SÓLO LA CARIDAD PUEDE LLENAR LA VIDA, NO LAS COSAS MATERIALES: ÁNGELUS DEL 04/08/2024

Al comentar el Evangelio de la liturgia de este 4 de agosto, XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre dijo que, la Palabra de Dios hoy nos habla de Jesús que, después del milagro de los panes y de los peces, invita a la multitud que lo busca a reflexionar sobre lo que ha sucedido, para comprender su significado. “El verdadero pan, en definitiva, era y es Jesús, su Hijo amado hecho hombre, que vino a compartir nuestra pobreza para guiarnos, a través de ella, al gozo de la comunión plena con Dios y con los hermanos, en la entrega”, señaló el Santo Padre a los miles de fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro para la oración del Ángelus. Compartimos a continuación, el texto completo de su reflexión, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Hoy el Evangelio nos habla de Jesús que, después del milagro de los panes y los peces, invita a las multitudes, que lo buscan, a reflexionar sobre lo que ha sucedido, para comprender su sentido (cf. Jn 6, 24-35).

Habían comido aquella comida compartida y habían podido ver cómo, aunque con pocos recursos, con la generosidad y la valentía de un muchacho, que había puesto a disposición de los demás lo que tenía, todos se habían alimentado hasta saciarse (cf. Jn 6, 1-13). El signo era claro: si cada uno da a los demás lo que tiene, con la ayuda de Dios, incluso con poco, todos puede tener algo. No olviden esto: si uno da a los demás lo que tiene, con la ayuda de Dios, incluso con poco todos pueden tener algo. No olviden eso.

Y ellos no entendieron: confundieron a Jesús con una especie de prestidigitador, y volvieron a buscarlo, esperando que repitiera el prodigio como si fuera magia (cf. v. 26).

Fueron protagonistas de una experiencia para su camino, pero no captaron su importancia: su atención se concentró sólo sobre los panes y los peces, sobre el alimento material, que se terminó enseguida. No se dieron cuenta de que aquello era sólo un instrumento, a través del cual, el Padre, mientras saciaba su hambre, les revelaba algo mucho más importante. Y, ¿qué revelaba el Padre? El camino de la vida que dura para siempre y el sabor del pan que sacia más allá de cualquier medida. El verdadero pan, en definitiva, era y es Jesús, su Hijo amado hecho hombre (cf. v.35), que vino a compartir nuestra pobreza para guiarnos, a través de ella, a la alegría de la comunión plena con Dios y con los hermanos (cf. Jn 3, 16).

Las cosas materiales no llenan la vida, nos ayudan a avanzar y son importantes, pero no llenan la vida: sólo el amor lo puede hacer (cf. Jn 6, 35). Y para que eso suceda el camino a tomar es el de la caridad que no se guarda nada para sí, sino que lo comparte todo. La caridad comparte todo.

¿Y esto no sucede también en nuestras familias? Lo vemos. Pensemos en esos padres que luchan toda la vida para hacer crecer bien a sus hijos y dejarles algo para el futuro. ¡Qué hermoso cuando este mensaje es comprendido y los hijos son agradecidos y a su vez se vuelven solidarios entre ellos como hermanos! Es verdad. Es triste, en cambio, cuando pelean por la herencia – he visto tantos casos, es triste –, y están peleados uno con el otro, y tal vez no se hablan por el dinero, no se hablan durante años. El mensaje del padre y de la madre, su legado más valioso, no es el dinero: es el amor, es el amor con el que entregan a los hijos todo lo que tienen, precisamente como hace Dios con nosotros, y así nos enseñan a amar.

Preguntémonos, entonces: ¿yo qué relación tengo con las cosas materiales? ¿Soy esclavo de ellas, o las uso con libertad, como instrumentos para dar y recibir amor? ¿Sé decir “gracias”, “gracias”, a Dios y a los hermanos por los dones recibidos, y sé compartirlos con los demás?

Que María, que entregó a Jesús toda su vida, nos enseñe a hacer de cada cosa un instrumento de amor.

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