebraciones litúrgicas significa conjugar entre ellas la sabiduría divina y la sabiduría humana. La primera se adquiere orando, meditando, contemplando; la segunda viene del estudio, del compromiso de profundizar, de la capacidad de ponerse a la escucha.

Para tener éxito en estas tareas, les pido tener la mirada dirigida al pueblo, del cual el Obispo es pastor y padre: esto les ayudará a comprender las exigencias de los fieles, así como las formas y modalidades para favorecer su participación en la acción litúrgica.

Ya que el culto es obra de toda la asamblea, el encuentro entre doctrina y pastoral no es una técnica opcional, más bien es un aspecto constitutivo de la liturgia, que siempre debe estar encarnada, inculturada, expresando la fe de la Iglesia. Como consecuencia, las alegrías y los sufrimientos, los sueños y las preocupaciones del pueblo de Dios poseen un valor hermenéutico que no podemos ignorar (cf. Videomensaje al Congreso Internacional de Teología en la U.C.A., Buenos Aires, 1-3 de septiembre de 2015). Me gusta recordar, a este respecto, lo que escribía el primer Rector del Pontificio Instituto Litúrgico, el Abad benedictino Salvatore Marsili. Era 1964: con visión de futuro él invitaba a tomar conciencia del mensaje del Concilio Vaticano II, a la luz del cual no es posible una verdadera pastoral sin liturgia, porque la liturgia es la cumbre a la cual tiende toda la acción de la Iglesia (cf. S. Marsili, Riforma Liturgica dall'alto, Rivista Liturgica 51 [1964] 77-78).

Al invitarlos a hacer de estas palabras la perspectiva fundamental de su ministerio, deseo que cada uno de ustedes tenga siempre en el corazón al pueblo de Dios, al que acompañan en el culto con sabiduría y amor. Y no se olviden de orar por mí.

Desde el Policlínico Gemelli, 26 de febrero de 2025.

FRANCISCO

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