JÓVENES CON ALAS Y RAÍCES: PALABRAS DEL PAPA A JÓVENES DEL MOVIMIENTO “EQUIPOS DE NUESTRA SEÑORA” (06/08/2022)

Al recibir este 6 de agosto, en la Sala Clementina del Palacio Vaticano, al movimiento “Equipos de Nuestra Señora” de jóvenes, parejas y familias, que como describió el mismo Pontífice, quieren vivir según los principios de la doctrina católica, profundizando en su conocimiento, para crecer en la intimidad con Cristo y la Virgen María, sintiéndose enviados a la misión en la vida cotidiana, el Papa Francisco recordó que cada joven es una esperanza para Jesús y para la Iglesia. Trabajar en equipo, inspirarse en María y la valentía de ser jóvenes fueron los tres puntos destacados por el Santo Padre, cuyas palabras, traducidas del italiano compartimos a continuación:

Queridos jóvenes, queridos cónyuges y sacerdotes asistentes, buenos días y bienvenidos:

Saludo a todos y agradezco a María Teresa, responsable internacional, por las palabras de saludo y la presentación de las razones que los han traído a Roma. Ustedes querían escuchar de la boca del Papa que la Santa Madre Iglesia los ama y cuenta con ustedes. ¡Es así! La Iglesia ama lo que Jesús amó, y en el Evangelio se lee que un día su mirada se fijó en el rostro de un joven, «lo amó» (Mc 10, 21) y lo llamó a seguirlo en su misión. Desafortunadamente ese joven no aceptó la invitación. Pero otros lo acogieron, se dejaron conquistar y «se quedaron con Él» (Jn 1, 39). La misma mirada de amor de Jesús atraviesa los siglos, de generación en generación, y llega hasta nosotros, hasta cada uno de ustedes.

Por eso se puede decir que cada joven es una esperanza para Jesús: una esperanza de amistad, una esperanza de camino juntos, una esperanza de misión juntos. Y entonces cada uno de ustedes es también una esperanza para la Iglesia. De manera particular, ustedes lo son por esa realidad eclesial que se llama Equipos de Nuestra Señora, una buena propuesta para las parejas y las familias. Ustedes son los jóvenes y, según sus Estatutos, se proponen vivir de acuerdo con los principios de la doctrina católica, profundizando en su conocimiento, de manera tal que puedan crecer en la relación con Cristo y con la Virgen María, y sentirse enviados en misión en la vida cotidiana (cf. Art. 11, a). Ahora quisiera reflexionar un poco con ustedes sobre 3 palabras que componen su nombre: equipos, Nuestra Señora y jóvenes.

Ustedes viven la experiencia de ser equipos, de grupo. Eso es un don, no hay que darlo por hecho. Formar parte de una comunidad, de una familia de familias que transmite una fe vivida es un gran regalo. Nadie puede decir: “Me salvo solo”. No. Estamos todos en relación, para aprender a hacer equipo. Dios quiso entrar en esta dinámica de relaciones y nos atrae hacia él en comunidad, dando a nuestra vida un sentido pleno de identidad y de pertenencia (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 6). Porque el Señor nos salva haciendo de nosotros un pueblo, su pueblo. No permitan al mundo que los haga creer qué es mejor estar solos. Solos, quizá podrán alcanzar algún éxito, pero sin amor, sin compañía, sin pertenencia a un pueblo, sin la experiencia impagable que es soñar juntos, arriesgar juntos, sufrir juntos y hacer fiesta juntos.

No tengan miedo de abrirse, de arriesgar; y no tengan miedo de los demás. Es verdad que existen el bullying, los abusos, las mentiras, las traiciones, pero – créanme – el problema no es defenderme de los demás; mi preocupación deberá ser la de defender a las víctimas. En el lugar del atentado en Barcelona – estamos en 2017 – quedó un boleto en que un joven había dibujado a un niño pequeñísimo y a un gran monstruo, con esta leyenda: «Aquí estamos yo y el miedo». Y después comentaba: “Ni el miedo es tan grande, ni yo soy tan pequeño. No tengo miedo». ¿Por qué? ¿Por qué no tuvo miedo, ese joven? Porque no estaba solo, estaba junto a alguien que lo amaba: su familia, sus amigos, quizá Dios, Padre y Amigo que nunca abandona. En esta época de lo virtual y de la consecuente soledad en que caen muchos de sus contemporáneos, ustedes han elegido crecer en equipo, en grupo. ¡Sigan adelante, construyan puentes, jueguen en equipo! ¿Entendido? En equipo.

