QUE JESÚS SE CONVIERTA EN SU GRAN AMIGO: PALABRAS DEL PAPA A JÓVENES EUROPEOS (05/08/2022)

“Dios ama las preguntas” dijo el Papa Francisco este 5 de agosto en la Sala Clementina a los jóvenes italianos y europeos que se reúnen en el Campamento Alpha, organizado por la Diócesis italiana de Isernia-Venafro, para crear amistades, inspirar y soñar a lo grande. ”Si uno se hace preguntas es joven, aunque tenga ochenta años”, afirmó el Santo Padre, Y si no se las hace, “es viejo, aunque tenga veinte años”. Esto porque las preguntas “abren”, mientras que las respuestas “son cerradas”. Compartimos a continuación, el texto pronunciado por el Papa, traducido del italiano:

Queridos muchachos y muchachas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco a Mons. Camillo Cibotti, Obispo de Isernia-Venafro, por sus palabras y sobre todo porque los ha acompañado, junto a varios sacerdotes, educadores y dirigentes de Alpha, y al alcalde de Macchia d’Isernia, sede de su campamento. “Acompañar” hizo una palabra clave para la Iglesia. Acompañar.

Por un día dejaron las colinas de Molise para venir a Roma a encontrarse con el Papa. Les agradezco por eso. Lo siento como un regalo para mí y para la Iglesia.

Son jóvenes italianos y de otros países europeos. Nacieron en un contexto que se define como “secularizado”, es decir donde la cultura no es dominada por la dimensión de lo sagrado, sino por las realidades del mundo. Sin embargo, en el corazón humano nunca disminuye la sed de infinito, incluso dentro de ustedes, que han crecido con la informática, surgen las grandes preguntas de todo tiempo: ¿De dónde venimos? ¿Que está al origen de todo? ¿Qué sentido tiene mi existencia? Y después, ¿por qué hay tanto sufrimiento? ¿Por qué afecta también a los pequeños y a los indefensos?... Sepan que Dios ama las preguntas, ama mucho las preguntas; y en un cierto sentido, las ama más que las respuestas. ¿Por qué? Es claro: porque las respuestas son cerradas, las preguntas son abiertas. Una persona que solamente vive de respuestas es una persona que está acostumbrada a cerrar, cerrar, cerrar. Una persona que vive de preguntas es una persona acostumbrada a abrir, abrir, abrir. Y Dios ama las preguntas. De hecho Jesús, a los dos primeros que lo siguieron un día, a la orilla del Jordán, se dirige con estas palabras: «¿Qué buscan?» (Jn 1, 38): una pregunta. Antes de dar una respuesta, Jesús enseña a hacerse una pregunta esencial: “¿Qué busco?”. Y cada uno de ustedes debe hacérsela: ¿qué busco? Si uno se hace esta pregunta, es joven, aunque se tengan ochenta años. Y si no se la hace, es viejo, aunque se tengan veinte. ¿Están de acuerdo?

La semana pasada estuve en Canadá, y me encontré con los pueblos indígenas, cuyos antepasados vivían en aquellas tierras antes de la colonización. Ellos son custodios de valores y tradiciones ancestrales, pero viven en un país muy moderno, muy secularizado. Ahora, mirándolos a ustedes, pensaba en los jóvenes de esos pueblos indígenas. Tan distintos de ustedes, pero tan similares, incluso diré algo más: tan iguales. Iguales en el sentido de humanidad, de lo que califica a nuestro ser humanos, es decir la relación con Dios, con los demás, con la creación y con sí mismos en la libertad, la gratuidad, el don de sí mismo. Esta relación expresa una “incompletitud”, un deseo de plenitud, plenitud de vida, de alegría, de significado. He aquí que Jesucristo es la plenitud: todos nosotros estamos incompletos, estamos de paso, en camino. Y debemos tener esta conciencia.

Por eso, hace algunos años, escribir una larga carta a los jóvenes del mundo iniciándola así: « Cristo vive. Él es nuestra esperanza y la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se vuelve nuevo, se llena de vida. [...] Él vive y te quiere vivo. Él está en ti, Él está contigo y no te deja nunca. Hasta donde tú puedas alejarte, junto a ti está el Resucitado, que te llama y te espera para comenzar de nuevo. Cuando te sientes viejo por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará ahí para darte de nuevo la fuerza y la esperanza» (Exhort. ap. Christus vivit, 1-2).

Esto valía para Andrés y Juan, para Simón y Santiago, que se volvieron discípulos y apóstoles de Jesús. Y esto es válido para mí, que escuché la llamada un cierto día cuando tenía diecisiete años. Y esto vale para ti, para ti, para cada uno de nosotros, para ustedes, muchachos y muchachas de la época de internet. Jesús sigue siendo siempre el principio y el fin, el alfa y la omega. Pero abiertos, en camino, siempre. No cerrados.

Su campamento se llama “Alpha”, como el método de evangelización en el cual se inspira. Alpha es sinónimo de nacimiento, de inicio, de un amanecer de vida... Cristo es “alfa”, es decir principio, y también es “omega”, es decir fin, cumplimiento, plenitud. Así, con Cristo, este microcosmos que es el ser humano puede ser salvado de la vorágine de la muerte y de lo negativo y puede entrar en la atracción de Dios, del Dios de la vida, del Dios del amor. Unido a Jesús, cada 1 de nosotros se vuelve una semilla destinada a germinar, a crecer, a dar fruto. ¡Pero es necesario seguirle a Él! Decir no al egoísmo, decir no al egocentrismo, decir no a parecer más de lo que somos. No. Saber decir no a toda esa razón. Ser uno mismo y no hincharse, mucho menos abatirse, reconocerse por lo que se es, esta es la verdadera humildad. Y frente al mal que hay en nosotros y alrededor de nosotros, no escapar, no evadirse de la realidad, no encerrarse en sí mismos, sino tomar cada uno su parte de responsabilidad – Jesús dice “su cruz” – y llevarla, con amor, con alegría. No solos, no, no es posible: siempre con Jesús, Él adelante y nosotros atrás.

Esto nos da paz, nos da seguridad: estamos con Él, que nos conoce y nos ama más que nosotros mismos, y quiere para cada uno de nosotros una plenitud original, una plenitud única para cada uno. Dios no quiere fotocopias, sino únicamente originales. ¿Saben quién amaba decir así? Un joven, el Beato Carlo Acutis. Un joven italiano, nacido en Inglaterra y que creció en Milán, uno como ustedes, hijo de este tiempo, apasionado de las computadoras, sobre todo enamorado de Jesús, de la Eucaristía, a la que llamaba “la carretera al Cielo”. La vida terrenal de Carlo fue breve, muy breve, pero fue plena. Fue como una carrera, una carrera hacia el Cielo. Inició la carrera desde el día de su Primera Comunión, cuando encontró a Jesús en su Cuerpo y Sangre. Sí, porque Jesús no es una idea o una regla moral, no, Jesús es una persona, un amigo, un compañero de camino.

Muchachos y muchachas, los dejo con este calor y con este deseo: que Jesús se vuelva su gran Amigo, su Compañero de camino. ¡Que Jesús vivo se vuelva su vida! Todos los días y para siempre. Y retomo el dicho de Carlo Acutis: por favor, ¡no sean fotocopias, cada uno de ustedes un original! Gracias por haber venido. Feliz campamento y buen camino.

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