O SOMOS UN PUEBLO DE DIOS O NO SE RESUELVEN LOS PROBLEMAS DOLOROSOS: PALABRAS DEL PAPA EN EL ENCUENTRO CON LA POBLACIÓN DE L’AQUILA (28/08/2022)

“En este momento de encuentro con ustedes, en particular con los familiares de las víctimas del terremoto, quiero expresar mi cercanía a sus familias y a toda su comunidad, que ha afrontado con gran dignidad las consecuencias de ese trágico evento”: estas fueron las palabras del Papa Francisco al encontrarse la mañana de este 28 de agosto, en la Plaza frente a la Catedral de L'Aquila durante su visita pastoral a esta ciudad italiana, capital de la región de los Abruzos, con los familiares de las víctimas del trágico episodio acaecido en dicho territorio en 2009. También agradeció el saludo de bienvenida del Card. Giuseppe Petrocchi, Arzobispo de L'Aquila, quien presentó al Pontífice la realidad de la Iglesia local y de la sociedad de L'Aquila. Reproducimos a continuación, el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días, feliz domingo:

Me alegra encontrarme entre ustedes y agradezco al Card. Arzobispo por el saludo que me dirigió a nombre de todos. Junto con ustedes aquí presentes abrazo con afecto a toda la ciudad y a la Diócesis de L’Aquila. Agradezco por su presencia, también de las autoridades, de los encarcelados, de los niños, de todos: el pueblo de Dios.

En este momento de encuentro con ustedes, en particular con los familiares de las víctimas del terremoto, quiero expresar mi cercanía a sus familias y a toda su comunidad, que con gran dignidad ha afrontado las consecuencias de ese trágico evento.

Ante todo les agradezco por su testimonio de fe: aún en el dolor y en el desconcierto, que pertenecen a nuestra fe de peregrinos, fijaron la mirada en Cristo, crucificado y resucitado, que con su amor rescató de sinsentido el dolor y la muerte. Y pienso en uno de ustedes, que me escribió hace tiempo, y me decía que había perdido a sus dos únicos hijos adolescentes. Y como este, muchos, muchos. Jesús los ha puesto entre los brazos del Padre, que no deja caer en vano ni siquiera una lágrima, ¡ni siquiera una!, sino que todas las recoge en su corazón misericordioso.

En ese corazón están escritos los nombres de sus seres queridos, que pasaron del tiempo a la eternidad. La comunión con ellos es más viva que nunca. La muerte no puede romper el amor, nos lo recuerda la liturgia de los difuntos: “A tus fieles, Señor, la vida no les es arrebatada sino transformada” (Prefacio I). Pero el dolor existe, y las hermosas palabras ayudan, pero el dolor permanece. Y con las palabras no se va el dolor. Solamente la cercanía, la amistad, el afecto: caminar juntos, ayudarnos como hermanos y seguir adelante. O somos un pueblo de Dios o no se resuelven los problemas dolorosos, como este.

Me alegro con ustedes por el cuidado con el que han realizado la Capilla de la Memoria. La memoria es la fuerza de un pueblo, y cuando esta memoria es iluminada por la fe, ese pueblo no se queda prisionero del pasado, sino que camina y camina en el presente dirigido al futuro, siempre permaneciendo unido a las raíces y atesorando las experiencias pasadas, buenas y malas. ¡Y con este tesoro y estas experiencias sigue adelante! Ustedes, gente aquilana, han demostrado un carácter resiliente. Enraizado en su tradición cristiana y cívica, hizo posible resistir el impacto del sismo e iniciar de inmediato el trabajo valiente y paciente de la reconstrucción.

Estaba todo por reconstruir: las casa, las escuelas, las iglesias. Pero, ustedes lo saben bien, esto se hace junto con la reconstrucción espiritual, cultural y social de la comunidad cívica y la eclesial.

El renacimiento personal y colectivo, después de una tragedia, es don de la Gracia y es también fruto del esfuerzo de cada uno y de todos juntos. Subrayo ese “juntos”: no en pequeños grupitos, no, juntos, todos juntos. Es fundamental activar y reforzar la colaboración orgánica, en sinergia, de las instituciones y organismos asociativos: una concordia laboriosa, un compromiso de largo alcance, porque estamos trabajando para los hijos, para los nietos, para el futuro.

En la obra de reconstrucción, las iglesia merecen una atención particular. Son patrimonio de la comunidad, no sólo en sentido histórico y cultural, también en sentido identitario. Esas piedras están impregnadas de la fe y los valores del pueblo; y los templos son también lugares propulsores de su vida, de su esperanza.

Y a propósito de esperanza, quiero saludar y agradecer a la delegación del mundo carcelario de los Abruzzos, aquí presente. También en ustedes saludo un signo de esperanza, porque también en las cárceles hay muchas, demasiadas víctimas. Hoy aquí so signo de esperanza en la reconstrucción humana y social.

A todos les renuevo mi saludo, bendigo de corazón a ustedes, a sus familias y a toda la ciudadanía. Jemonnanzi!

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