IMPEDIR A MERCADERES ESPECULAR EN EL TEMPLO DE LA HUMANIDAD: PALABRAS DEL PAPA A EXPERTOS DE MONEYVAL (08/10/2020)

En un encuentro realizado en la Biblioteca Vaticana este 8 de octubre, con los expertos del comité del Consejo de Europa, llegados al Vaticano para la evaluación periódica de las medidas contra el lavado de dinero y la financiación del terrorismo, el Papa Francisco recordó la necesidad de una finanza limpia que esté al servicio del hombre, en particular de los más débiles. Reproducimos a continuación las palabras del Papa, traducidas del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Les doy la bienvenida con ocasión de su visita como expertos del Consejo de Europa para la evaluación de las medidas contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo. Agradezco al Presidente de la Autoridad de Información Financiera por sus corteses palabras.

El trabajo que llevan a cabo en relación con este doble objetivo es particularmente significativo para mí. En efecto, está estrechamente conectado a la protección de la vida, a la pacífica convivencia del género humano en la tierra y a unas finanzas que no opriman a los más débiles y necesitados: todo está concatenado.

Como escribí en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, creo que es necesario repensar nuestra relación con el dinero (cf. n. 55). De hecho, en ciertos casos parece que se ha aceptado el predominio del dinero sobre el hombre. A veces, con tal de acumular riqueza, no se presta atención a su origen, a las actividades más o menos lícitas que la han originado y a la lógica de explotación que puede subyacer en ella. Así, sucede que en algunos ámbitos se toque el dinero y las manos se manchen de sangre, la sangre de los hermanos. O, también, puede suceder que recursos financieros se destinen a sembrar el terror, para afirmar la hegemonía del más fuerte, del más prepotente, de quien sin escrúpulos sacrifica la vida de su hermano para afirmar el propio poder.

San Pablo VI propuso que, con el dinero utilizado en armas y otros gastos militares, se constituyese un Fondo Mundial para ayudar a los más desheredados (Cart. enc. Populorum progressio, 51). He recogido esta propuesta en la encíclica Fratelli tutti, pidiendo que, en lugar de invertir en el miedo, en la amenaza nuclear, química o biológica, se utilicen dichos recursos «para eliminar de una vez el hambre y para el desarrollo de los países más pobres, de tal modo que sus habitantes no recurran a soluciones violentas o engañosas ni sean obligados a abandonar sus países para buscar una vida más digna» (n. 262).

El Magisterio Social de la Iglesia ha subrayado lo erróneo del “dogma” neoliberal (cf. ibíd., 168) según el cual el orden económico y el orden moral están tan distanciados y ajenos el uno del otro, que el primero de ninguna manera dependa del segundo (cf. Pío XI, Cart. enc. Quadragesimo anno, 190). Releyendo tal afirmación a la luz de los tiempos actuales, se constata que «la adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una nueva y despiadada versión en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 55). De hecho, «la especulación financiera con la ganancia fácil como objetivo fundamental sigue causando estragos» (Carta enc. Fratelli tutti, 168).

Las políticas contra el lavado de dinero y de lucha contra el terrorismo constituyen un instrumento para monitorear los flujos financieros, que permiten intervenir donde surjan tales actividades irregulares o, incluso, delictivas.

Jesús expulsó del templo a los mercaderes (cf. Mt 21, 12-13; Jn 2, 13-17) y enseñó que «no se puede servir a Dios y a la riqueza» (Mt 6, 24). Cuando, de hecho, la economía pierde su rostro humano, no se sirve del dinero, sino que sirve al dinero. Es esta una forma de idolatría contra la que estamos llamados a reaccionar, proponiendo de nuevo el orden racional de las cosas que conduce al bien común[1], según el cual «el dinero debe servir y no gobernar» (Exhort. apost. Evangelii gaudium, 58; cf. Const. past. Gaudium et spes, 64; cf. Laudato si', 195).

Al aplicar tales principios, el Ordenamiento vaticano ha emprendido, también recientemente, algunas medidas sobre la transparencia en la gestión del dinero y para combatir el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo. El 1º de junio pasado se promulgó un Motu Proprio para una gestión más eficaz de los recursos y para favorecer la transparencia, el control y la competencia en los procedimientos de adjudicación de contratos públicos. El 19 de agosto pasado, una orden del Presidente del Gobernatorato sometió a las organizaciones de voluntariado y a las personas jurídicas del Estado de la Ciudad del Vaticano a la obligación de informar sobre actividades sospechosas a la Autoridad de Información Financiera.

Queridos amigos, renuevo mi gratitud por el servicio que desempeñan; yo lo considero así: un servicio, y les agradezco. Los entes sobre los que vigilan, en efecto, son para la protección de unas “finanzas limpias”, en el ámbito de las cuales los “mercaderes” sean impedidos de especular en ese templo sagrado que es la humanidad, según el designio de amor del Creador. Gracias de nuevo, buen trabajo y no se olviden de orar por mí.

[1] cf. S. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I-II, q. 90, a.

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