EL TIEMPO QUE VIVIMOS REQUIERE INSTITUTOS SECULARES MÁS INCISIVOS: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE INSTITUTOS SECULARES (25/08/2022)

La necesidad de que el carisma de los Institutos Seculares sea más incisivo en este momento de la historia de la humanidad centró el discurso del Papa Francisco, a los más de 130 participantes en la Asamblea General de la Conferencia Mundial de los Institutos Seculares recibidos, al mediodía de este 25 de agosto, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico. Partiendo del significado del término secularidad, que no equivale plenamente al de laicidad, el Pontífice aseguró que la naturaleza secular de la Iglesia, es “la Iglesia en salida, no lejana ni separada del mundo, sino inmersa en el mundo y en la historia”. Reproducimos a continuación, el texto completo del discurso del Papa, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra recibirlos en ocasión de la Asamblea General de la Conferencia Mundial de los Institutos Seculares (CMIS). Los saludo con afecto y agradezco a la Presidente por sus palabras. Deseo ofrecerles algunas reflexiones para ayudarles a considerar la peculiaridad de la vocación entregada a ustedes, para que su carisma se vuelva más incisivo en el tiempo que vivimos.

El término secularidad, que no equivale plenamente al de laicidad, es el corazón de su vocación que manifiesta la naturaleza secular de la Iglesia, pueblo de Dios, en camino entre los pueblos y con los pueblos. Es la Iglesia en salida, no lejana, no separada del mundo, sino inmerso en el mundo y en la historia para ser para ellos sal y luz, germen de unidad, de esperanza y salvación. Su peculiar misión los lleva a estar en medio de la gente, para conocer y comprender lo que pasa en el corazón de los hombres y mujeres de hoy, para alegrarse juntos y padecer juntos, con el estilo de la cercanía, que es el estilo de Dios: la cercanía.

Este es también el estilo de Dios, que mostró su cercanía y su amor a la humanidad naciendo de una mujer. Es el misterio de la Encarnación, origen de esa relación que nos constituye hermanos con toda criatura y que pide continuamente ser contemplado, para sacar de ahí y promover ese bien que Dios pronunció sobre las distintas realidades y que ni siquiera el pecado, aun ofuscándolo, es capaz de destruir completamente.

El carisma que han recibido los compromete, individualmente y como comunidad, a conjugar la contemplación con esa participación que les permite compartir las ansias y las esperanzas de la humanidad, enfrentando las preguntas para iluminarlas con la luz del Evangelio. Están llamados a vivir toda la precariedad de lo provisorio y toda la belleza de lo absoluto en la vida ordinaria, por los caminos donde caminan los hombres, donde más fuerte es el cansancio y el dolor, donde los derechos son desatendidos, donde la guerra divide a los pueblos, donde se niega la dignidad. Es ahí, como Jesús les ha mostrado, que Dios sigue entregándonos su salvación. Y ustedes están ahí, están llamados a estar ahí, para dar testimonio de la bondad y la ternura de Dios con cotidianos gestos de amor.

Pero ¿dónde encontrar la fuerza para ponerse con generosidad al servicio de los demás? ¿Dónde encontrar la valentía para hacer opciones incluso audaces que impulsen a dar un testimonio? Esta fuerza y esta valentía las encuentran en la oración y en la contemplación silenciosa del Cristo. El encuentro orante con Jesús les llena el corazón de su paz y su amor, que podrán entregar a los demás. La búsqueda asidua de Dios, la familiaridad con la Sagrada Escritura y la participación en los sacramentos, son la clave de la fecundidad de su obra.

La suya es una vocación de frontera, a veces custodiada en la discreción de la reserva. En muchas ocasiones han remarcado que no siempre son conocidos y reconocidos por los pastores y esta falta de estima los ha llevado quizá a retirarse, a sustraerse del diálogo, y eso no está bien. Sin embargo la suya es una vocación que abre caminos, de frontera, para no quedarse quietos: abre caminos. Pienso en los contextos eclesiales bloqueados por el clericalismo – que es una perversión –, donde su vocación dice la belleza de una secularidad bendecida abriendo a la Iglesia a la cercanía a cada hombre y mujer. Pienso en las sociedades donde los derechos de la mujer son negados y donde ustedes, como sucedió incluso en Italia con la Beata Armida Barelli, tienen la fuerza para cambiar las cosas promoviendo la dignidad. Pienso en esos lugares, que son tantos, en la política, en la sociedad, en la cultura, en donde se renuncia a pensar, se uniforma a la corriente dominante o a la propia comodidad, mientras ustedes están llamados a recordar que el destino de cada hombre está ligado al de los demás. No existe un destino solitario.

Queridos amigos y queridas amigas, no se cansen de mostrar el rostro de una Iglesia que necesita redescubrirse en camino con todos, acoger el mundo con todas sus fatigas y bellezas. La Iglesia no es un laboratorio para tranquilizarse y descansar. La Iglesia es una misión. Solo juntos podemos caminar como pueblo de Dios, como buscadores de sentido con todos los hombres y mujeres de este tiempo, custodios de la alegría de una misericordia hecha carne en nuestra vida. Este recorrido requiere extraer costumbres que ya no hablan a nadie, romper esquemas que atan el anuncio, sugiriendo palabras encarnadas, capaces de alcanzar la vida de las personas porque se alimentan de su vida y no de ideas abstractas. Nadie da testimonio con ideas abstractas. No. O evangelizas con tu vida, y ese es el testimonio, o eres incapaz de evangelizar.

Los animó a hacer presente en la Iglesia la secularidad con mansedumbre, sin reivindicaciones pero con determinación y con esa autoridad que viene del servicio. Que el suyo sea el servicio de la semilla, el servicio de la levadura, el servicio oculto y, al mismo tiempo, evidente que sabe morir dentro de las vivencias – incluso eclesiales –para que puedan cambiar desde dentro y dar frutos de bien. Pónganse dócilmente a la escucha del Espíritu Santo para entender cómo hacer cada vez más eficaz su trabajo, incluso recorriendo nuevos caminos que hagan visible la riqueza de la que son portadores.

A este respecto, es esencial que los pastores de la Iglesia estén a su lado para escucharlos e involucrarlos en ese discernimiento de los signos de los tiempos que marca el paso de la misión. Por mi parte, les renuevo la cercanía y el aprecio por la contribución y el respiro del mundo que traen a la Iglesia, con toda la pasión que habita en ustedes. No se cansen de llevar al mundo el anuncio de una vida nueva, de una fraternidad universal y de una paz duradera, dones espléndidos del Señor Resucitado.

Invoco sobre ustedes y sobre sus actividades la maternal protección de la Virgen María y, mientras les doy la bendición, les pido orar por mí. Háganlo de corazón. Gracias.

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