SERVIR A LA IGLESIA ES UNA HERMOSA AVENTURA: PALABRAS DEL PAPA A LOS MONAGUILLOS FRANCESES (26/08/2022)

Aplazada en dos ocasiones a causa del COVID, la peregrinación a Roma de más de dos mil ministrantes franceses, o monaguillos como se les conoce en Latinoamérica, es hoy una realidad, así como el encuentro con el Papa Francisco en el Aula Pablo VI, que compartió con ellos el tema que les guía en esta experiencia, sobre las “huellas de los numerosos testigos de Cristo que, a lo largo de los siglos, han venido a Roma para ser regenerados en la fe”. Un encuentro de intercambio, oración y relajación – recordó el Sumo Pontífice – con el lema “¡Ven, sirve y ve!”. Compartimos a continuación las palabras del Papa, traducidas del italiano:

Queridos monaguillos de Francia, buenos días y bienvenidos.

Estoy contento de recibirlos en ocasión de su peregrinación. Agradezco a Mons. de Moulins-Beaufort por las palabras que me dirigió a su nombre y a nombre de los obispos presentes.

Han hecho una pausa en sus vacaciones para tomar el bastón del peregrino. Se pusieron en camino junto a los demás, para seguir las huellas de tantos testigos de Cristo que, en el curso de los siglos, han venido a Roma para regenerarse en la fe. Han venido en gran número, de distintas parroquias y regiones de Francia, para vivir este momento privilegiado de encuentro, de compartir, de oración y relajación. Espero que puedan volver a casa fortificados por esta bella experiencia de fe, en el corazón de la Iglesia.

El tema de su peregrinación – “¡Ven, sirve y ve!” – es muy hermoso y expresivo.

“Ven”: el Señor te llama. Te llama a encontrarlo, y de una manera totalmente especial en esa cita importante que es la Misa dominical. Querido joven, sé que, quizá, en la Misa seas el único de tu edad, y que eso te parece triste, o que a veces te sientes un poco a disgusto en medio de personas más grandes. Seguramente te haces preguntas sobre la Iglesia, te preguntas cómo hacer para restituir el gusto por Dios a los jóvenes de tu edad para que puedan unirse contigo. Pero yo te pregunto a ti, personalmente: ¿cómo ves tu lugar en la Iglesia? ¿Te sientes en verdad un miembro de esta gran familia de Dios? ¿Contribuyes a su testimonio?

Han elegido ser monaguillos, y quisiera agradecerles de corazón por los esfuerzos, y a veces las renuncias, que aceptan para dedicarse a este compromiso de monaguillos, mientras muchos otros de sus amigos prefieren dormir el domingo por la mañana, o hacer deporte... No te imaginas cuánto puedes ser un modelo, un punto de referencia para muchos jóvenes de tu edad. Y puedes realmente estar orgulloso de lo que haces. No te avergüences de servir el Altar, aunque estés solo, aunque estés creciendo. Es un honor servir a Jesús cuando entrega su vida por nosotros en la Eucaristía. A través de tu participación en la liturgia, asegurando tu servicio, ofreces a todos un testimonio concreto del Evangelio. Tu actitud durante las celebraciones ya un apostolado para aquellos que te ven. Si realizan su servicio al altar con alegría, con dignidad y con actitud de oración, seguramente suscitarán en otros jóvenes un deseo de comprometerse también ellos en la Iglesia.

Pero servir en la Misa requiere de un seguimiento: “¡Sirve y ve!”. Ustedes saben que Jesús está presente en las personas de los hermanos que encontramos. Después de haber servido a Jesús en la Misa, Él los manda a servirlo en las personas que encuentran durante el día, sobre todo si son pobres y desfavorecidos, porque Él está de manera particular unido a ellos.

Quizás ustedes tienen amigos que viven en barrios difíciles, o que enfrentan grandes sufrimientos, incluso dependencias; conocen jóvenes que no tienen raíces, migrantes o refugiados. Los exhorto a acogerlos generosamente, a hacerlos salir de su soledad y a hacer amistad con ellos.

Muchos jóvenes de tu edad necesitan que alguien les diga que Jesús los conoce, que los ama, que los perdona, que comparte sus problemas, que los mira con ternura sin juzgarlos. Con su valentía, su entusiasmo, su espontaneidad, ustedes pueden alcanzarlos. Los invito a estar cerca unos de otros. Insisto en esto: cercanía entre ustedes, cercanía con los miembros de sus familias, cercanía con los otros jóvenes. Evita caer en la tentación de replegarte sobre ti mismo, del egoísmo, de encerrarte en tu mundo, en los grupos cerrados, en las redes sociales virtuales. Te hará mejor preferir las relaciones amistosas reales, no las virtuales, que son ilusorias y te aprisionan y separan de la realidad.

Otra cosa también importante es su relación con las personas ancianas, con sus abuelos. ¿Cómo es su mirada hacia los ancianos? Para quien tiene la fortuna de aún tener al abuelo o abuela, es muy valioso aprovechar su presencia, sus consejos, sus experiencias. A menudo son ellos quienes los acompañan a Misa y les hablan de Dios. Los ancianos son un recurso necesario para su madurez humana. Hoy, el riesgo es de ya no saber de dónde vienes, de perder tus raíces, de perder la orientación. Dime, ¿cómo piensas construir tu futuro, proyectar tu vida, si no tienes raíces fuertes que te ayuden a permanecer en pie y unido a la tierra? Es fácil “irse volando” cuando no se tiene a dónde estar apegado, dónde fijarse (cf. Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 179). Busca tus raíces, aprende a conocer y amar tu cultura, tu historia, para entrar en diálogo en la verdad con aquellos que son distintos a ti, fuerte en lo que tú eres irrespetuoso de lo que son los demás.

A su edad, es el momento de poner bases sólidas para una vida que crece en Cristo, de construir amistades estupendas, de ponerse objetivos a alcanzar. A su edad, es el momento en que se sueña en grande, a lo grande, se quiere conquistar el mundo. No dejaré de decirlo a los jóvenes que encuentro y hoy te lo digo a ti, a ti, a cada uno de ustedes, especialmente a ti joven monaguillo: «No renuncies nunca a tus sueños, no entierres nunca definitivamente una vocación» (ibid., 272). Y precisamente el servicio al Altar podría suscitar en ti un deseo de responder a la llamada del Señor en la vida religiosa o sacerdotal. ¿ Por qué no? ¡No tengas miedo! Alimenta esta llamada en tu corazón y, un día, ten la valentía de hablarlo con alguien con quien tengas confianza. Qué hermoso es ver jóvenes comprometerse con generosidad por el Reino de Dios, al servicio de la Iglesia. Es verdaderamente una hermosa aventura.

Finalmente, los invito fuertemente a encomendarse al Señor por medio de la Virgen María. Como toda muchacha, ella tenía sus sueños, sus proyectos. Pero ante la llamada de Dios, se hizo sierva con su “sí” generoso, fecundo y gozoso. En sus caminos, en sus momentos de dificultad y soledad, no olviden encomendarse a ella.

Queridos jóvenes, gracias por haber venido. Los llevo en la oración. De corazón bendigo a cada uno de ustedes y a sus seres queridos, como también a sus obispos, sus sacerdotes, sus animadores aquí presentes y a todos los jóvenes de sus Diócesis.

Y por favor, no se olviden de orar por mí. ¡Buen camino!

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