La segunda palabra es Nuestra Señora. Son jóvenes – se lee en el Preámbulo de los Estatutos – «caracterizados por una fuerte devoción a la Virgen, con el deseo, siguiendo su ejemplo y poniéndose bajo su maternal protección, de comprender el lugar privilegiado de María en el misterio de Cristo y de la salvación». Es así: cuando se acoge a María, la Madre, en la propia vida, ya nunca se pierde el centro, que es el Señor. Porque María nunca apunta hacia sí misma, sino hacia Jesús y los hermanos. María no sabe hacer así [se señala a sí mismo]. Nunca. Siempre hace así [indica hacia el otro]. ¿Qué miras, tú? Siempre haz así. Jesús. Señala al otro: “ve hacia Él”. Pero así [se señala a sí mismo] nunca lo hace. Y nosotros muchas veces hacemos así, creyendo que somos el centro del mundo, de la salvación. Siempre señalando a Jesús. Y nos enseña mucho, la Virgen. Cuando se acoge a María, la Madre, en la propia vida, ya nunca se pierde el centro, que es el Señor. Nos hará bien pensar a menudo en las palabras que dijo Jesús en la cruz dirigiéndose a Juan: «He ahí a tu madre» (Jn 19,27). Escuchen en el corazón estas palabras y siéntanlas dirigidas a ustedes, a cada uno de ustedes, cada uno a sí mismo. Es justamente así: Jesús entregó a su Madre como Madre de cada discípulo; y ella dijo “sí”, como el primer día, dijo “fiat”, “amén”, y se convirtió en Madre de la Iglesia. A ella podemos encomendarnos con la confianza del niño, del pobre, del sencillo que sabe que su Madre está cerca, con atención y ternura.

Los animo a vivir en una confianza cotidiana a la Virgen María, que los ayudará también a crecer como equipos, compartiendo los dones recibidos en un espíritu de diálogo y de acogida recíproca. Los ayudará a tener un corazón generoso, a descubrir la alegría del servicio en la gratuidad, como hizo ella cuando fue con Santa Isabel. Precisamente de este episodio del Evangelio está tomado el tema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que será en Lisboa en agosto del próximo año: «María se levantó y fue con prisa» (Lc 1, 39). Hay un “titulo” de la Virgen que me gusta mucho. Está la Virgen del Carmen, la Virgen Inmaculada, muchos títulos... A mí me gusta “la Virgen con prisa”, que no pierde tiempo para ayudar: siempre está haciendo cosas para ayudar, como hizo con Santa Isabel: “María se levantó y fue con prisa”. Levantarse para servir, salir para cuidar a los demás y a la creación: estos son valores típicos de los jóvenes. Los exhortó a practicarlos mientras se preparan para la JMJ de Lisboa. Y entre ustedes hay varios jóvenes portugueses. Levanten la mano, los portugueses. Ustedes trabajen, trabajen con el Obispo auxiliar, que es muy bueno, aquel, es bueno y los hará trabajar mucho.

Y la tercera palabra es jóvenes. El futuro es de los jóvenes. ¡Pero cuidado! Jóvenes con dos cualidades: jóvenes con alas y con raíces. Con alas para volar y raíces para permanecer en la tierra. Las alas para volar, soñar, crear; y las raíces para recibir de los ancianos la sabiduría que les ofrecen. Unidos a las raíces, unidos a los abuelos. Yo hago una pregunta, que cada uno se responda después: ¿tú hablas con los abuelos? ¿Vas a verlos? ¿Los escuchas, a los abuelos, o dices “son cosas viejas, no sirven”? Son tus raíces, y si no eres capaz de hablar con los abuelos no sabrás volar. Entonces pueden intentar preguntarse: ¿cómo están mis alas? Mi mirada ¿está vuelta hacia abajo, replegada sobre mí mismo, o sé mirar hacia lo alto, hacia el horizonte? En mi corazón ¿hay sueños, proyectos, deseos grandes, o está lleno de quejas, de pensamientos negativos, de juicios y prejuicios? Y cuando un joven se queja, busca la anestesia de tener cosas, cosas de último modelo, tener esto, aquello..., esa fantasía de tener. Y eso te hace pesado y no te deja volar. Y después pueden también preguntarse: ¿cómo están mis raíces? ¿Pienso que el mundo inicia conmigo, o en cambio me siento parte de un gran río que ha hecho mucho camino? Si tengo la fortuna de aún tener a los abuelos, ¿cómo es mi relación con ellos? ¿Hablo con ellos? ¿Sé escucharlos? ¿Les pido a veces que me cuenten algo importante de su vida? ¿Hago un tesoro de su sabiduría? Mirar hacia lo alto, pero con raíces. Y la señal de que las raíces están bien es si sabes entender y acercarte a los abuelos y hablar con los abuelos.

Y finalmente, veo que ustedes no son todos jóvenes, y quisiera decir una palabra también a ustedes adultos, parejas de esposos y sacerdotes asistentes. Pienso que es una gran alegría para ustedes acoger y acompañar a estos jóvenes. Que puedan ser para ellos testigos, con humildad y sencillez. Testigos de amor a Cristo y a la Iglesia, testigos de escucha y diálogo, testigos de servicio gratuito y generoso, testigos de oración. Gracias por su presencia junto a los jóvenes: por el tiempo y el cuidado que les dedican.

Gracias a todos por haber venido, y por haberme hecho conocer de cerca la realidad de los jóvenes de los Equipos de Nuestra Señora. Que el Señor los bendiga y la Virgen los proteja. ¡Buen camino! Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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